Las
palabra sacro y «sagrado proceden de la
lengua latina, como es evidente. Parten del verbo “sancio”, cuyo significado es
acotar un espacio físico que será utilizado de forma diferente a los que les
circundan. Las palabras derivadas de “sacer” evidencian un uso trascendente de
lo material o físico. Se aplican directamente al culto a través de conceptos
derivados como “santo”, que relacionan con el espacio físico donde encontramos realidades no
cotidianas y dignas de veneración trascendente. La palabra santo, ha terminado
por ser sinónimo de limpio, puro,
inocente, propiedades que se relacionan directamente con la trascendencia de
las personas que quieren ser, por sí mismas, ese tipo de espacio diferente
respecto de lo que nos rodea. La sacralidad es la propiedad que hace a este
“espacio acotado” diferente de lo demás. Lo “sagrado” existe en nuestro
entendimiento de lo que nos rodea y de nuestra propia vida.
La
etimología de secularidad es también interesante. “secular” procede del
sustantivo “siglo” en latín. “siglo” indica un largo tiempo que no es
eternidad. Contrasta con el término “eternidad” que tiene una dimensión
ilimitada y que sobrepasa al ser humano en todos los aspectos. Secular ser utiliza para indicar el tiempo en
vivimos en el mundo, en la realidad que nos rodea. La secularidad o “secular”
también tiene relación con nuestra propia vida.
Se
puede considerar “secular” como sinónimo de “profano” o “laico”, pero estas dos
palabras definen aspectos diferentes de la realidad. De hecho “laico” tiene
como sinónimo “seglar”, que es la persona que no ha recibido una consagración
especial a Dios. Profano es una propiedad que se contagia. Se hace profano o
profana, cuando tomamos algo sagrado y le damos un trato cotidiano, que no lo
liga a Dios. Laico se refiere a una persona que no se ha consagrado de forma
religiosa. Una persona religiosa que rompe sus votos, se reduce a estado laical. De todas formas, a veces es posible utilizar estas dos palabras de
forma similar a secular.
Como
creyentes podríamos reflexionar si vivimos nuestra vida de forma secular o
sagrada. Evidentemente,
la realidad física en que vivimos será la misma sea cual sea la visión que
tengamos de nuestra propia vida. Si cogemos un vaso de agua, este acto será lo
que es, le demos un sentido sagrado o secular. Lo que hace que un mismo
acto sea sagrado o secular, es el entendimiento que demos al acto y a los
elementos que intervienen. Para una persona, determinado vaso puede ser
sagrado, mientras que para otra puede ser un vaso normal. Tomar ese vaso puede
ser un acto sagrado para unos y para otros un acto totalmente secular.
Hagámonos algunas preguntas ¿Se puede vivir la vida de ambas formas al mismo tiempo o son
antitéticas? ¿Podemos dar un sentido sagrado, de unidad plena con Dios, a cualquier
acto? Evidentemente no es posible. Sólo los actos que están en sintonía con la
Voluntad de Dios pueden considerarse como sagrados. Lo que Dios no desea, no
nos puede unir a Él. Lo sagrado se vive en unidad y sintonía con lo que Dios
desea de nosotros. Un acto secular no conlleva relación y sintonía con Dios.
Por lo tanto no es posible vivir la unidad con Dios y no vivirla, al mismo
tiempo.
¿Qué
diferencias hay entre una visión y otra? Vivir de forma sagrada, como hemos
visto, tiene una relación directa con la santidad. La santidad es, al mismo
tiempo, un objetivo y una realidad que se unen en cada momento que vivimos. Ser
herramientas dóciles a la Voluntad de Dios hace posible la santidad y un
entendimiento sagrado de nuestra existencia.
¿Podemos
decidir cómo vivir nuestra propia vida? Sin duda podemos poner nuestra voluntad
en ello, pero es evidente que vivir con un entendimiento sagrado o santo, es
imposible para nuestra limitada, escasa e intermitente voluntad. Los santos no lo son por
ejercer su voluntad personal, sino por poner su voluntad en manos de Dios, para
hace posible que la Gracia les permita acceder a la santidad. Ahora, quien no
poner su voluntad en manos de Dios, rechaza la Gracia de Dios, ya que no cree en
ella o la cree innecesaria para su vida. Sin duda esto nos permite entender
determinadas expresiones de Cristo que parecen imposibles de aceptar por ser
contradictorias al entendimiento secular de la vida. Por ejemplo: Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí
mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la
perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. (Mt 16,24-24).
Los cristianos de hoy en día hemos perdido el sentido de lo sagrado. Pensamos que es algo que no tiene nada que ver con nosotros. Algo imaginario que no nos aporta nada a nuestra vida. Estamos en un gran error y estamos pagando por ello. Lo podemos ver en las constantes contradicciones que existen dentro de la Iglesia y los enfrentamientos entre nosotros mismos. La secularidad es siempre múltiple y relativa a cada uno de nosotros. La sacralidad es coherente y única, ya que sean cuales sean las formas que utilicemos, nos llevan al mismo sitio: a Cristo, la Verdad, el Logos que da sentido a todo y a todos.