martes, 19 de julio de 2016

La incomprensibilidad de Dios. San Gregorio Nazianceno

¿Quién es capaz de comprender a Dios?  ¿Quién es capaz de llegar más allá de lo que Dios mismo nos ha indicado? Por desgracia el ser humano es capaz de subirse sobre su propia soberbia y creerse capaz de determinar lo que Dios no nos ha develado. Esta soberbia llega al punto de creer que la misma escritura humana puede revelar los Misterios revelados y hacerlos razonables y a la medida de nuestras mentes.

Debemos empezar, pues, una vez más como sigue: entender a Dios es difícil, pero expresarlo es imposible, como enseñó, no sin habilidad –creo yo–, uno de los "teólogos" griegos. Parecía haber entendido lo difícil que es hablar de Dios y evitaba al mismo tiempo toda refutación para con lo que había definido previamente como inexpresable. Yo pienso que hablar de Dios es imposible, y entenderlo, más imposible todavía. Porque lo que se ha entendido, tal vez podría ser explicado por la palabra, si no suficientemente, sí al menos de una manera oscura, al que no ha viciado totalmente sus oídos ni ha vuelto indolente su inteligencia. Pero alcanzar con el entendimiento esta realidad es absolutamente imposible e irrealizable, no sólo para los que se dejan llevar por la indolencia y se inclinan hacia abajo, sino incluso para los más elevados y amantes de Dios; es igualmente imposible para toda naturaleza engendrada, es decir, para quienes estas tinieblas y esta espesura carnal interceptan el conocimiento de la verdad. No sé siquiera si lo será también para las naturalezas más altas y espirituales, que, por estar más cerca de Dios y ser iluminadas por la luz plena, podrían ser esclarecidas, si no enteramente, al menos más completa y nítidamente que nosotros, unas más y otras menos, en proporción a su rango. (San Gregorio Nazianceno. Discurso 28, 4)

El camino de la santidad tiene un componente místico muy importante, ya que el santo es humilde e incapaz de sobrepasar la línea que Dios mismo ha trazado para nuestra comprensión de los Misterios. Todo razonamiento que sobrepase esta línea, aunque sea válido y se apoye en lo que ha sido revelado, constituye una profanación. Dios nos ha dona la naturaleza humana que tenemos. Esta naturaleza es limitada y herida por el pecado. Nuestro lenguaje no es capaz de transmitir los Misterios de forma total y completa. A los sumo somos capaces de encontrar analogías que símiles que nos ayuden a transmitir parte de la experiencia mística que podemos haber recibido de Dios.

Por ello debemos ser humildes, dóciles y prudentes. Dios le dijo: "No te acerques. Descálzate, porque el lugar en que estás es tierra sagrada"(Ex 3, 5) ¿Qué significa descalzarse? Significa detrás las capacidades humanas a un lado y dejarse llevar por la Gracia de Dios. El calzado representa las herramientas humanas que nos permiten avanzar por el mundo. En tierra sagrada estas herramientas y habilidades humanas sólo nos pueden llevar a peligrosos errores. ¿Por qué le dijo Dios que no se acercara a la zarza ardiente? Porque los Misterio sólo pueden ser contemplado desde lejos y con suprema humildad. Moisés se tapó la cara porque temía ver a Dios, ya que ver a Dios significa dejar traspasar la naturaleza humana que nos da conciencia y consistencia.

¿Por qué los seres humanos queremos traspasar la línea del Misterio? La pregunta la podemos llevar hasta Adán y Eva. ¿Por qué comieron del fruto prohibido? Fueron tentados por la serpiente, que les ofreció ser como Dios. Ser como Dios sonaba tan maravilloso que no se pudieron resistir y pecaron. De igual forma, quien se cree capaz de llegar donde Dios no ha determinado que lleguemos, peca de arrogancia y soberbia. Lo más triste es que cuando queremos ser como Dios, lo único que hacemos es destrozarnos a nosotros mismos. ¿Qué le pasa a un globo que se llena con más aire del que puede soportar? Estalla y deja de ser lo que era antes. Su naturaleza le permitía contener una cierta cantidad de aire. Una vez roto, ya no tiene sentido, ha perdido su razón de ser.

En todo caso, será Dios quien decida hasta dónde su gracia nos permitirá llegar a cada uno de nosotros. No podemos exigir que nadie llegue más allá de la línea marcada, porque estaríamos haciendo violencia a la naturaleza de nuestro hermano..

jueves, 16 de junio de 2016

Culto, cultura y Liturgia

Hablar de Liturgia es hablar de un Misterio al que no es sencillo acercarse. Para una persona normal que se acerca a misa, hay tres esferas o dimensiones que debería considerar dentro de este Misterio:


  • Dios que se manifiesta a los seres humanos a través de los medios que ha dispuesto para ello
  • Los medios que Dios ha dispuesto para hacerse presente en medio de nosotros. Este es el espacio-tiempo de lo sagrado, que une y reúne al ser humano con Dios. De forma muy adecuada podríamos decir que nuestra religión es precisamente esto, la forma en que no re-ligamos con Dios.
  • Nosotros, usted y yo, que en la medida que comprendamos, sintamos y actuemos, podremos acercarnos a Dios a través de estos medios privilegiado.

¿Qué es la Liturgia? Podemos proponer una definición sencilla que nos sirva para introducir el tema, pero que se queda muy corta en todos los aspectos. Ya hemos dicho que es un Misterio, por lo que es imposible de definir plenamente. Liturgia es el conjunto de prácticas y reglas establecidas para la celebración del culto y las ceremonias religiosas. Ahora ¿Qué es el culto?

No crean que es sencillo definir qué es culto, ya que estamos reduciendo a unas pocas palabras una infinidad de dimensiones naturales y sobrenaturales. Culto serían las manifestaciones externas de una religión. El culto es parte importante de cualquier religión, porque es lo que nos permite evidenciar la fe de forma comunitaria. El culto tiene una relación directa con cultura.  Cultura es el conjunto de entendimientos, sentimientos y acciones que dan sentido a un grupo de personas y les permiten comunicarse y vivir, de forma unida, coherente y efectiva. El culto es cosustancial a una cultura que le da sentido.

Como católicos podemos valorar hasta donde todo esto tiene sentido para nosotros o estamos hablando de algo totalmente desconocido. Digo que es desconocido porque actualmente padecemos una serie de enfermedades sociales y espirituales que hacen que todo lo que hemos dicho antes pueda parecer de otro mundo. ¿Qué enfermedades padecemos?


  • Postmodernidad, que relativiza la cultura y nos induce a crear subculturas sin capacidad de comunicación mutua. Preferimos los grupos cerrados, en donde nos sentimos privilegiados y protegidos del “exterior”.
  • Emotivismo, que nos induce a dudar de la razón y a dale a todo un sentido emotivo en contradicción con el entendimiento y la voluntad.
  • Agnosticismo. Incluso dentro de la propia Iglesia. Creemos que Dios está tan lejos y le importamos tan poco, que le da igual todo lo que hagamos. La santidad deja de ser un objetivo y la posición social toma su lugar.


Estas enfermedades inciden en la cultura, en el culto y en la Liturgia. Hoy en día la “cultura común” se interpreta como una amenaza que nos impide ser nosotros mismos. El culto se ha degradado hasta conformar acciones socio-culturales en donde se reafirma la comunidad como una realidad en oposición a “los demás” y autoreferencial. El culto llega a ser una excusa para entablar y desarrollar relaciones sociales. La Liturgia termina por ser un espacio-tiempo creativo, que cada comunidad conforma a su imagen y semejanza. La sacralidad pierde sentido en este esquema antropocéntrico donde lo social es la dimensión relevante. De hecho el sentido de lo sagrado no existe en muchos católicos actuales.

En este momento eclesial la diversidad de culto llega a distorsionar completamente la unidad de la Iglesia. Para muchos la unidad no es más que una realidad “sentimental” que no tiene razón de partir de cultura, culto y Liturgia común. Tenemos Liturgias Tradicionales que conviven con neo liturgias muy diferentes. Tenemos ritos como el mozárabe o el Vetus Ordo que son capaces de atraer grupos más o menos limitados de personas. Tenemos el Novus Ordo, que teóricamente es el que celebramos de forma normal, pero que se celebra con integridad y coherencia pocas veces. En los ritos tradicionales prima el sentido de belleza y sacralidad. En los ritos modernos, lo importante es la componente socio-cultural que da sentido a la comunidad.

Aparte de la evidencia del culto y la Liturgia, dentro de la cultura tenemos una gran cantidad de divergencias doctrinales y de fe, que hacen que dos personas, que se dicen católicos, sean como el agua y el aceite en muchos aspectos eclesiales. Si somos muy estrictos con la definición de religión, podríamos decir que dentro de la Iglesia Católica existen muchas religiones diferentes que no siempre conviven cómodamente. Lo cierto es que la gran diversidad en el culto evidencia que no tenemos la misma cultura y esto conlleva graves problemas de comunión. A veces se dice que esto es “inculturación”, pero lo que realmente estamos haciendo es creando culturas intra-eclesiales diferentes que se cierran en sí mismas.

A todo esto ¿Dónde queda la dimensión sagrada del culto y la Liturgia? Tristemente está prácticamente olvidada. Los grupos que defienden las Liturgias Tradicionales, que guardan la sacralidad con cierta vitalidad, son vistos como peligrosos por los grupos que defienden el carácter socio-cultural de la fe y la religión. La unidad no es un camino sencillo aunque todo sea posible para el poder de Dios. Decía Benedicto XVI, en la Carta Apostólica Summorum Pontificum, “…las dos Formas del uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente” y no dudo que este fue el deseo del nuestro querido Papa Emérito. Ahora, si los católicos tenemos fe y cultura diferentes, el culto y la Liturgia nunca podrán ser comunes. Dicho esto ¿Quién se atreve a reclamar una misma cultura católica sin que le tachen de dictador y de cosas más feas aún?
En la segunda década del siglo XXI, la unidad eclesial es imposible de conseguir mediante las fuerzas humanas. La unidad ya es una obra que sólo Dios puede llevar a cabo. ¿Qué podemos hacer entonces?

Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen! (Salmo 126)

Podemos sufrir las consecuencias de la diversidad cultural y ofrecer este sufrimiento por la unidad que tanto ansiamos unos pocos. Podemos asistir a una Liturgia que no nos resulta cómoda y ofrecer este sacrificio por el bien de nuestra amada Iglesia. Podemos hablar de este problema con otras personas, para que sean conscientes de todo lo que nos separa y que no se trata de mala voluntad mutua. Se trata de un fino y eficaz trabajo diabólico. Podemos intentar dialogar dentro de la Iglesia, para que al menos, se comprenda que no todas las personas nos sentimos alineadas con una religiosidad aparente y socio-cultural, basada en hacer de los sacramentos unos entretenidos shows.

En este momento, poco más podemos hacer. Intentar que algo de la misericordia, de la que tanto se habla,  pueda llegar a quienes estamos en una lejana y mal vista periferia existencial.

domingo, 24 de abril de 2016

La esperanza no ha desaparecido

La Iglesia es santa, pero quienes la componemos no los somos. No cabe duda que el momento actuar nos revela que quienes componemos la Iglesia estamos enfermos de postmodernidad o como también se suele llamar, modernidad líquida. Cuando las células del cuerpo enferman, el cuerpo padece y nadie puede negar que el Cuerpo de Cristo padezca de problemas que crecen día a día. Pero no tenemos que desesperar. La Iglesia es un todo desde que fue instituida, por lo que no podemos decir que su santidad pueda ser puesta en duda. En todo caso, lo que vivimos es un dolor que no compromete su santidad, apostolidad y unidad.

El momento eclesial es realmente feo, con dudas,  enemistades, predisposición a las actuaciones sacrílegas y una lucha interna que no puede ser disimulada. No es una lucha que se pueda ver en los medios de comunicación, ya que estos sólo son capaces de ver la superficie del cuerpo eclesial. La lucha se libra dentro de cada uno de nosotros, ya que nos tientan con dulces voces de sirenas, para que olvidemos a Dios y nos centremos en el ser humano. No deberíamos escuchar estas voces, pero por desgracia son potentes e inciden en aquellas personas que no tienen conocimiento y voluntad suficiente como para ignorarlas. Estas personas, que durante décadas han sido formadas de forma leve, superficial y de manera proclive a aceptar soluciones humanas, son las células que realmente están sufriendo la enfermedad. Ellas son las que dejan de buscar la santidad y se conforman con la aceptación de sus debilidades humanas. Estas personas son las que se ven alejadas de los sacramentos, porque se les induce a pensar que son sólo apariencias sociales vacías. Estas personas son las que se alegran porque parece que la solución a sus pecados ya no es la confesión, sino la declaración eclesial de que no existe pecado.

Dios no es tonto ni le da todo igual. No es cómplice de nuestras infidelidades ni prisionero de nuestras limitaciones. Podemos decir mil veces que no existe pecado ni tampoco infierno, pero su existencia no parte de nuestros deseos. Esta cantinela es tan antigua como el mundo. Ya Adán y Eva la padecieron y les trajo consecuencias desastrosas. Sin duda son tiempos donde es imprescindible discernir, separar grano y paja, reconocer la Palabra de Dios entre tantos discursos humanos. Son tiempos de esperanza, para quienes sabemos que Dios no nos abandona ni nos repudia. Esperemos la venida del Señor con alegría y ánimos renovados. Los sacramentos seguirán siendo fuente de Gracia para quienes los vemos como signos sagrados y los intentamos vivir como tales. La sacralidad seguirá existiendo en templo que llevamos dentro de nosotros, aunque sea imposible de vivir en los templos físicos. Dios no nos deja de la mano, somos nosotros quienes nos separamos conscientemente de Él.

Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres: más la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada

Mt 12, 31

sábado, 27 de febrero de 2016

Sacramentos alternativos

La Iglesia, desde muy pronto en su historia, señaló la existencia de una serie de sacramentos, que han llegado a nosotros como siete. De ellos, el que resalta sobre todos los demás es la Eucaristía, porque mediante este sacramento nos alimentamos de la Gracia de Dios. También son importantes el Bautismo y la confirmación, ya que son la columna vertebral del acceso a la fe. Los sacramentos son signos por medio de los que Dios nos ofrece su Gracia. Gracia que puede ser rechazada aunque el signo se haya realizado de forma totalmente válida. Para la recepción de los sacramentos, hace falta estar en estado de gracia y predispuestos a abrir el corazón al Espíritu Santo.

Es curioso que esta doctrina tan clara y unificadora, hay perdido hoy en día toda su fuerza y consistencia. Pocas personas ven en los sacramentos algo más que ritos antiguos que conservamos por costumbres. De hecho muchas personas dan más importancia a las obras de caridad que a los mismos sacramentos. Las obras de caridad son maravillosas, pero los sacramentos lo son aún más.

En el pasado viaje del Santo Padre a México, se dio la oportunidad de hablar a que una pareja de personas que conviven como matrimonio, aunque no están casados sacramentalmente. Entre todo lo que dijeron, reseñó un párrafo que creo que es central:

"No podemos acceder a la eucaristía, pero podemos comulgar a través del hermano necesitado, del hermano enfermo, del hermano privado de su libertad" y "buscamos la manera de transmitir el amor de Dios"

Como es lógico, esta pareja no puede comulgar por su situación de convivencia. Esto les ha llevado a buscar una alternativa al sacramento y por eso dan un sentido sacramental a la obras de caridad que realizan. El problema es que no es lo mismo. La caridad no es un sacramento y además, sería muy beneficioso que quienes realizaran estas obras tan maravillosas, vivieran en total sintonía con la fe de la Iglesia. Con esto no quiero decir que estas personas no puedan hacer obras filantrópicas, pero no encontramos con algunos problemas. ¿Cuáles? Leamos un pasaje evangélico que habla justamente de eso:

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. (Mt 6, 1-5)

Cristo nos deja claro que las obras de caridad deberían ser secretas, nunca públicas, porque si las aireamos para justificar nuestra bondad, pierden el sentido de sacrificio que Dios desea. Si nuestras obras de caridad las utilizamos como palanca para reclamarnos buenos y perfectos, estamos más cerca del Fariseo que del Publicano. Este último se escondía en las sombras pidiendo perdón a Dios por ser lo que era. No creo que las obras de caridad deban ser utilizadas para justificar una situación de convivencia inadecuada que da testimonio erróneo dentro de la comunidad cristiana.


No dudo que este matrimonio se desviva por hacer el bien a los demás, pero esas buenas obras no son un sacramento y tampoco deberían ser utilizadas para justificarse a sí mismos. No creo que ninguno podemos tomar la palabra para decir que somos maravillosos y señalar que sufrimos por no poder acceder a los sacramentos. Ninguno tenemos derecho a los sacramentos y tampoco tenemos derecho a usar las buenas obras para justificar el acceso a ellos. Siempre es mejor quedarnos detrás, donde nadie nos vea y orar el Señor para que nos perdone nuestra múltiples infidelidades. Si podemos comulgar, debemos hacerlo sin que esto se comprenda como un privilegio ni un premio por nuestra caridad. Si hacemos algo bueno, es porque Dios nos ofrece su Gracia de forma gratuita y nosotros no la rechazamos.

sábado, 20 de febrero de 2016

Libertad y lo sagrado

¿Somos realmente libres? Para ser libre necesitamos de dos características que no abundan en la mayoría de los seres humanos: conocimiento y voluntad. La ignorancia y la apatía, nos conducen directamente a la esclavitud del pecado. ¿Por qué?

San Gregorio de Niza nos habla del pecado original en unos términos que son muy claros e iluminadores. Nos dice que antes de pecar, el ser humano tenía tres privilegios frente a los demás seres irracionales: la inmortalidad, una voluntad única, unida a la Voluntad de de Dios y el conocimiento del rostro de Dios. Adán y Eva escuchan el llamado de Dios y ellos respondían. El diálogo entre creador y criatura daba sentido a cada instante de la vida de nuestros primeros padres. El pecado se sustancia a través de la desconfianza y la envidia que la serpiente cultiva en el corazón de Adán y Eva. Cuando comen del fruto prohibido se cumple el vaticinio de la serpiente, son como dioses, es decir independientes, pero se dan cuenta del gran engaño. Nadie pone a un niño de 3 meses a dirigir una gran empresa. ¿Por qué? 

Porque desconoce todo lo que le rodea y su voluntad sucumbe a sus pasiones. Una vez se rompe el diálogo con Dios, sus decisiones no necesitan del conocimiento de la Verdad y su voluntad deja de verse fortalecida por la Voluntad de Dios. Lo que compraron como una "ascenso" al infinito, fue simplemente una terrible trampa. Estaban solos a merced de las leyes de su naturaleza animal y no tenían conocimiento ni voluntad para obrar el bien. Eran presa fácil de la serpiente, pero Dios tuvo misericordia y les regaló algo maravilloso: la sacralidad. Lo sagrado es el vehículo de comunicación que tenemos para acercarnos a Dios y recibir conocimiento y voluntad a través de la Gracia de Dios. Esta es la razón por la que los signos sagrados nos enlazan, religan, reconectan con Dios. Pero ¿Que sucede cuando nuestra religión olvida lo sagrado y se queda únicamente en lo inmanente?

El creyente medio actual, no es capaz de entender la importancia de lo sagrado. Las razones son diversas, pero habría que empezar por indicar que no se puede entender y dar valor a aquello que no nos han enseñado y de lo cual no tenemos vivencia alguna. Hoy en día la formación y la práctica religiosa, están siendo sustituidas por el activismo socio-cultural y por diversas formas de asociacionismo intraeclesial. Los creyentes siguen creyendo en Dios, pero no son capaces de comunicarse con Él, lo que les hace pensar que Dios está demasiado lejos y delega todo en la misma ignorancia e indiferencia que tenemos en nosotros mismos. Esto permite la aparición de muchos segundos salvadores que ofrecen versiones actualizadas de la religión y la vida espiritual. Formas que parten de transformar la religión para que se adapte a la voluntad creyente y no a propiciar la conversión que hace que el creyente se adapte a la Voluntad de Dios.

Los signos sagrados parecen destinados a guardarse en museos y rellenar tratados que pueblen las bibliotecas. Sólo tenemos que ver cualquier visita del Papa a un país y nos daremos cuenta que los momentos más importantes son los lúdico-emotivo-sociales. Los momentos en que los estadios se llenan y las bandas modernas comparten escenarios con testimonios de marketing emotivo, destinados a emocionar a quien los vea. No se intenta enseñar a comprender ni tampoco se busca ayudarnos a unir nuestra voluntad a la Voluntad de Dios. Incluso los actos litúrgicos tienen como escenarios las plazas, estadios o aeropuertos, olvidando que los espacios sagrados son los más adecuados. La Liturgia a veces deja mucho que desear, llegado a producirse abusos litúrgicos con facilidad.

Es fácil darse cuenta que separados de Dios somos más fácilmente esclavizados por estos segundos salvadores y sus ayudantes. Separados de la Belleza, la Bondad y la Verdad no podremos ir demasiado lejos en nuestro camino cotidiano. Al final alguna persona nos dirá que nos dejemos de tontería y nos dediquemos a ayudar a las demás personas. Si les preguntamos por la forma en que le tenemos que ayudar nos leerán una lista de acciones y actividades, pero en ellas seguro que Dios no aparece ni por asomo. Si nos atrevemos a decir que para comunicar amor a nuestros hermanos, primero tenemos que estar unidos a Dios, nos mirarán como quien ve a un salvaje prehistórico, tras lo que nos calificará como rigoristas o fundamentalistas.

Cristo nos dijo que la Verdad nos haría libres, no nos dijo que la libertad se consiguiese llenado el día de acciones, planificaciones y actividades diversas. Cristo es la Camino, Verdad y Vida. Sólo es posible llegar al Padre a través de Él. ¿A qué esperamos?

sábado, 6 de febrero de 2016

¿En qué consiste la salvación? Humildad, castidad y simplicidad

El ser humano del siglo XXI se considera salvado por sí mismo y por la técnica, que domina y le domina. Todo parece posible por medio de las herramientas sociales, administrativas y tecnológicas que hemos ido creando a nuestra imagen y semejanza. Es evidente que esta pseudo-salvación es falsa. Es sólo un escenario de cartón piedra que simula algo que es imposible. Nosotros, por nuestra parte, participamos en el simulacro actuando como si nos creyéramos toda la inmensa obra de teatro montada. Pero ¿En qué consiste la salvación? Leamos lo que nos dice un sacerdote ortodoxo, martir del régimen soviético, además de científico e ingeniero insigne:

¿En qué consiste la salvación? En entrar como piedra en la torre que se va construyendo, en la unidad real con la Iglesia; esto no sólo se pone de manifiesto en multitud de pasajes particulares de nuestro texto, sino que aparece también como el tema fundamental de todo su contenido. La salvación está en la unidad de substancia con la Iglesia.  Pero la unidad superior, transcendente al mundo, de la creación, unificada por medio de la fuerza de Gracia del Espíritu, es accesible únicamente a quien se ha purificado en la obra ascética y ha conquistado la paz. De este modo viene establecido el carácter ontológico y substancial, el valor objetivo de la humildad, la castidad y la simplicidad como fuerzas supra-físicas y supra-morales, que hacen a toda criatura, en el Espíritu Santo, de la misma substancia de la Iglesia. Estas fuerzas son la revelación del otro mundo en el mundo de aquí, del mundo espiritual en el mundo espacio-temporal superior en el inferior. Ellas son los ángeles guardianes de la creación, que descienden del cielo y ascienden de la creación hasta el cielo, como se mostró al antepasado Jacob. Y, para prolongar la comparación, por esta «escala» hemos de comprender a la Santísima Madre de Dios. (P. Pavel Floresnsky. La Columna y el Fundamento de la Verdad. Carta décima: la Sofía)

¿Unidad sustancial con la Iglesia? Seguramente al hablar de la Iglesia nos quedemos únicamente pensando en su apariencia y en quienes la componemos. Su apariencia no pasa por los mejores momentos de la historia. La Iglesia de hoy en día aparece resquebrajada por innumerables y profundos cismas internos. Está llena de segundos salvadores que reclaman ser la única y exclusiva vos de Dios. Una Iglesia en donde es muy complicado sentirse incluido sin tener que aceptar las "condiciones exclusivas" de cualquiera de los miles de trocitos en que está dividida. Ser un cristiano católico sin más apellidos, es algo impensable y hasta repudiable. Si no eres del Papa X o del fundador Y o del movimiento Z, parece que no eres católico. Una amiga me comentaba, hace unos meses, que es necesario "optar", "tomar partido". Si no lo haces, nadie te aceptará y serás visto como un peligro potencial por todos. Vamos, postmodernidad intravenosa concentrada.

¿Cuál es la sustancia de la Iglesia? El P. Pavel lo deja más que claro en este texto: Unidad trascendente al mundo, unificada por el Espíritu Santo. También nos dice que esta unidad necesita de la negación de sí mismo (ascesis) y de la Paz del Señor. Paz que no es silencio, ni indiferencia, ni ignorancia mutua. Paz que compromiso que trae fuego para quemar el mundo, que no es más que quemar la tramoya del simulacro en que vivimos: “Yo he venido para echar fuego sobre la tierra; y ¡cómo quisiera que ya estuviera encendido!” (Lc 12, 49)

¿Qué nos conduce hacia esta ascesis? Nos dice el P. Paver: “el valor objetivo de la humildad, la castidad y la simplicidad”. Humildad que nos lleva a dar valor a la parte sustancial de la Iglesia como trascendencia y dejar que las estructuras sean lo que realmente son: herramientas humanas carentes de capacidad de salvarnos. Castidad, que conlleva limitarnos a lo que somos y a lo que amamos. Las promiscuidades ecuménicas pueden ser muy bien vistas, pero que no son más que engaños que nos tiende el príncipe del mundo. Simplicidad que a veces confundimos con ignorancia, prefiriendo la comodidad de la segunda al compromiso de la primera. Se es simple cuando somos sustanciales. Cuando dejamos el enjambre de estructuras a un lado y nos dedicamos a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. A Dios se el adora y ama por medio de la sacralidad y al prójimo, a través de la Caridad. Caridad que es Dios mismo que se manifiesta a través de nosotros.

Humildad, castidad y simplicidad, que tal como dice el P. Pavel, son los ángeles de la Escala de Jacob. Escala que nos lleva al cielo cuando estas estas virtudes nos llenan y nos arrastran al mundo, cuando las echamos de nuestro interior. La salvación esta en la unidad sustancial con la Iglesia. La Iglesia que es Cuerpo de Cristo y manifestación de Dios en el mundo. Ese es el gran reto que tenemos por delante hoy en día: “entrar como piedra en la torre que se va construyendo, en unidad con la Iglesia”. Piedras que son diferentes pero iguales en importancia. Piedras que  están llamadas a colocarse en su lugar dentro del Reino de Dios.

sábado, 30 de enero de 2016

Secreto, sigilo y prudencia.


Ojalá me sea concedido esto, y tú amigo Teófilo, con un continuo ejercicio de la contemplación mística abandona las sensaciones y las potencias intelectivas, todo lo sensible e inteligible y todo lo que es lo que no es, y, en la medida posible, dejando tu entender esfuérzate por subir a unirte con aquel que está más allá de todo ser y conocer. En efecto, si te enajenas puramente de ti mismo y de todas las cosas con enajenación libre y absoluta, habiendo dejado todo y libre de todo serás elevado hasta el rayo supraesencial de las divinas tinieblas.

Pero procura que no escuche estas cosas ningún profano; me refiero a quienes se contentan con los seres y no se imaginan que hay algo superior supraesencialmente a los seres, sino que creen que con su razón natural pueden conocer al que puso «la oscuridad por tienda suya» (Sal 17,12). Y si la iniciación en los misterios divinos les supera a éstos, ¿qué podríamos decir de los que son aún más ignorantes, aquellos que describen a la Causa suprema de todos los seres valiéndose de los seres más bajos que existen, y afirman que Ella no es superior en nada a los impíos y multiformes ídolos que ellos se inventan? (Pseudo Dionisio Areopagita. Teología Mística)

Para el ser humano del siglo XXI es sorprendente la indicación al secreto-sigilo que se incluye en este texto del Pseudo Dionisio Areopagita. Hoy en día, que todo ha sido develado y todo es conocido ¿Qué sentido tiene un secreto ante quienes se acercan a la fe desde la prepotencia o desde la idolatría? Podríamos decir que no tiene sentido como guardar ningún secreto, ya que "... no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz" (Lc 8, 17). Lo que sí tiene sentido es guardar prudencia tal como indica este consejo evangélico: "No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen." (Mt 7, 6). No se trata de ocultar, sino de saber transmitir al nivel que cada persona pueda entender los Misterios que conforman nuestra fe.

Si una persona sólo cree en sus ídolos e ideologías, de nada vale que le hablemos de nuestra fe, porque será imposible comunicar. Nada podrá sacar de ello y siempre puede enfadarse y atacarnos. Tenemos que ser prudentes sin por ello guardar secreto alguno. La evangelización es una llamado, una reclamo, un ofrecimiento para que quienes sufren y desean consuelo, sepan donde pueden ir, pero las "perlas" nunca pueden ser entregadas a quienes husmean y desconfían. Los Misterios que conforman nuestra fe deben esperar a que la persona haya encontrado la confianza en el Señor. Entonces se puede hablar de ellos y mostrar el esplendor que traen consigo. Hoy en día estamos viviendo la triste evidencia de la continua profanación de lo sagrado. Los Misterios se banalizan y se reinventan desde puntos de vista ideológicos. Los Sacramentos se han convertido en un campo de lucha social, mientras que la oración ha desaparecido de la vida cotidiana del cristiano.

Un claro ejemplo de esta lucha la podemos encontrar en el Sínodo de la Familia, donde se han planteado las bases para despojar a los Sacramentos de su sentido y su forma. Se ha puesto en cuestión la validez del Signo Sacramental, dando lugar a que ahora nadie sepa si los Sacramentos recibidos han sido válidos. Hace unos días leía un comentario postmodernos a la exclamación: "Hemos perdido el norte" que me puso los vellos de punta. Decía que: "¿Hemos perdido el norte?, no pasa nada. Así podemos encontrar nuevos caminos". Una gran cantidad de personas que se dicen cristianas y católicas, han perdido el norte y lo peor, están contentos de haberlo hecho. Quiera el Señor que no estrellen sus naves contra las rocas de la costa ni se pierdan para siempre en el mar de lo profano. Quiera el Señor que su temeridad no afecte a la Barca de la Iglesia.

sábado, 23 de enero de 2016

...que ellos sean uno, como Tú y Yo somos uno (Jn 17, 11)

¿Cómo podemos tener conciencia del grado o nivel de unidad que existe entre varias personas, grupos o incluso la misma Iglesia Católica? El mejor medio de medir la unidad es observar la comunicación que existe entre personas, grupos, etc. La comunicación se puede medir de una forma sencilla por la cantidad de malentendidos, fricciones y condenas, respecto de la cantidad de comunicación existente. Ojo, unidad no es homogeneidad, sino capacidad de trabajar unidos con los carismas, dones y sensibilidades que Dios nos ha dado como talentos.

Miremos un momento el episodio bíblico de la Torre de babel:

"En ese entonces se hablaba un solo idioma en toda la tierra. Al emigrar al oriente, la gente encontró una llanura en la región de Sinar, y allí se asentaron. Un día se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos, y a cocerlos al fuego.» Fue así como usaron ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de mezcla. Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra.»" (Gn 11, 1-4)

Sólo cuando se habla un mismo "idioma" es posible abordar proyecto conjunto. En el caso de la Torre de Babel el objetivo era llegar hasta el cielo, reeditando el pecado de Adán y Eva: ser como Dios. Como es lógico ese proyecto sólo podía terminar, de nuevo, en fracaso. Para que la obra llegue a su fin y sea buena, necesita de la participación de Dios mismo: "Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles" (Sl 127, 1). Ya Cristo nos dice que "donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20), sólo cuando la unidad se vive en comunión con Cristo, es posible construir según la voluntad de Dios.

Preguntémonos por la capacidad de dialogar sin que se den continuos malentendidos y presunciones mutuas de malevolencia y nos daremos cuenta de que grado de unidad disfrutamos. En los últimos años la Iglesia esta sufriendo una auténtica Torre de Babel, en la que cada persona, grupo, carisma o sensibilidad, quiere imponerse a las demás, al tiempo que las considera como malignos. No es raro encontrarnos con discursos llenos de condenas, por parte de personas con el deber de generar unidad. Al mismo tiempos, a las mismas personas se les llena la boda con frases que condenan que los demás les juzguen.

Fijémonos ahora en un pasaje de los Hechos de los Apóstoles:

Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. (Hch 4, 32-35)

Podemos leer que:
  • Los cristianos de la comunidad de Jerusalén "eran de un corazón y un alma". Estaban unidos más allá de las apariencias o las denominaciones. El alma indica que sus acciones estaban en total sintonía y que se sentían una sola cosa, porque el corazón, el ser, era el mismo.
  • "ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía" Ninguno de ellos se apropiaba de partes de la fe, ni de los bienes que compartían.
  • Los Apóstoles eran el referente: " lo ponían a los pies de los apóstoles", no llegaban a pensar en contradecir lo que la fe apostólica señalaba.
  • La diversidad era tenida en cuenta porque "se repartía a cada uno según su necesidad". No se daba lo mismo a cada cual, sino lo que su carisma y sensibilidad necesitaba.

Podemos decir que los cristianos de esa primera comunidad, respetaban la Tradición Apostólica, nadie se proclamaba dueño de algún carisma especial y además, cuando era necesario se adaptaba a lo que cada uno de ellos necesitaba. Esto se llama fraternidad. Una comunidad que comparte lo que tiene en común y aquello que diferencia a cada uno, se utiliza para enriquecer a la totalidad.

Miremos nuestra comunidad eclesial y nos daremos cuenta que:

  • Los carismas se separan y se cultivan como de su propiedad.
  • La autoridad de los Apóstoles no se tiene en cuenta. Creemos que podemos reinterpretar la fe para adaptarla a los carismas que tenemos.
  • La diversidad se comprender como un problema que genera rencillas y no como una oportunidad de enriquecimiento.
  • Cada persona o grupo, reclama su preponderancia sobre los demás. Abundan los segundos salvadores que suplantan a Cristo.
¿Es posible formar una verdadera fraternidad? Seguro que sí, pero necesitamos la Gracia de Dios para dejar atrás nuestras soberbias y preponderancias. Entender que se puede convivir teniendo a Cristo como eje común y nuestros carismas, como talentos a compartir con los demás




sábado, 16 de enero de 2016

El lenguaje místico cristiano

«Cuando todavía estudiaba la espiritualidad con mi predecesor en el Instituto Oriental de Roma, el P. Ireneo Hausherr, una vez le pregunté ¿Cómo hay que usar la palabra mística? Y él dignamente me contestó: De cualquier manera. Solo que tiene que precisar al principio: ¡Abandonen toda esperanza, los que me estáis leyendo!-» (Card. Tomás Spidlik)

A principios del siglo XX, M. Baldini, en su obra " El lenguaje de los místicos" constató 26 definiciones diferentes de la palabra, lo que indica que no es sencillo hablar de lo mismo cuando utilizamos la palabra mística. Lo importante no es que la palabra mística sea polisémica, sino que seamos capaces de indicar qué es lo que queremos comunicar al utilizarla. De otra forma nos hacemos entender y podamos sacar algo en claro.

En este texto, la mística indica el don que Dios nos da para acceder al Misterio. Misterio que no es nada que pueda ser guardado por los seres humanos, sino la comprensión de la Voluntad de Dios que está detrás de todo lo creado.

Al hablar de mística, quizás la primera pregunta que nos podemos hacer es si existe un lenguaje místico cristiano. La respuesta: sí existe. Lo han utilizado todos los místicos de la Iglesia. Pero, ¿Cómo es este lenguaje? Pseudo-Dionisio Areopagita, uno de los fundamentos de la mística cristiana,  dice lo siguiente:

"Considero que es necesario insistir más en explicar el modo perfectísimo de la unidad y distinción en Dios, para que todo nuestro tratado resulte claro y fácil de entender, evitando lo oscuro e incierto, y, en la medida de lo posible, definiendo lo propio de aquí con distinción, propiedad y orden." (Pseudo-Dionisio Areopagita. Los nombres de Dios).

Pseudo Dionisio nos indica que es necesario utilizar distinción, propiedad y orden. ¿Debe ser oscuro e incierto el lenguaje místico? Decididamente no lo contempla así Pseudo Dionisio. ¿Por qué tendría que ser un lenguaje oscuro? Si lo que se desea comunicar es oscuro y profundo, por su propia naturaleza, no debemos aumentar más oscuridad por medio del lenguaje. Sobre todo es necesario utilizar una semántica clara y no cambiar el significado de las palabras. Hoy en día es muy complicado hacer esto, ya que el relativismo y la postmodernidad nos permiten llamar "árbol" a un gato, sin que nadie se atreva a indicar que es evidentemente una locura. El problema del lenguaje viene de lejos. Desde el romanticismo es frecuente calificar de "escrito místico" lo que se realmente es un galimatias emotivo-sentimental. Lo mismo sucede con la palabra corazón, que a menudo se le despoja de su sentido de centralidad para reducirlo a una metáfora de la dimensión emotivo-empática de nuestro ser.

Los escritos místicos son obras de arte admirables por lo que comunican, no por su incapacidad de transmitir y su oscuridad. Su belleza radica en el esplendor simbólico que emana de ellos y de las proporciones que utilizan. Proporciones que se sostienen en la semántica, el simbolismo y en el pensamiento analógico subyacente.

Los escritos pseudo místicos emotivistas, suelen contener transliteraciones semánticas que evidencian un estado de conmoción o confusión mental. Este estado de confusión mental es frecuentemente confundido en el éxtasis místico. El éxtasis místico y la confusión romántica pueden tener apariencias comunes, pero distan de ser lo mismo. 

El místico utiliza un lenguaje simbólico definido y aglutinante, mientras que los escritos emotivos suelen tener sentidos disgregantes o sesgadores de la experiencia. El símbolo aglutina sentido para mostrar el Misterio subyacente. El Misterio que no puede ser comunicado con palabras directas, por lo que se define y expone por medio de analogías. El razonamiento místico es analógico, está perfectamente definido y es concreto en su desarrollo. Mientras, el lenguaje emotivo translitera los significados, confunde lo diferente y  razona de manera lateral y/o parcial. 

El lenguaje místico cristiano toma como base la forma en que el mismo Cristo nos explica lo inexplicable: la parábola, pero no se queda ahí. Utiliza símbolos y analogías que parten de los escritos proféticos y apocalípticos del Antiguo y Nuevo testamento. Si leemos el Apocalípsis de San Juan, nos daremos cuenta de que, para comprenderlo, es necesario entender y relacionar cada uno de los símbolos utilizados. Esto mismo se puede llevar, por ejemplo, al Evangelio de San Juan, en donde muchos de los Episodios narrados están impregnados de una atmósfera que nos puede parecer onírica o sobrenatural. Un ejemplo típico es el encuentro entre Jesús y la Samaritana, en el pozo de Jacob. San Juan supo transmitir lo que ocurrió dotando a la descripción de mucha más información que la propiamente descriptiva. Estos son algunos ejemplos del lenguaje místico cristiano, entre muchos otros.

Uno de los problemas actuales del cristianismo es la incapacidad de transmitir una parte esencial del Evangelio por medio de este lenguaje místico y simbólico. Tenemos delante a una generación que está educada en el empirismo y que al mismo tiempo, vive dentro de una sociedad llena de simulacros y engaños sociales. El empirismo desnuda el relato místico de todo lo que no sea propiamente descriptivo. Esto produce un entendimiento parcial e inconexo de lo comunicado. Por otra parte, si se fuerza al lector u oyente, a mirar más allá de lo descriptivo, aparecen los prejuicios y desconfianzas de quien se sabe engañado continuamente y juega a aparentar para defenderse.

En resumidas cuentas, en la actualidad el lenguaje místico nos parece una lengua críptica y aparentemente destinada a personas entendidas, a "iniciados". Al ser humano del siglo XXI le sobran místicas y relatos evocadores en los que perderse. Tiene cientos o miles de ellas promocionándose en todos los medios de comunicación. La mística cristiana le parece uno más de muchos submundos imaginarios que le intentan vender constantemente. ¿Qué puede hacer que apueste por este "submundo" y no por por el de Star Wars o por el de "los Juegos de Hambre", tan de moda ambos? La única respuesta es la misma que Cristo nos legó en los evangelios:

Y acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? Y respondiendo El, les dijo: Porque a vosotros se os ha concedido conocer los Misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha concedido. (Mt 13, 10-11)

¿Qué es lo que nos permite dar el paso y abrir el entendimiento a la mística cristiana?  ¿Cómo entender esa elección de la que nos habla Cristo? Es Espíritu Santo sabe soplar y hacerlo de forma justa y caritativa. Él es Quien abre los oídos, los ojos y el corazón para ver a Dios. ¿Qué hace nos cerremos a este entendimiento? El desconocimiento y los simulacros con los que el mundo nos satura. Como indica el Card. Spidlik en la anécdota que abre este texto, abandonemos toda esperanza en nuestras fuerzas y esfuerzos y confiemos únicamente en el don de Dios. Roguemos para ser capaces de recibirlo y perseverar en Él.



sábado, 9 de enero de 2016

Misterio Cristiano cumple 7 años


Tal día como hoy, pero en el año 2009, publicaba mi primer post. Han pasado 7 años y esta cantidad de tiempo merece celebrarse. El número siete indica una cantidad de tiempo que da plenitud y tiene sentido para nosotros.  Cristo nos dijo que perdonáramos hasta setenta veces siete. Además, el blog está cercano a las 100.000 visitas. 

El post más visitado es: ¿Qué es lo sagrado? con más de 9000 visitas y uno de los primeros puestos en las búsquedas de google. Si buscan ¿Qué es lo sagrado en google? se darán cuenta de la relevancia del post. Le siguen De lo Divino y lo humano. De lo Sagrado y lo profano. con más de 3000 y El tiempo sagrado con más de 2000. 

En el primer post del blog hacía referencia a una de las frases de Cristo que mejor definen qué es el Misterio Cristiano:

“Los discípulos se acercaron y le preguntaron: ¿Por qué le hablas a la gente en parábolas? Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los Misterios del Reino de los Cielos; mas a ellos no les es dado. Al que tiene, se le dará más y tendrá en abundancia. Al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará”. (Mt 13,10-12)

A unos se les da en abundancia, a otros se le quita hasta lo que tienen. A unos se le habla directamente de los Misterios del Reino y a otros no les es posible acceder a ellos porque se enuncian mediante parábolas, símiles o símbolos. Hoy en día nos rasgamos las vestiduras por lo poco igualitario que parece ser Dios. Tengo que señalar que la Iglesia ha dado unos cuantos pasos atrás desde ese año 2009. En aquel momento algunas personas nos dedicamos a ahondar en el Misterio y difundirlo como parte sustancia de la fe cristiana apostólica. Hoy en día muchos de estas personas, desgraciadamente, han tirado la toalla. Unos pocos pertinaces y obstinados seguimos adelante. ¿Por qué seguimos? Lo contesto con una frase del mismo Cristo:

Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse, ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un celemín, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. (Mt 5, 14-15)

Cuando una persona tiene esa Luz viva en el corazón, es difícil que decida esconderla debajo de un cajón de medidas (Celemín). La medida es la ley irracional creada discrecionalmente por el se humano. La Luz no se puede medir, cuantizar o retener por el ser humano. La Luz se pone en un candelero para que alumbre y evidencia lo que está en orden y en desorden dentro de la casa. Quiera el Señor que esta Luz no se extinga en mi corazón y siga escribiendo de vez en cuando sobre estos temas.

Aunque la situación eclesial es preocupante, la esperanza nunca desaparece. ¿Cuándo no ha estado perseguida la fe y la Verdad? No es posible quejarse cuando Cristo nos ha dado la respuesta a nuestras dudas:

¿No saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que Dios les ha dado, y que el Espíritu Santo vive en ustedes? (1Co 6, 19

Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en Verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Jn 4, 21-24)

martes, 5 de enero de 2016

Epifanía, Dios manifestado y ser humano.

La Epifanía es primicia del sacramento eucarístico. Los Magos de Oriente llegaron de muy lejos guiados por la Estrella de Belén. Pasaron por la tentación de la visita al Rey Herodes y continuaron su camino hasta encontrar a Dios encarnado en un Niño que había nacido en un resguardo provisional e improvisado. Los Magos no se dejaron engañar por lo que veían, ya que si hubieran visto sólo con los ojos, se hubieran dado la vuelta, decepcionados.

Los Magos admiraron el milagro porque fueron capaces de ver con el corazón y el entendimiento. Dios estaba presente, pero detrás de unos profundisimos símbolos. Nadie puede ver a Dios de forma directa, pero Dios si puede manifestarse por medio de símbolos y comunicarse a través del entendimiento de los mismos. Los Magos se arrodillaron y adoraron al Niño Dios. Le entregaron los presentes con gran reverencia y humildad: oro, signo de realeza, incienso, signo de divinidad y mirra, signo de sufrimiento y pasión. Sin duda el corazón de  los Magos estaba limpio y radiante después de su larga peregrinación y las pruebas a las que se vieron sometidos.

Y si alguien nos pregunta por qué está dicho: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8), nuestra posición, a mi juicio, se afirmará mucho más con esto, pues ¿qué otra cosa es ver a Dios con el corazón, sino entenderle y conocerle con la mente, según lo que antes hemos expuesto? En efecto, muchas veces los nombres de los miembros sensibles se refieren al alma, de modo que se dice que ve con los ojos del corazón esto es, que comprende algo intelectual con la facultad de la inteligencia. Así se dice también que oye con los oídos cuando advierte el sentido de la inteligencia más profunda. Así decimos que el alma se sirve de dientes cuando come, y que come el pan de vida que descendió del cielo (Orígenes de Alejandría. Los Principios)

En la Eucaristía sucede algo similar. Dios está presente, pero nosotros sólo vemos un trozo de pan en manos de un ser humano, el sacerdote, que nos ofrece comerlo. Si miramos la escena con superficialidad postmoderna, sólo veríamos a un hombre vestido de forma extraña que entrega una galleta de pan a quienes se acercan. Por desgracia los propios católicos ya no somos capaces de ver en la Eucaristía a Dios que se manifiesta. La misa y el tiempo que dedicamos a ir a ella, nos parece tiempo perdido. Lo que acontece dentro del templo, nos parece incomprensible e innecesario. Por ello no dejamos de recrear la Liturgia intentando convertir un acto sagrado (incomprensible por naturaleza) en un acto social (cercano, divertido y amigable). Transformamos la misa en un encuentro social y la Eucaristía en un signo de pertenencia al grupo que se reúne. De esta visión social de los sacramentos proviene la reclamación del derecho a que todos puedan comulgar para no sentirse excluidos y de sentirse de “segunda clase”. Hemos perdido la capacidad de ver a Dios en los signos sagrados. Hemos perdido la capacidad de entender más allá de lo que vemos.

Nos pasa como a Parsifal, protagonista de las epopeyas medievales del Santo Grial. Cuando se presenta ante él una procesión con una serie de signos sagrados, es incapaz de preguntar el significado de todo ello. La consecuencia es que el mundo sigue siendo un páramo seco y el Rey Pescador, no sana su herida. Nosotros somos como Parsifal, incapaces de pararnos a ver más allá de las apariencias y darnos cuenta que Dios está presente y nos llam. En resumidas cuentas, ignoramos la maravillosa y terrible manifestación de Dios que acontece delante de nosotros.

El símbolo (El que une y da sentido) es lo que nos dice que hay una realidad invisible tras de él. Lo contrario al símbolo es el diablo (el que separa signo, significado y realidad, genera ignorancia e indiferencia). El diablo nos dice que nada tiene sentido y que sólo las apariencias son importantes para nosotros. Los Magos vieron el Logos, la Luz que vino al mundo y se arrodillaron ante Él. Herodes se quedó en su magnifico Palacio, indiferente a lo que acontecía a pocos kilómetros, aunque los Magos le hubieran advertido de ello. Quedó tramando intrigas y crímenes para que su poder no se viera amenazado. ¿Qué elegimos?
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