viernes, 28 de agosto de 2009

La vid y los sarmientos

En el encuentro con la samaritana en el pozo de Jacob, Cristo nos habla del agua viva y de cómo debemos acercarnos a Dios. Cómo debe ser nuestra Fe.

“Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad". (Jn 4,23-24)

En el siguiente pasaje evangélico Jesús nos habla de la secuencia creer-conocer-libertad como base de nuestra Fe:

Al hablar así, muchos creyeron en él. Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres." (Jn 8,30-32)

Es evidente que cada creyente es un mundo y que el conjunto de mundos personales, conforma la Iglesia como comunidad de creyentes.

Desde hace décadas estamos inmersos en un proceso de perdida o cuestionamiento de Fe por parte de muchas personas. Se suelen buscar razones para esta descristianización de la sociedad a nivel eclesial, olvidando que parte de los efectos tendrán su causa en el tipo de Fe de cada persona.

Clemente de Alejandría y Evagrio Póntico, ya caracterizaban entre los siglos III y VI, los fieles en dos grupos según el enfoque de su Fe. Decían que existían creyentes que basaban su Fe en aspectos emotivos y aparentes… a los que llamaban pistikos. Había creyentes que basan su fe en el conocimiento y la razón… a estos llamaban gnostikos. Ojo, es importante no confundir esta clasificación con los seguidores de las herejías gnosticistas.

Indudablemente, un creyente que conozca su Fe, que la relacione con la ciencia y con la actualidad, poseerá una robustez considerable en sus creencias. Un creyente por costumbre familiar o por emotividad, será un creyente con dificultades para defenderse de los ataques del mundo contemporáneo

Actualmente se han desarrollado estudios sobre la Fe y el tipo de creyentes, que nos permiten ahondar de forma psicológica en esta problemática:

El psicólogo James Fowler, clasifica a los creyentes en los siguientes grupos:

  • Fe primaria o indiferenciada (de 0 a 2 años aprox.): Se caracteriza por el aprendizaje acerca del bienestar en el entorno inmediato. Se desarrolla la confianza.
  • Fe intuitiva proyectiva (de 3 a 7 años aprox.): Se caracteriza por una exposición desprotegida de la psiquis al inconciente. Se es principalmente fantasioso.
  • Fe mítica literal (8 a 12 años aprox.): Las personas en este estadio se caracterizan por una fuerte creencia en la justicia y la reciprocidad del universo. Sus deidades son antropomórficas. Son dogmáticos, literales e ingenuos.
  • Fe sintética convencional (desde la adolescencia aprox.): Se ajusta a las redes sociales de forma conformista.
  • Fe individual y reflexiva (desde los 20' aprox.): La fe es crítica, subjetiva y personal, se producen pugnas entre lo relativo y lo absoluto, y se toma responsabilidad de las creencias personales.
  • Fe conjuntiva: Se superan paradojas y relativismos, se trascienden los símbolos heredados de la cultura de origen.
  • Fe Universal: Trascendentes de culturas y credos. Socialmente proactivo y propositivo de ideas que rompen con lo establecido. Iluminados.

Otro psicólogo, John Westerhoff ha elaborado un modelo teórico para entender el proceso del desarrollo de la Fe como un proceso formativo. Realiza la siguiente clasificación:

  • Fe Experiencial.. Los niños/as comienzan a desarrollar este tipo de Fe durante edades tempranas en el período preescolar. Un niño/a aprende primero de materias de fe, no como afirmaciones teológicas, sino como una experiencia afectiva. Para los niños/as (y adultos), no son las palabras que oímos las que dan valor a la materia religiosa, sino las experiencias que tenemos con quienes pronuncian esas palabras.
  • Fe Afiliativa. Si las necesidades de la Fe experiencial han sido atendidas adecuadamente durante la niñez, en las etapas juveniles tempranas, la persona comenzará a adoptar una fe afiliativa. Este es un período marcado por el interés de las personas en adquirir un sentido claro de identidad. De ahí que la persona busque establecer relaciones de aceptación en comunidad. Todos necesitamos pertenecer a una comunidad y todos necesitamos tener la oportunidad de actuar como alguien que verdaderamente tiene un sentido de pertenencia.
  • Fe Investigativa. Si las necesidades de la fe afiliativa ha sido satisfechas durante la adolescencia, las personas continuarán su desarrollo hacia una Fe investigativa. Tres características básicas distinguen este período de Fe: Primero, duda y/o el juicio crítico. Durante este período, la tendencia natural en la gente es la de poner a prueba su propia tradición de fe a medida que aprende e interactúa con la fe de otros. Tercero, la necesidad de compromiso. Como detalle importante, Westerhoff señala que durante este período, dado a la actitud crítica de la fe aprendida, muchas personas son forzadas fuera de su tradición de Fe. Algunos nunca retornan. Otros permanecen al nivel de la Fe investigativa por el resto de sus vidas.
  • Fe Propia. Una vez la persona ha obtenido las respuestas necesarias durante la etapa investigativa, la persona podría proseguir su desarrollo de fe hacia una fe propia.

No se trata de hacer dogma de Fe estas clasificaciones, valga la redundancia… pero si podemos utilizarlas como herramientas que nos permitan acercarnos a la realidad de tantas personas que se alejan de la Iglesia en momentos vitales definidos.

Es reseñable que en estas clasificaciones, el tipo de Fe se relaciona con la edad de individuo, por lo que estos modelos permiten sacar conclusiones sobre las razones que llevan a muchos jóvenes a dejar la Iglesia y convertirse en adultos alejados. Por otra parte, también es oportuno indicar que las etapas no tienen límites definidos ni son autoexcluyentes. Por lo que cada etapa se desarrolla con participación de elementos de la anterior y posterior.

También permiten pensar en las razones que llevan a algunos de estos alejados a volver tras años o décadas de “vagar” fuera de la Iglesia. También nos hablan de las razones que nos llevan a sentirnos fuera de sitio dentro de nuestra propia comunidad.

Cabría entonces preguntarse si la Iglesia, como comunidad de creyentes, sabemos hacer frente a las necesidades de cada etapa vital de nuestros hermanos. Normalmente discutimos sobre la manera de atacar los síntomas que vemos: ausencia de jóvenes, falta de vocaciones, pérdida de la Fe, tradicionalismos, progresismos… mediante recetas homogéneas… y no nos paramos a pensar que la Fe no es algo estático en nuestra vida. La Fe es un proceso dinámico que se cuida o se termina por perder.

Dentro de una misma comunidad cristiana existen multitud de enfoques y vivencias que, o son canalizadas para el bien de todos o se pierden dentro de cada uno de nosotros.

Cristo dijo:

“Yo soy la vid, vosotros las ramas,
y Mi Padre es el Viñador; si permanecéis a Mí unidos,
buen fruto daréis y Me glorificaréis.”
(Jn. 15, 1-5; y 8)

“Que todos vosotros seáis uno, como los somos Mi Padre y Yo:
como el Padre en Mí y Yo en El, vosotros también,
uno en Nosotros seréis.”
(Jn. 14, 20; 17, 21)

domingo, 23 de agosto de 2009

Las parábolas del tesoro y de la perla

El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. (Mt. 13,44-46)

-oOo-

La semejanza que puede haber entre la parábola del grano de mostaza y la levadura se encuentra entre la del tesoro y la perla: las dos significan que es necesario elegir el mensaje evangélico a otra cosa... En efecto, el Evangelio se desarrolla como el grano de mostaza, impone su fuerza como la levadura; como la perla, es de un precio elevado; en fin, como un tesoro, otorga los más preciosos beneficios.

A este propósito, conviene saber no solo que es necesario desprenderse de todo para acogerle Evangelio, más aún es necesario hacerlo con alegría... Observa cuan inadvertido pasa la predicación del Evangelio en el mundo, del mismo modo, el mundo no ve los numerosos bienes que tiene en recompensa... Dos condiciones son pues necesarias: la renuncia de los bienes del mundo y un firme valor. Se trata, en efecto, “de un comerciante en busca de perlas finas” que “habiendo encontrado una de gran valor va y vende todo lo que tiene” para comprarla.

La verdad es una, no se divide. Lo mismo que el poseedor de la perla conoce su riqueza, en el momento que la tiene en sus manos, por la pequeñez de la perla, los ayudantes no tienen duda, cuando lo saben, lo mismo estos que son instruidos por el Evangelio conocen su felicidad, los infieles, ignoran este tesoro, sin tener idea alguna de nuestra riqueza. (San Juan Crisóstomo, Homilía sobre San Mateo 47,2)

Una pequeña perla solo tiene valor para quién sabe qué es. A quien no le interesa esta diminuta esfera brillante, posiblemente la despreciará por inútil para cualquier tarea cotidiana. Se valora lo que se conoce. Nadie da valor a lo que desconoce o ignora su utilidad. Valorar el Reino de Dios no es fácil para nosotros. Solo tenemos una ligera referencia de lo que puede significar.

"¡Nadie se engañe! Si alguno entre vosotros se cree sabio según este mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio; pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios. En efecto, dice la Escritura: El que prende a los sabios en su propia astucia. Y también: El Señor conoce cuán vanos son los pensamientos de los sabios."
(1 Corintios 3: 18-20)

En ella Pablo hace referencia a lo dicho por Jesús en muchas ocasiones: la comprensión de las cosas de Dios se la ha dado a lo sencillos y humildes, no a los sabios y orgullosos de su sabiduría.

El conocimiento de la verdad revelada por Cristo no es evidente, no es aplicable para obtener beneficios económicos, no logra éxito social, no sirve para sentirse orgulloso de ser un gran científico. Esa verdad es como la perla que solo puede ser valorada por quien sabe hacerlo y como el tesoro que hace que el hombre venda todo lo que tiene para conseguirlo… y que además lo vende todo con alegría y felicidad. Es una promesa, es una esperanza que hace que te desprendas de vanaglorias y prebendas materiales. Entonces, con humildad y con las manos vacías pero con el corazón lleno, es cuando puedes ir a buscar eso que tanto valor tiene y que no es obvio y aparente para todos los demás.

sábado, 15 de agosto de 2009

Assumpta caelo laudetur Virgo Maria

Hoy es el día que celebramos a Asunción de la Virgen María. Esta fiesta parte de la tradición preservada desde los primeros siglos de que la Virgen no llegó ser enterrada. Cristo, le adelantó a la llena de Gracia el premio de haber sido fiel a Dios desde su nacimiento.

María es el modelo en el que nos vemos reflejados y al que deseamos tender en nuestra vida. Simplicidad, obediencia, abnegación, sacrificio, perseverancia,… son virtudes que se reflejan en los breves episodios que se relatan en los evangelios.

Pero María también es símbolo de lo que Dios quiere de nosotros. Por medio de ella Dios se encarna para revelarse a la humanidad de forma directa. De igual forma nosotros debemos luchar por hacer patente que somos Templos del Espíritu Santo. Nuestros actos, palabras, objetivos, actitudes deben ser a su vez reflejo de la voluntad de Dios y para ello debemos permitir de Dios sea el dueño y señor de nuestro corazón. Entiéndase corazón como centralidad del ser individual de cada uno.

Siendo cada uno de nosotros diferentes, debemos luchar por hacer de esa diferencia, complemento y riqueza para la obra de Dios en la Tierra. Qué mejor modelo que la Virgen que hizo suya la volunta de Dios y se dio en plenitud a su obra. La Virgen no buscó protagonismo de su condición en ningún momento. Aceptó lo bueno y lo malo que le aconteció como parte del plan de Dios.

Por eso la Asunción tiene tanto significado. Significa el triunfo de Dios en su criatura y sobre las limitaciones del mundo. De igual manera, simboliza la voluntad de Dios que nos señala a María como modelo universal a seguir.

María, como modelo y símbolo de la naturaleza humana trascendida, que llega a Dios por medio de la sencillez y la obediencia.

No es poco lo que podemos reflexionar en un día como hoy, ya que María forma parte indisoluble del Misterio Cristiano.

lunes, 10 de agosto de 2009

Si los tiempos cambian… ¿Por qué la tradición debe permanecer inmutable?


No es raro escuchar esta pregunta referida a todos y cada uno de los aspectos de la vida cristiana. Los tiempos cambian… ¿Por qué la música no debe cambiar en nuestras iglesias? ¿Por qué las ceremonias deben permanecer inmutables? ¿Por qué el arte sagrado debe seguir siendo igual que hace 15 siglos? ¿Por qué nuestra moral debe ser la misma que hace 30 años?... así hasta el infinito.

Lo primero que se debería hacer es delimitar de lo que estamos hablando. Los tiempos cambian… cierto. Cambian continuamente desde que el ser humano apareció, como tal, sobre la tierra. La sociedad humana se comporta como un fluido hirviendo y en constante movimiento. Pero el universo a nuestro alrededor ha cambiado poco el los últimos 100.000 años. El universo se mueve de forma constante y siguiendo las leyes que le dan sentido. Detrás de cualquier suceso casual existen razones y leyes que hacen que las causas se conviertan en efectos. Pero… ¿De qué tiempo estamos hablando? Del tiempo humano o del tiempo no humano. Al decir que “los tiempos cambian” estamos hablando invariablemente del tiempo profano, del tiempo como una hermenéutica que permite a los seres humanos relacionarse con su cotidianidad. Lo profano cambia y además lo hace cada vez más rápido.

Pero el tiempo sagrado no cambia ya que es inmutable. Fue inmutable para un egipcio del siglo XV antes de Cristo, para un cristiano del siglo II y para un desconcertado habitante del Londres de nuestros días. Para todos ellos resultaba y resulta evidente que el tiempo profano no se ajustaba, ni se ajusta, al tiempo sagrado. El tiempo sagrado siempre ha parecido viejo e incomprensible para quien vive en la superficie del fluido en ebullición que conforma la sociedad.

Siempre las religiones han estado en desventaja a la hora de dar respuestas a lo que acontece minuto a minuto en nuestras vidas. Esto se debe a que las religiones se desarrollan en otro tiempo diferente. Es decir, utilizando una hermenéutica diferente para entender lo que nos rodea. No buscan controlar la realidad ni rehacerla a nuestro antojo. Tampoco necesitan de la inmediatez para explicar la profundidad de lo que somos. Las religiones buscan comprender lo inmutable que se esconde detrás de la apariencia de cambio continuo que nos rodea. La esencia de las religiones es el inmutable sentido que une todo y a todos.

Tomemos por ejemplo la música. No es la primera vez que alguien me dice con la vehemencia que conlleva lo evidente: 

-- ¿Cómo vas a atraer a la Iglesia a un adolescente bailón con el “Veni Creatur Spiritus” gregoriano? ¡"Los tiempos cambian” muchacho!, Debemos emplear cantos a base de ritmos modernos para que estos bailones se sientan en su casa. Los primeros cristianos lo hicieron así y así sucedió en todas la épocas.

Lo que evidencia este razonamiento es que mi interlocutor tiene una seria confusión de conceptos y objetivos.
A ver… tomemos a un despierto y mundano estudiante universitario del siglo XII (goliardillo para más señas). ¿Lo vemos en su salsa dentro de la Iglesia cantado y disfrutando con el “Veni Creator Spiritus”? Seguramente donde si sentiría inspirado sería cantando de taberna en taberna sus profanos y picantes cantos.

Tomemos un campesino que a duras penas entendía una de cada 4 palabras en latín. Tomemos a los primeros mercaderes preocupados por los problemas de cambio de moneda o los soldados que rumiaban una inminente guerra. ¿Cantar el “Veni Creator Spiritus” les divertía? Yo creo que no. Sus preocupaciones, gustos y diversiones estabn en otros sitios.

Si nos vamos a los primeros cantos cristianos, nunca nos encontraremos con canciones de moda preparadas para bailotear en medio de los oficios religiosos. Los cantos mozárabes o ambrosianos son evidentemente sagrados y alejados de los cantos populares con los que la gente se divertía de manera profana. La música sagrada guarda relación con el tiempo y el espacio sagrado donde se desarrolla, no con el factor divertido de su uso.

Nunca la música sagrada ha sido divertida ni ese ha sido su objetivo. La música o canto sagrado llena y da sentido a la liturgia confiriéndole un nivel de belleza superior al de las palabras dichas sin más. La belleza no es divertida, es sagrada, inmutable, paradigmática… llena de significado y penetra en el simbolismo inherente al cristianismo.

¿Qué sentido tiene traer a un adolescente bailón a una Liturgia llena de sacralidad desarrollada en un Templo antiguo, donde se cantan temas gregorianos o ambrosianos? Para mi , mientras el adolescente bailón no lo necesite, no tiene sentido obligarlo a vivir este tipo de vivencias.

¿Qué sentido tiene traer a una persona que busca acercarse a Dios y vivir esta unión sagrada, a una celebración llena de cantos, risas, bailes y aplausos? Tampoco tiene el más mínimo sentido. Cada nivel de vivencia de la Fe necesita de un lugar y un tiempo diferente donde y cuando desarrollarse.

Lo que nos podríamos preguntar es ¿Por qué en nuestras celebraciones católicas hemos olvidado este hecho? Intentamos mezclar pastoral, Liturgia, diversión y sacralidad en un mismo acto. Hemos convertido las celebraciones litúrgicas en celebraciones extrañas e inconexas. Hemos confundido los momentos de acceso a lo sagrado con los momentos de alegría comunitaria.

No deseo decir que esto sea malo o que no sea necesario hacerlo. Es bueno y estupendo reunirse a alabar a Dios y cantar felizmente lo que sentimos. Cantar, reírnos, aplaudir, bailar, etc… pero esto no es liturgia, no es sacralidad. Son celebraciones, más o menos profanas de nuestra Fe, que evidencian de la alegría que llevamos dentro por creer en Dios. Grande es el Señor y digno de alabarlo en todo momento.

Evidentemente el lugar para estas celebraciones no es un Templo. Los Templos resultan inadecuados e incómodos. Por eso nuestros Templos están desapareciendo convertidos en salas de reunión comunitaria. Ante la inutilidad de los antiguos templos para las celebraciones actuales, éstos se ceden o se venden a las administraciones públicas para que los utilicen como museos y sedes oficiales. Mientras, la arquitectura religiosa actual se acerca a la arquitectura multifuncional que nos llegó a partir de los años 70. Todo un contrasentido.

En este contexto la liturgia se banaliza y hasta estorba para el desenvolvimiento de las celebraciones actuales. Por eso en las misas actuales se intenta incrementar los tiempos para cantar, bailar, abrazarse y hasta aplaudir a quien dice algo ocurrente a la pregunta del sacerdote-entrevistador. Se canta el cumpleaños feliz o se baila en honor de quien toque ese día. Esto no son invenciones, son cosas que muchos católicos vivimos en las misas dominicales.

Es evidente que estas celebraciones festivas atraen a más personas que las viejas liturgias y que las canciones guitarreras divierten más que el canto gregoriano. El sacerdote ve que su feligresía crece y siente el éxito de su proceder. Es indudable que ofreciendo diversión e inmediatez, tendremos a más personas interesadas en recoger el Mensaje Cristiano que se explicita dentro de las ceremonias. Pero lo malo es que este éxito se logra profanando (hacer profano) la Liturgia y el Templo, reduciendo el Misterio cristiano a algo arcaico y casi olvidado en los libros. Una pieza de museo que carece de vida.

Este planteamiento hace que mucho de lo dicho por Cristo y transmitido por los Apóstoles, quede en segundo plano, sospechoso de ser algo imaginario e inservible para el ser humano actual. Fijémonos como se pasa de puntillas y corriendo en episodios como la transfiguración o los mismos milagros de Cristo.

Hoy he recibido por email, un escrito de un teólogo que defiende que la muerte de Cristo en la cruz fue algo accidental. Para algunos católicos hasta la cruz deja de tener sentido (1).


(1) La cruz no era necesaria. Luis Alemán Mur http://www.feadulta.com/aleman-23.htm

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