lunes, 24 de diciembre de 2018

Feliz y Santa Navidad



Pero veamos si la profecía siguiente que se refiere a la venida de Cristo, se ha cumplido. De hecho, el texto prosigue: «todo lo torcido se enderezará». Cada uno de nosotros estaba torcido –por lo menos si se trata de lo que era en otro tiempo y no de lo que todavía hoy somos- y la venida de Cristo, que se ha realizado en nuestras almas, ha enderezado todo lo que estaba torcido... Oremos para que cada día se cumpla  su venida en nosotros y podamos decir: «Vivo, pero ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20) (Orígenes. Homilías sobre San Lucas, nº 22, 1-3)

Si somos cristianos ¿Qué sentido tiene el nacimiento de Cristo? Seguramente que los festejos paganos nos llevan a olvidar que Cristo vino con un sentido claro: enderezar todo lo torcido. También tendemos a centrar el nacimiento de Cristo en una única noche, siendo una oportunidad cada momento de nuestra vida. Los Padres de la Iglesia hablaban de tres venidas del Señor: la primera, hace más de 2000 años, la última, cuando llegue el momento del juicio final. ¿Cuán nos queda? La que debería de celebrarse en nuestro interior todos los días. Ese es el sentido de la Navidad, recordar que Cristo viene a nuestro corazón cada vez que le abramos la puerta. 

Que esta Nochebuena sea una de esas oportunidades que aprovechemos. Feliz Navidad

lunes, 10 de diciembre de 2018

Liturgia interior y exterior



Uno de los propósitos de la liturgia externa es activar una liturgia interior en la mente y el corazón del adorador, donde se mantendrá a Dios en constante recuerdo para que las oraciones y las intercesiones se le puedan ofrecer sin cesar. Mientras el corazón, por ejemplo, reza la oración de Jesús, la "liturgia interior" se celebra en la capilla del alma. Los Padres de la Iglesia hablan de una kruptiergasia "una obra secreta", que ocurre constantemente en la mente y el corazón del verdadero creyente. Con esto quieren decir que la mente y el corazón estaban constantemente sintonizados con Dios, orando salmos y practicando. Su presencia incluso cuando la persona exterior estaba ocupada en el trabajo manual. La Divina Liturgia sirve para iniciar y fomentar la liturgia interna que tiene lugar en la mente y el corazón del creyente. (Anónimo)

¿Qué es la Liturgia para el cristiano de esta postmodernidad que nos ha tocado vivir? Para la inmensa mayoría de nosotros, la Liturgia es una excusa para ver y ser vistos, es decir, es lo que da pié a una relación social. Por eso la Liturgia se deforma hasta puntos que la llevan a convertirse en un show. Si miramos atrás, no nos encontraremos con el paraíso soñado, ni mucho menos. La Liturgia no pasaba de algo con lo que se debía cumplir, aunque no fuese relevante en la vida. ¿Por qué sucede esto? El texto que compartido como entrada de este post lo dice forma muy clara: ""liturgia interior" se celebra en la capilla del alma" mientras la Liturgia exterior se celebra. Incluso más. La Liturgia interior se ajusta al mandato de orar en todo momento. Podemos vivir con sentido litúrgico y hacer de la Liturgia la línea de vida que nos une a Dios en todo momento.

Aquí es donde la mística nos traslada lejos del sentido socio-cultural de las celebraciones. Nos conduce la Misterio que es "una obra secreta".Secreta no porque sea oculta, sino porque se celebra dentro del templo que todos llevamos en nuestro ser profundo. En esta época de apariencias, simulacros y shows sociales, nuestro corazón es el único lugar seguro donde encontrarse con Dios y arrodillarnos ante Su Majestad y Gloria.  

domingo, 9 de diciembre de 2018

No nos quieren. Nos señalan la salida.


"Ustedes están fuera de los lugares de culto, pero la fe permanece en ustedes. Veamos: ¿Qué es más importante, el lugar o la fe? ¿Quién ha perdido y quién ha ganado en esta lucha? ¿Quien conserva la Sede o quien conserva la fe? Es verdad que las estructuras son buenas cuando la fe es predicada a través de ellas; son santas, si todo sucede en ellas de un modo santo… 

Ustedes son los que están felices, ustedes que permanecen dentro de la Iglesia en razón de su fe; ustedes, que mantienen firmes sus cimientos tal como les fueron transmitidos a través de la Tradición Apostólica. Y si celos execrables intentaran hacerla flaquear en alguna ocasión, no lo lograrán. Son ellos los que se separaron en la crisis actual. Nadie, nunca, prevalecerá contra vuestra fe, queridos hermanos, y creemos que Dios hará que un día volvamos a nuestros templos.

Cuanto mayor sea la violencia que empleen en ocupar los lugares de culto, tanto más se separan de la Iglesia. Ellos aducen que representan a la Iglesia, pero en realidad son ellos los que fueron expulsados y los que se encuentran fuera del camino".( San Atanasio S. IV. Sermón)

No nos quieren, nos señalan la salida porque estorbamos. Nuestra sola presencia les hace sentirse incómodos y prefieren ignorarnos. Esto pasa porque ponemos en entredicho las estructuras que les hacen sentir cómodos y protegidos. Aún así no tenemos que preocuparnos porque la fidelidad a Dios hecho Palabra, hace que nada material o social nos haga sentir mal. En el aislamiento al que nos condenan, nos encontramos con Dios. En el desierto de socio-culturalidad es donde mejor podemos encontrarnos con Dios. Este es el gran regalo que el Señor nos ofrece: encontrarnos con Él justo donde se nos proscribe y aleja.

Tenemos el mejor de los templos donde alabar y orar a Dios: nuestro corazón. Tenemos la mejor Liturgia, ya que de la Liturgia interior nace la Liturgia viva que mueve y conmueve el mundo. Tenemos el desierto para evangelizar, tal como lo hizo San Juan Bautista es su tiempo.


domingo, 2 de diciembre de 2018

Dóciles velas que comunican la Luz, que es Cristo.


Si el hombre se encuentra vacío de bienes superiores, ¿para qué ambiciona bienes exteriores? Considera: ¿de qué sirve un arca llena de bienes si la conciencia está vacía? #SanAgustin (S 72,5).

Tener sólo es una apariencia que oculta que no somos mucho más o mucho menos, que nuestro prójimo. El Señor nos dijo que quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos (Mc 9,30-37) . Servidor, que sirve, ofrece, hace posible, es medio por el que la presencia de Dios se evidencia en medio de nosotros. Servidor que es herramienta dócil en manos de Dios. Servidor que ansía ser transparente, para convertirse en un humilde  medio por el que la gloria de Dios se haga presente en el mundo. Ser transparente para que la Luz, que es Cristo, se manifieste. 

Fijémonos en una simple y maravillosa vela. La vela se quema para que la luz llene el vacío que le rodea. La vela se convierte en nada y no pide nada a cambio. Nadie esconde una vela debajo de un celemín (  Mt 5:14-15 ), porque tener una vela escondida sólo beneficia a nuestra soberbia. Soberbia que es apariencia hinchada y falsedad cómplice. Porque quien quiera salvar su vida la perderá (Mt 16:25) de la misma forma que quien esconde la vela, perderá la luz que está destinada a dar.
A veces. Cuando Dios lo hace posible, la vela que se da cuenta de que sólo tiene sentido mientras se consume dócilmente. Entonces y sólo entonces, se da cuenta de qué es la verdadera felicidad. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. (Mt 5, 8) Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la Luz de la vida.(Jn 8, 12)

domingo, 25 de noviembre de 2018

El cristiano del siglo XXI


La [verdadera] vocación monástica es primordialmente una llamada al desierto, porque el monje es aquel que ha renunciado públicamente a las ficciones de una existencia colectiva y social en la que éxito se identifica con poder, placer y riquezaErmitaño Urbano

El desierto es un concepto que ha desaparecido del cristianismo contemporáneo. Después del CVII, los católicos hemos emprendido un camino de acercamiento humano al mundo. Un camino que busca exaltar lo humano sobre la divinización. Una falsa humanización que se nos presenta como una meta y un fin en sí misma. No nos damos cuenta que la forma de vida actual, llena de apariencias y simulacros, es por sí misma un desierto, un desierto espiritual, un desierto de veracidad. El mundo es un desierto donde parece que Dios ha desaparecido y todo se mueve por la lucha de poder entre quienes lo habitamos. Un desierto sin Dios.

Hay otro desierto muy diferente. Un desierto que invierte la perspectiva de realidad a la que nos hemos acostumbrado. Este sería el desierto donde lo aparente y lo social dejan de ser esenciales. Un desierto en el que los simulacros quedan al margen de nuestra vida. Un desierto donde la presencia de Dios se convierte en lo único esencial.

El problema de los cristianos actuales proviene de hacer nuestro ese desierto sin Dios y abrazar al mundo como lo único relevante para nosotros. Entonces nos convertimos, en el mejor caso, en cristianos socio-culturales. Cristiano-agnósticos que ignoramos la Voluntad de Dios porque nos parece que Dios, está lejos, es indiferente, no es ni útil ni esencial para nuestra vida. Primeramente invertimos los mandamiento (Mt 22, 34-40), anteponiendo el amor a nosotros mismos (egoísmo) y después volcamos este egoísmo encubierto hacia el prójimo. Entonces aceptamos dar la prójimo aquello que nos haría sentir bien a nosotros, aunque eso sea veneno espiritual concentrado. El amor a Dios queda como algo secundario que termina por desaparecer debajo del activismo social que centra la pastoral eclesial actual.

Si recordamos bien, Cristo se retiraba con frecuencia al desierto físico para estar más cerca de Dios. San Juan Bautista realizó la mayoría de su ministerio en el desierto. Los primeros cristianos buscaban tiempos en los que el aislamiento y serenidad. Hoy llamamos “retiros espirituales” a diversas variantes de los ejercicios espirituales Ignacianos. Variantes que no dejan de ser una reunión socio-cultural de sesgo emotivista. En realidad, tememos quedarnos solos frente a nosotros mismos, porque perdemos las justificaciones que nos “protegen” psicológicamente de la mirada de Dios. Somos adictos a los simulacros socio-culturales que nos rodean y motivan diariamente.


¿Cómo debería ser el cristiano del siglo XXI? No deberíamos estar lejos de una vida monástica, aunque vivamos integrados en la sociedad moderna. No hay otra forma de dar testimonio de Cristo en medio de millones de simulacros y apariencias superficiales. Nuestras comunidades deberían buscar lo esencial, en vez de centrarse en lo socio-culturalmente valorado. Seguramente muchos pensarán que esto es muy muy aburrido y que precisamente, esto aleja a las personas que buscan un [pseudo] cristianismo divertido, atractivo y a un modelo de cristiano con una eterna sonrisa de anuncio de dentífrico. Si lo que buscamos en marketing, vender un producto, atender necesidades egoístas, evidentemente no hemos leído los Evangelios y seguimos a algo que tiene poco que ver con Nuestro Señor.


miércoles, 7 de noviembre de 2018

Necesitamos Paz interior. ¿Dónde encontrarla?





Los católicos necesitamos paz interior. Sólo quien tiene paz en su corazón, puede compartirla con los demás. No es nada sencillo disponer de este don y además, encontrar a alguna persona dispuesta a que le comunique. Los seres humanos solemos sentirnos motivados por las polémicas, los enfrentamientos y los antagonismos. Hablar de paz interior, suele conllevar el desprecio y ser señalado como "tibio". La tibieza anida en quien no tiene su existencia dirigida hacia Cristo.
Felices los hacedores de paz, porque se llamarán los hijos de Dios. La perfección está en la paz, donde no hay oposición alguna; y, por tanto, son hijos de Dios los pacíficos, porque nada en ellos resiste a Dios; pues, en verdad, los hijos deben tener la semejanza del Padre. Son hacedores de paz en ellos mismos los que, ordenando y sometiendo toda la actividad del alma a la razón, es decir a la mente y a la conciencia, y dominando todos los impulsos sensuales, llegan a ser Reino de Dios, en el cual de tal forma están todas las cosas ordenadas, que aquello que es más principal y excelso en el hombre, mande sobre cualquier otro impulso común a hombres y animales, y lo que sobresale en el hombre, es decir la razón y la mente, se someta a lo mejor, que es la misma verdad, el Unigénito del Hijo de Dios. Pues nadie puede mandar a lo inferior, si él mismo no se somete a lo que es superior a él. Esta es la paz que se da en la tierra a los hombres de buena voluntad, es la vida dada al sabio en el culmen de su perfección. De este mismo Reino tranquilo y ordenado ha sido echado fuera el príncipe de este mundo, que es quien domina a los perversos y desordenados. Establecida y afianzada esta paz interior, sea cual fuere el tipo de persecución que promueva quien ha sido echado fuera, crece la gloria que es según Dios; y no podrá derribar parte alguna de aquel edificio y con la ineficacia o impotencia de las propias máquinas de la guerra, significa la gran solidez con que está estructurada desde el interior. Por esto continúa: Felices aquellos que sufren persecución por ser honestos, porque de ellos es el Reino de los cielos (San Agustín. El Sermón de la Montaña II, 9)

Amar la paz conlleva unirse al orden que Dios ha determinado dentro de lo natural y lo sobrenatural. Actualmente, quien encuentra la paz dentro del templo de su corazón, será piedra de discordia dentro de una sociedad y una Iglesia postmoderna. ¿Quién se atreve a no dejarse llevar por las modas, los segundos salvadores, las tendencias bien vistas? ¿Quién se atreve a señalar la desnudez del rey desde la sinceridad que conlleva entender lo que sucede? Bienaventurados quienes sufren persecución por causa de la justicia, la honestidad, la sinceridad, que nace de sus corazones. Triste de aquellos que se ven aclamados por las multitudes. Multitudes que le utilizan como excusa y complicidad en sus perversiones y profanaciones.

¿Dónde encontrar esa paz interior que tanto deberíamos ansiar? El corazón de Cristo nos tiene su protección y el Espíritu Santo nos ofrece el sabio entendimiento de lo que acontece. ¿Queremos abrir la puerta cuando llama a ella el Señor? ¿Preferimos quedarnos dentro? Ese es el drama que vivimos actualmente.

domingo, 26 de agosto de 2018

Cuando el Mal corrompe la naturaleza


Estamos viviendo un momento eclesial muy complicado. Estamos viendo cómo el mal ha colonizado la Iglesia y cómo nuestra Madre está siendo ultrajada por algunos que se hacen llamar sus hijos. Aunque sintamos dolor, seamos conscientes que es necesario que el mal se haga evidente para alejarlo de nosotros. Les pongo un ejemplo, normalmente hace falta que tengamos síntomas de una enfermedad para seamos conscientes de la necesidad de curarnos y de hacer más sana nuestra propia vida. Leamos lo que San Agustín nos dice sobre la corrupción:

Si la corrupción destruye en las cosas corruptibles todo lo que constituye en ellas la medida, la belleza y el orden, por el mismo hecho destruye o suprime la naturaleza. De esto se deduce que la naturaleza que es esencialmente incorruptible es Dios. Y, por el contrario, toda naturaleza sujeta a la corrupción es un bien imperfecto o relativo, ya que la corrupción no puede dañarle más que suprimiendo o disminuyendo la nota o el carácter de bondad que hay en ella.  (San Agustín. La naturaleza del bien. C VI)

¿Qué sucede en nuestra Madre Iglesia? Hemos perdido el sentido de lo sagrado y con ello, todo orden, belleza, medida y trascendencia queda supeditado a la subjetividad de cada uno de nosotros. Si cada uno de nosotros propone las medidas y el orden, adecuado a sus intereses, todo es posible y nada llega a ser considerado malo. Si desaparece el entendimiento del mal, el bien deja de ser el sentido de quienes somos católicos. De hecho, hemos dejado entender la Liturgia como la actividad principal de la Iglesia, dejándola como una excusa para darnos importancia a nosotros mismos: la asamblea. Los convocados nos reunimos para nosotros mismos, dejando de lado a Quien nos convoca. ¿Es tan extraño que la corrupción haya golpeado tan fuertemente a la asamblea de convocados? Es la consecuencia lógica de haber olvidado a Dios y haber puesto a nosotros mismo como centro de la Iglesia.

¿Qué hacer? Lo primero es dejar que Dios actúe, mostrando toda la podredumbre que hay dentro. No tengamos vergüenza, sino esperanza. Si no localizamos el foco de la infección, no podremos cauterizar la herida y curarla con los medicamentos adecuados. Si queda algo de podredumbre escondida, la infección seguirá latente. Mejor que aparezca todo lo que está corrompiendo a la Iglesia. Lo segundo es lo que nos toca hacer a cada uno de nosotros: buscar la santidad para que a través de nosotros, Dios se haga presente dentro de la Iglesia. Seguramente estemos pensando en la necesidad de un castigo. San Agustín nos habla de ello:

Dios es para nosotros un bien tan grande, que todo redunda en beneficio de quien no se separa de Él. Del mismo modo, en el orden de las cosas creadas, la naturaleza racional es un bien tan excelente, que ningún otro bien puede hacerla dichosa, sino Dios. Los pecadores, que por el pecado salieron del orden, entran de nuevo en él mediante la pena. Como este orden no es conforme a su naturaleza, por eso implica la razón de pena o castigo. Se le denomina justicia, porque es lo que le corresponde a la culpa o falta. (San Agustín. La naturaleza del bien. C VII)

Para cualquiera de nosotros, la pena empieza por rechazar lo que nos hace pecar. Para nosotros y para la Iglesia, es necesario sufrir alejándonos de los medios que nos han hecho pecar. ¿Hemos sido soberbios y prepotentes? Se impone la humildad y la docilidad. Dar espacio a la verdadera pobreza, que no es no tener dinero, sino dejar que sea Dios quien ordene nuestra vida. tenemos que dejar que vernos y entendernos como poderosos y empezar a vernos como herramientas defectuosas que esperan ser limpiadas y reparadas, por las manos de Dios. Esa limpieza y ajuste duele. Duele porque renunciamos a lo que nos gusta ser y a las apariencias que nos hacer tener poder. Duele porque tendremos que pensar en hacernos pequeños e irrelevantes. Ser irrelevante es el primer paso para que Dios sea el protagonista verdadero. 

El castigo viene dentro de la propia conversión y en el hecho de aceptar humildemente la justicia de Dios. Si no aceptamos hacer esto, el castigo no será vivificador, sino todo lo contrario. Quien se separa de la Voluntad de Dios, va desgastando su naturaleza, para terminar siendo un maltratado muñeco en manos del maligno. ¿Qué castigo es peor? ¿El que nos redime o el que nos hunde y destroza? En nuestra voluntad está empezar a negarnos a nosotros mismos y tomar la cruz, o despeñarnos para morir para siempre. ¿Por dónde empezar? Podemos tomar como punto de partida la profecía que nos legó en 1969 un sacerdote llamado Joseph Ratzinger:

La Iglesia se reducirá y tendrá que empezar de nuevo, más o menos desde el principio. Ella ya no podrá habitar muchos de los edificios que construyó en tiempos de prosperidad. A medida que el número de sus adherentes disminuya. . . ella perderá muchos de sus privilegios sociales. . . Como pequeña sociedad, [la Iglesia] exigirá mayor iniciativa de sus miembros....

Serán tiempos difíciles para la Iglesia, porque el proceso de cristalización y aclaración, le costará mucha energía valiosa. Esto la hará pobre y se convertirá en la Iglesia de los humildes. . . El proceso será largo y tedioso como fue el camino del falso progresismo en la víspera de la Revolución Francesa - cuando un obispo se podría pensar que era inteligente si se burlaba de los dogmas e incluso insinuaba que la existencia de Dios no era en absoluto cierta. . .  Pero cuando la prueba de esta criba pase, un gran poder fluirá de una Iglesia más espiritualizada y simplificada. Los hombres en un mundo totalmente planificado se encontrarán indeciblemente solos. Si han perdido de vista a Dios por completo, sentirán todo el horror de su pobreza. Entonces descubrirán al pequeño rebaño de creyentes como algo completamente nuevo. Ellos lo descubrirán como una esperanza que es para ellos, una respuesta para los que siempre han estado buscando en secreto.

Y por lo tanto me parece cierto que la Iglesia se enfrenta con tiempos muy difíciles. La verdadera crisis apenas ha comenzado. Vamos a tener convulsiones terribles. Pero estoy igualmente seguro de lo que quedará al final: no la Iglesia del culto político, que ya está muerto, pero la Iglesia de la fe. Ella no será el poder social dominante en la medida en que fue hasta hace poco, pero disfrutará de un nuevo florecimiento y será vista como el hogar del hombre, donde se encuentra la vida y la esperanza más allá de la muerte. (La Fe y el Futuro, Joseph Ratzinger)

Tenemos que hacernos pequeños e irrelevantes por nosotros mismos. Tenemos que esperar todo de Dios y no de nuestras fuerzas, edificios, instituciones, poderes, valores, complicidades, mafias, redes de corrupción, etc. Si dejamos de tener poder, será cuando el verdadero poder, el poder de Dios, habitará entre nosotros. Cuando volvamos a reunirnos en Nombre del Señor, Él habitará entre nosotros. Cuando la jerarquía de la Iglesia vuelva a ser la santidad, empezaremos a sentir que la Gracia fluye por cada uno de nosotros. Quizás este sea el mejor de lo momentos para empezar el largo éxodo para volver al hogar que dejamos hace tantos siglos. Dios lo quiera, ruego por ello.



jueves, 23 de agosto de 2018

Los Misterios nos hablan del camino hacia Dios



San Ambrosio de Milán tiene una breve obra llamada "Los Misterios". Es un resumen de las catequesis mistagógicas que se recogen una obra más extensa, llamada "Los Sacramentos". Hoy en día nos parece innecesario andar con "misterios", ya que nos parece que lo conocemos todo. ¿Qué son los Misterios? Podríamos decir que son la profundidad de la Revelación de Dios. Una profundidad que pasa desapercibida para la mayoría de los católicos. Leamos lo que San Ambrosio nos dice:

1. Cada día hemos tenido una instrucción moral cuando se hizo lectura de los hechos de los Patriarcas o de las máximas de los Proverbios, a fin de que instruidos y educados con ellos os acostumbréis a entrar en las vías de nuestros antepasados, a seguir su camino y a obedecer los oráculos divinos, y, así, renovados por el bautismo, viváis como corresponde a los que han sido purificados.

2. Ahora el tiempo nos invita a hablar acerca de los Misterios y a daros la explicación misma de los sacramentos. Si hubiésemos pensado insinuároslo antes del bautismo, cuando aún no estabais iniciados, se hubiera considerado esto como traición de nuestra parte, más que como tradición. Además, la Luz de los Misterios penetra mejor en aquellos que no se lo esperan, que si se lo hiciera preceder de alguna disertación.

3. Abrid, pues, los oídos, y aspirad el buen olor de la vida eterna que os ha sido derramado mediante el don de los sacramentos. Es lo que os hicimos notar cuando dijimos, al celebrar el misterio de la “apertura”: “¡Effeta!, es decir, ábrete" , para que todos los que iban a venir a la gracia supieran lo que se les preguntaría y se acordaran de lo que debían responder.

4. Cristo celebró este Misterio en el Evangelio -como leemos- cuando curó al sordomudo. Pero El tocó la boca porque curaba no sólo a uno que era mudo, sino también a uno que era varón: por una parte, porque quería abrirle la boca para el sonido de la voz que en ella infundía, y, por la otra, porque este tacto que convenía a un varón, no hubiera sido conveniente hacerlo a una mujer  (Los Misterios. I, 1-4)

¿Por qué los Misterios? Porque Dios desea soplar sobre nuestros oídos y tocar nuestra lengua. De esa forma, entenderemos lo que nos Revela y sabremos señalar a otros el mismo camino que estamos andando nosotros. Desgraciadamente, hoy en día entendemos la fe de forma únicamente emotiva y vivencial. Nos han hecho creer que en los primeros tiempos todo era emoción y nada era entendimiento. Por eso la Liturgia actual se ha convertido en algo que casi nadie llega a entender. Por eso la fe ya no es algo sólido y sustancial. Hoy cada cual cree lo que le gusta o siente y lo que es peor, nadie se atreve a buscar los verdaderos fundamentos de lo que creemos, esperamos y realizamos.

¿Para qué los Misterios? Para que la Gracia de Dios nos permita abrir el corazón a Cristo y nos sentemos a escuchar al Logos.

Pd. Gracias a Arantza por su amable y reconfortante comentario. Que Dios le bendiga.

jueves, 16 de agosto de 2018

Mensaje a la iglesia de Esmirna


Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna:

El primero y el último, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida, dice esto: Yo conozco tu tribulación y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás. No temas lo que estás por sufrir. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. `El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda. (Ap 2, 8-11)

¿Cómo se puede ser rico cuando se pasa tribulación y pobreza? Se puede ser rico en arrogancia y soberbia sin tener nada que llevarse a la boca. El ser humano tiende a ser rico de sí mismo y rechazar a Cristo. Cristo que le solicita que se niegue a sí mismo antes de nada.

¿Cuál es la sinagoga de satanás? Es la estructura o red, que acoge y protege a quienes no creen en Cristo, pero se aprovechan de la Iglesia. La Iglesia está muy infiltrada de personas que se aprovechan de ella y que sólo buscan sus intereses personales.

¿Qué tribulación tenemos que soportar? Ser considerados detestables dentro de la misma Iglesia y ser rechazados por arrodillarnos únicamente ante Cristo. Tenemos que tener esperanza, porque tendremos que ser probados y aceptar con serenidad que se nos repudie y desprecie.  Sólo serás diez días, es decir, el tiempo justo perfecto que Dios estima que es necesaria la prueba a la que seremos sometidos.

El Ángel nos dice que si seguimos fieles hasta la muerte, tendremos la corona de la gloria. ¿Qué podemos esperar el mundo sino desprecio? Seamos fieles y no perdamos la esperanza.


lunes, 13 de agosto de 2018

“Creí; por esto hablé” (Salmo 115, 1) ¿Por qué atreverse a iniciar un blog?


Hace unos años, la respuesta a esta pregunta era muy obvia. Tener un blog era en sí mismo una evidencia de éxito personal. Tener algo que comunicar, era algo muy importante, ya que había muchas personas ansiosas de leer nuestras opiniones y conocimientos, sobre multitud de temas. Quien publicaba una bitácora, era alguien interesante por definición. El ciberespacio se convirtió en lo que se llamó la Blogosfera. Es decir, un espacio de comunicación basado en blogs de una inmensa diversidad de tipos y estéticas.

Actualmente, a mitad del año 2018, los blogs son algo del pasado. Tener un blog parece que no es más que un entretenimiento o una herramienta de “venta” personal. Si pensamos en blog de una temática tan poco “vendible” con en el que estoy escribiendo ahora, continuar con él resulta incomprensible. Difícilmente hay personas que dejen un comentario, aunque exista un flujo de visualizaciones constante. En todo caso, el lector ya no tiene necesidad de comunicar con el autor y el mismo autor, tampoco suele estar muy predispuesto a contestar los comentarios. Personalmente, intento comentar y agradecer todos los comentarios que me hacen llegar. Cada uno de los comentarios es como una nota que llega a nuestras manos, tras navegar en una botella, desde lugares recónditos y lejanos. Porque los seres humanos cada vez estamos más lejos los unos de los otros. Cada vez desconfiamos más de los demás. Cada vez nos sentimos más autosuficientes y autónomos. Entonces ¿Por qué escribir un blog? Al menos para mí, hay dos razones:

  1. - Para expresar lo que sé, siento y hago, ordenando todo ello en forma de relato coherente.
  2. - Para comunicar con otras personas que tienen las mismas o similares, inquietudes.


Mi fe y el entendimiento de la misma, me lleva a comunicar. Comunicar aquello que me parece relevante e importante para mi vida. Comunicar aquello que no encuentro por ningún rincón de internet, la sociedad y la Iglesia Católica. Comunicar es dar testimonio de lo que cada uno de nosotros lleva en su interior. No es algo secundario o accesorio. Cristo mismo nos llamó a llevar el Evangelio a todo el que quisiera escucharlo.

En una sociedad y una Iglesia, enfermas de postmodernidad, hablar de trascendencia es como beber agua fresca en medio del desierto. En una sociedad y una Iglesia, que dan más importancia a los simulacros que a la Verdad, hablar del Logos es acercar el sentido y esperanza a quienes tanto la necesitan. Es cierto que cada vez somos menos los interesados por lo sustancial y estamos más separados unos de otros. El diablo sabe que separados no podemos ofrecer la misma resistencia a su maquinaciones y por eso trama constantemente para crear burbujas de realidades alternativas que nos separen.

La única solución que se nos ofrece es aislarnos y vivir la fe de forma íntima y personal. Pero la fe es totalizadora y debería impregnar toda nuestra existencia. Esto nos lleva, de nuevo, a la necesidad de comunicar y establecer comunidades que resistan los planes del maligno. Necesitamos más que nunca, la fraternidad que sólo el Espíritu Santo puede ofrecernos: la hermandad del Paráclito. La hermandad del Divino Paráclito, que se asienta en lo sustancial y la verdadera amistad. Amistad que no busca provecho a través de los demás, sino compartir los talentos con los que Dios nos ha obsequiado a cada uno de nosotros. ¿Qué tendríamos que hacer? 

  1. - Luchar para que el maligno no nos separe
  2. - Orar a Espíritu Santo, para que nos ayude a estar más unidos que nunca
  3. - Vivir la sacralidad como una necesidad personal y comunitaria.
  4. - Comunicarnos y aceptarnos con verdadero amor.

Si hacemos todo esto, podremos esperar a que la Gracia de Dios encienda nuestros corazones y haga que nuestros esfuerzos humanos, tenga fruto sobrenatural.  Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles (Salmo 127) Oremos para que Él nos muestre el camino y sea su Gracia la que nos mueva. 


miércoles, 8 de agosto de 2018

Mensaje a la iglesia de Efeso



Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso:

El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que anda entre los siete candelabros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, tu fatiga y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, y has sometido a prueba a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. Tienes perseverancia, y has sufrido por mi nombre y no has desmayado. Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio; si no, vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar, si no te arrepientes. Sin embargo tienes esto: que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios. (Ap 2, 1-7)

¿Quienes son los nicolaitas de la actualidad? Tomemos lo que indica en el comentario del Apocalipsis escrito por Victorino de Petovio en el siglo II. Este comentario es primero del que se tiene noticia y de ahí que sea de utilidad para entender muchos aspectos del Apocalípsis. Victoriano indica de los nicolaitas que  son «hombres falsos y turbadores que ministrando bajo el nombre de Nicolás crearon para ellos una herejía diciendo que las viandas ofrecidas a los ídolos podían ser exorcizadas y luego comidas,​ y que cualquiera que cometiere fornicación podía recibir la paz al octavo día». Los cristianos creemos que las ofrendas realizadas a los ídolos paganos no deben ser utilizadas por nosotros. No porque sean impuras en sí mismas, sino porque puede parecer que aceptamos estas ofrendas como válidas. Los nicolaitas eran funcionalistas a los que no le importaba comer las ofrendas a los ídolos y realizar actos que eran evidentemente inmorales.  ¿En qué se apoyaban para tener este tipo de comportamiento? Lo desconocemos, pero posiblemente utilizaban la casuística mezclada con una visión indiferentista de Dios. ¿Cuantos neo-nicolaitas tenemos hoy en día dentro de la Iglesia? Sin duda muchos. Se pueden encontrar entre las filas de quienes señalan constantemente ¿Quien soy yo para juzgar? y desprecian a quien señala el error. Son como el escriba, que en la parábola del buen samaritano, sigue adelante sin pararse ante el prójimo necesitado de consejo y entendimiento. 

¿Que significa que el Ángel quitará el candelabro de lugar? El candelabro es donde está depositada la luz para que ilumina nuestro camino. Es un signo de la Iglesia, que sostiene los sacramentos como camino hacia Dios. Sin el candelabro, nada podemos hacer. Sin la Gracia de Dios tampoco podemos nada (). Es evidente que quienes creen en un Dios indiferente, no necesitan de luz alguna. Se bastan con sí mismos para seguir adelante como ciegos en medio de ciegos. Si el Ángel quita el candelabro sólo nos quedará el llanto y el crujir de dientes.

¿Qué es el primer amor? Es el amor de cada uno de nosotros a Dios. Quien desplaza este amor hacia ídolos y segundos salvadores, ha perdido el primer amor. Por muchas acciones solidarias que realice, todo lo que hace, termina siempre a nivel humano y terrenal. Nuestros hermanos poseen la impresa la imagen de Dios. Pero ¿Comos capaces de ver que detrás de lo que tanto nos estorba de ellos está es maravillosa imagen? Esta imagen y semejanza está escondida detrás de la costra del pecado, pero está allí. Todo lo creado, nos recuerda a Dios y nos habla de Él. No podemos odiar lo que ha sido creado por Dios, pero tampoco podemos amar a la imagen por encima del original

Mirémonos en la iglesia de Éfeso y encontremos qué nos pide del Señor. Hemos olvidado el primer amor, que no es más que el amor que le debemos a Dios sobre todas las cosas. El ángel nos pide que nos arrepintamos y que pidamos perdón. La Iglesia actual, de la que somos parte, ama muchas cosas y personas que no son Dios. No se trata de odiar todo lo que no sea Dios, sino aprender a verlo en todos y todo. La huella de Dios ha quedado impresa en toda la creación. Todo y todos, tenemos el signo de Dios en nosotros, pero muchos son los llamados y pocos los elegidos. Pocos son los que permiten que el Espíritu Santo los transforme en símbolos vivos de Cristo entre nosotros. No se trata de convertirnos en líderes, organizadores o conductores de shows culturales basados en la fe. Todo simulacro de fe, está destinado a deshacerse en la manos de quien lo adquiere engañado.

viernes, 22 de junio de 2018

¿Qué es el Símbolo? ¿Cuál es su función?


Actualmente confundimos símbolo con signo o alegoría. Tenemos serios problemas para llegar a adorar a Dios en Espíritu y Verdad (Jn 4, 23). Si no nacemos de nuevo del Agua y del Espíritu (Jn 3, 5) no podremos entrar en el Reino de Dios. ¿Por qué? Porque seremos como aquellos que fueron invitados al banquete y rechazaron la invitación porque no era relevante.

Para el cristiano del siglo XXI es imprescindible tener muy claro qué es y qué no es símbolo. Para dar un paso hacia la comprensión, leamos lo que Marie-Madeleine Davy nos indica:

¿Qué es el símbolo y, también, cuál es su uso? Y ¿cómo diferenciarlo de la alegoría? Las Etimologías de Isidoro de Sevilla a las que los autores y escultores de la Edad Media recurrían gustosamente, precisan ambos términos. Así la alegoría es extraña al lenguaje habitual, y se llama  alieniloquium, pues otro es el sonido y otro el sentido que conviene  captar. Como una piedra preciosa, la alegoría posee diferente significado de la forma que reviste .En efecto, según Isidoro de Sevilla, el sonido o la forma no se corresponden con la realidad. En cuanto al símbolo, Isidoro, interpretando la etimología griega del término, lo toma como un signo (signum) que da acceso a un conocimiento. En griego la palabra δúμβολον (symbolum) significa también la tesera (tableta), cuya mitad se entregaba a los huéspedes con el fin de poder reconocerlos siempre. Las ciudades la empleaban con sus visitantes y los primeros cristianos también se sirvieron de ella como símbolo de unión. Esta interpretación no se aleja mucho de Yámblico que define el símbolo mostrando que presenta un signo, y que este signo establece una relación. También especifica que este término designa normalmente una secreta convención de los Pitagóricos. Para Juan Escoto Erígena, el símbolo es un signo sensible que ofrece semejanzas con las realidades inmateriales. Dichas semejanzas puedes ser puras o confusas. Las puras son exactas, y las confusas están plagadas de diferencias. (Maria-Madeleine Davy. Iniciación a la Simbología Románica)

Quizás nos ayude a entender a qué nos enfrentamos si pensamos en la etimología de la palabra: "diablo". Diablo proviene del griego dia-bolos, por lo tanto significa lo que separa. El símbolo une, da sentido, mientras que el diablo hace justamente lo contrario. Puede haber símbolo verdaderos o falsos. Son verdaderos cuando hacen su función perfectamente. Pero ¿Cuál es su función? Volvamos al texto de Marie-Madeleine Davy:

La función del símbolo consiste en religar lo alto con lo bajo, creando entre lo divino y lo humano una forma de comunicación que deje conjuntados uno a otro. No se trata de celebrar «el matrimonio del cielo y del infierno» según la expresión de William Blake, sino las nupcias de lo divino y de lo humano. Mircea Eliade ha mostrado que el símbolo no sólo « prolonga una hierofanía o actúa como sustituto», sino que su importancia proviene de «que pueda continuar el proceso de hierofanización, y sobre todo, porque, si llega el caso, él mismo es una hierofanía, es decir, que revela una realidad sagrada o cosmológica que ninguna otra "manifestación" está en condiciones de revelar».

De esta manera el símbolo, en su realidad profunda, da testimonio de la presencia de lo divino, traza un círculo en torno a lo sagrado y por este hecho es comparable a una revelación. El hombre siente así una experiencia más o menos inefable de lo divino que adopta formas diversas, dependiendo del punto de la trayectoria sobre la que los símbolos se sitúan y del nivel espiritual del hombre que deviene sujeto de dicha experiencia. (Maria-Madeleine Davy. Iniciación a la Simbología Románica)

El símbolo es mucho más que un signo, aunque ambos comuniquen un significado. El Símbolo representa y sustituye a lo representado. El signo tan sólo comunica algo entre un emisor y un receptor. El símbolo, como indica Marie-Madeleine Davy, re-liga una realidad superior con una inferior. Por ejemplo, si en química utilizamos el símbolo Na, estamos representando al elemento sodio en todas sus dimensiones y en toda su profundidad. En el caso de la religión, los símbolos enlazan en entendimiento limitado del ser humano, con una realidad sobrenatural que excede a la representación de la misma. Podemos decir el símbolo muestra el Misterio y nos permite llegar a entender parte de lo que hay dentro de la profundidad del mismo. 

Como indicaba antes, hay símbolos falsos, que mienten con ello, destrozan toda comunicación fiable. Estos símbolos son el arma del diablo, del maligno, para embaucarnos o hacernos pelear entre nosotros. Son fuente de divergencia y lucha, además hacernos perder la fe, esperanza y la caridad. Pero los símbolos hay que comprenderlos para acercarnos al Misterio que llevan consigo. No debemos quedarnos en la estética o en su sentido social, porque estaremos encallando la nave de nuestro entendimiento en bancos de arena superficiales. La superficialidad, la racionalismo limitativo y las estéticas, destrozan la comunicación entre nuestro ser y el símbolo que tenemos delante.

Por otra parte, el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda cuando necesitamos comprender y profundizar en el entendimiento del símbolo. La Gracia de Dios hace posible que nuestra limitada inteligencia y cerrado raciocinio, supere sus limitaciones y profundice en aspectos imposibles de entender y vivir por nosotros mismos. De nada vale saber el significado de un símbolo, porque nos estaríamos quedando en la superficie del mismo. Adentrarse en el símbolo es lo que hacen los místicos. El conocimiento se expande en todas las dimensiones cuando el Espíritu Santo habla directamente a nuestro ser, nuestro corazón. Entonces aprehenderemos aquello que va más allá de lo visible, entendible y razonable, pero, posiblemente no seamos capaces de comunicar a los demás esa revelación que hemos recibido. Tan sólo podremos vivir la revelación, encontrando el símbolo en nosotros mismo y dándole vida en la plenitud que Dios ha estimado conveniente. Esta es la razón por la que el lenguaje místico es imposible de comprender en su totalidad. El lenguaje místico intenta comunicar con palabras el Misterio que no puede ser explicado con nuestras limitadas capacidades.

Leamos otro fragmento esclarecedor del mismo libro que ante he citado:

¿Cómo manifestar la naturaleza o la presencia de Dios, si no es por símbolos? En este aspecto, un texto de Máximo de Tiro evoca perfectamente lo que queremos expresar: «Dios Padre de todas las cosas y su Creador, es anterior al sol y más antiguo que el cielo; más fuerte que el tiempo y la eternidad, y más fuerte que la naturaleza entera que transcurre... Su nombre es indecible, y los ojos no podrían verlo. Entonces, al no poder captar su esencia, buscamos ayuda en las palabras, en los nombres, en las formas animales, en las figuras... en los árboles y en las flores, en las cimas y en las fuentes. Con el deseo de comprenderlo, en nuestra debilidad, préstamos a su naturaleza las bellezas que nos son accesibles... Es una pasión similar a la del amante, para el cual es tan dulce ver un retrato del ser amado, o incluso su lira, su jabalina... (Maria-Madeleine Davy. Iniciación a la Simbología Románica)

Seguramente nos planteemos qué hacer con los símbolos. ¿Qué tendríamos que hacer? Si lo usamos como objetos de poder, estaríamos dando peligroso pasos hacia la magia. Magia que sabemos que es falsa en sí misma. Sí los admiramos desde la estética o la culturalidad, estaríamos quedando sólo en la superficie del Misterio que representan. Los símbolos hay que contemplarlos más allá de sí mismos, mientras rogamos al Espíritu que nos revele aquello que nos cambiará, nos convertirá, nos transformará por medio de la Gracia de Dios. Como cristianos, nuestro fin es llegar a ser símbolos vivos de Cristo. Símbolos que reflejen al Señor a los demás. Símbolos que les desafíen a no permanecer que actitud quietista o pelagiana, racionalista o emotivista. Símbolos que contagien una pasión similar a la del amante, para el cual es tan dulce ver un retrato del ser amado, o incluso su lira, su jabalina... Esto sí es evangelizar y parece que se nos ha olvidado complemente.

sábado, 16 de junio de 2018

Elementos del Símbolo del Sagrado Corazón de Jesús



Celebramos el mes del Sagrado Corazón de Jesús y por ello no viene mal recodar los elementos que componen su iconografía. Para muchos católicos actuales, el Sagrado Corazón de Jesús es poco más que una imagen más dentro de la infinidad de imágenes que se veneran dentro de la Iglesia. Pero el Sagrado Corazón es algo más que “una imagen más”. Por otra parte, el culto al Sagrado Corazón de Jesús derivó en el siglo XIX hacia un emocionalismo irracional que ha llevado a que muchos lo vean como algo pasado de fecha y totalmente prescindible. Desgraciadamente, cuando dejamos que las emociones suplanten el entendimiento, cualquier manifestación sagrada queda convertida en un elemento cultural más. Veamos entonces los elementos que componen la iconografía y reflexionemos brevemente sobre ellos:

  1. El Corazón. Se encuentra en el centro del símbolo, representando la centralidad, el ser de Cristo, Hijo de Dios. No se trata de una representación de emoción alguna. En todo caso, lo que entendemos al ver el Corazón es la fuente de Agua Viva que se nos ofrece para beber.
  2. La Cruz. La Cruz que se muestra sobre el Sagrado Corazón representa el sacrifico del Señor, la redención que Dios planeó para todo aquel que acepte a Cristo. En la Cruz Dios es elevado como fue elevado la serpiente de bronce por Moisés. “…Y como Moisés, levantó la serpiente (de bronce) en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” (Juan 3:14). La Cruz nos habla de la vida como sacrificio a Dios y del camino para ser discípulos fieles.
  3. La corona de espinas. La corona de espinas tiene dos entendimientos unidos: la realeza de Cristo y el sufrimiento que conlleva hacer la Voluntad de Dios. No existe corona espiritual sin el sufrimiento que transforma y convierte. La corona de espinas nos muestra que el camino a la santidad es la única jerarquía verdadera para Dios.
  4. Las llamas. Las llamas que salen del Sagrado Corazón representan la Caridad. Dios es Amor-Caridad. No se trata de amorcillo o querencia humana, tal como muchas personas lo quieren entender hoy en día. La Caridad es donación de sí mismo a Dios, para servir a Su Voluntad.
  5. La llaga. Representa la herida abierta por la punta de hierro en el costado del Señor. San Agustín dice que el divino Corazón se abre para acogernos en vida y en la hora de la muerte. La herida en el costado produce que salga del cuerpo de nuestro Señor sangre y agua dando final a la agonía que representa la vida humana.
  6. Sangre y agua. Representan la materia sagrada que Dios nos ofrece a los seres humanos. La materia que nos re-liga, nos conecta, nos re-une con su Voluntad. Hablamos de los Sacramentos, aunque la sacralidad se extiende mucho más allá. El mismo símbolo del Sagrado Corazón forma parte de esta materia sagrada que Dios nos ofrece. Agua, que nos muestra la conversión. Sangre, que nos muestra el final que nos llegará con la muerte. Entre una y otra, se eleva Cristo, como símbolo vivo de la Eucaristía.
  7. La luz, que sale del Corazón y se expande hasta el infinito. Representa los efectos de la redención y también el llamado a todos los seres humanos. Dios ha nacido entre nosotros y nos ha dicho que todo y todos, tenemos sentido en Él. Esta luz muestra la acción del Espíritu Santo en todas las acciones del cristiano. La evangelización no es una acción que tengamos que realizar, sino una realidad viva que se desprende de cada corazón humano que se ha unido con el Divino Corazón del Señor.
El símbolo del Sagrado Corazón de Jesús no aparece de repente a finales del siglo XVII cuando Santa Margarita María de Alacoque recibió las apariciones del Señor. Santa Margarita María de Alacoque actúa como recordatorio y potenciador de esta maravillosa devoción. El Símbolo del Sagrado Corazón de Jesús ha estado presente entre nosotros desde mucho antes. De hecho hay referencias escritas desde el siglo XIII y contamos con imágenes muy anteriores. Dios no nos olvida.

Ahora, los católicos del siglo XXI somos los que casi nos hemos olvidado de la importancia del Símbolo del Sagrado Corazón en nuestra fe. Nuestra fe necesita del Símbolo, porque nos ayuda a ver más allá de lo puramente cotidiano. Este olvido ha dado lugar a que el Sagrado Corazón haya dejado de ser una inmensa fuente de devoción y luz en el camino espiritual de la Iglesia. Pero no nos desesperemos, Dios sabe escribir recto con renglones torcidos. El hecho de que recordemos este símbolo en este humilde blog y que usted haya leído estas reflexiones, indica que el Sagrado Corazón sigue vivo en nosotros. Dios no nos olvida y hace llegar su Luz cuando menos lo esperamos. Tengamos esperanza y sobre todo, vivamos la esperanza que nos permite seguir adelante. Oremos teniendo al Sagrado Corazón frente a nosotros.

lunes, 21 de mayo de 2018

¿Necesita el ser humano del siglo XXI lo Sagrado?


He estado mirando cuál es el post más leído de este humilde blog y tengo que indicar que el segundo de los publicados: ¿Qué es lo Sagrado? es el que se lleva todos los honores con poco menos de 14.000 visitas. Si les soy sincero no me extraña lo más mínimo. No es frecuente que alguna persona nos explique qué es lo Sagrado y le dé sentido en nuestra vida actual. Alguna vez en la vida seguro que nos hemos puesto a pensar en ello y seguro que hasta hemos podido tener la tentación de buscarlo en google. Esta es la principal razón de la popularidad del post.

Pero ¿Necesita el ser humano del siglo XXI lo Sagrado? Para responder a esto es mejor responder antes a otra pregunta ¿Qué es lo sagrado para el ser humano del siglo XXI?

En su acepción más superficial, "los Sagrado" es aquello a lo que debemos respeto reverencia, debido a que tiene implícito un cierto tabú. ¿Qué tiene este tabú hoy en día? Podemos hablar de los famosos a los que hay muchas personas que admiran. Podemos hablar de ciertos tópicos socio-culturales que no pueden ser cuestionados porque nos lloverían insultos hasta agresiones físicas. Lo Divino, lo trascendente sólo guarda un ligero y superficial tabú cultural. Sobre todo en determinadas regiones en los que la religión y cultura se mezclan una o más veces al año.

Pero lo Sagrado está más allá de lo social y lo cultural que tanto respetamos. Lo Sagrado es un vínculo de comunicación entre Dios y nosotros. Lo Sagrado conlleva reflejo, analogía, imagen y semejanza de Dios en lo creado y en lo revelado. Por ejemplo, una cruz es sagrada por lo que simboliza, no por su material, su utilización cultural o el sentido social que se le dé. Un sacramento es sagrado, porque Dios se hace presente en él y se comunica a nosotros. En el caso de la Eucaristía tenemo el culmen de lo sagrado, ya que es verdadera Carne y Sangre del Señor. Quien se queda en la apariencia de la Eucaristía, sólo ve una galleta. Quien se queda en el aspecto social, sólo ve que se genera una dinámica comunitaria inclusiva en torno. Quien se queda con el aspecto cultura, ve una costumbre, una tradición, que tiene valor por sí misma.

Volvamos a la pregunta que dá título al post: ¿Necesita el ser humano del siglo XXI lo Sagrado?  La respuesta es SÍ. Cuando el ser humano pierde el sentido de la trascendencia acepta sustitutos de todo tipo. Cambia a Dios por líderes humanos. Cambia el Evangelio por los escrito ideológicos que le dan un sentido a su vida. Cambia el respeto reverencial a lo divino, por un respeto reverencial a lo social. Cambia la unidad con Dios por la unidad socio-cultural de un grupo humano determinado. Dar sentido a los sagrado es complicado para las personas que vivimos en el siglo XXI. Tenemos tantos ídolos que venerar, grupos humanos a los que pertenecer e ideologías que defender, que Dios queda oculto por las estructuras que hemos ido creando en torno del Él. 

A veces hay que ser valiente y hacer como Moisés en el monte Horeb. Llegar hasta la Zarza Ardiente sólo se consigue dejando atrás todo y dejando que sea la Gracia de Dios quien nos guíe en el camino. ¿Quien tiene confianza en que Dios nos llevará a Él en pleno desierto, en una montaña desprovista de vegetación y áspera en todo momento para nosotros. Pero hay que seguir adelante. Aunque nos veamos ascendiendo solos y sintamos que nuestras manos se queman por el contacto con las piedras ardientes. Dios nos espera. Mientras ascendemos, sólo lo sagrado nos recuerda que Cristo es Camino, Verdad y Vida. Esta es la clave y esa Clave sólo es Cristo, el Logos. 



domingo, 1 de abril de 2018

Feliz Pascua 2018



Parecía, pues, que se había satisfecho la sentencia ya que el hombre -que había sido hecho para vivir si no pecaba- comenzaba a morir. Con todo, a fin de que la gracia de Dios perdurase, murió el hombre, pero Cristo halló la resurrección, es decir, que El quiso reintegrar el beneficio celestial que se había perdido por el fraude de la serpiente. Ambas cosas (muerte y resurrección) fueron, pues, para nuestro favor, porque la muerte es fin de los pecados y la resurrección es reformación de la naturaleza (San Clemente de Alejandría. Los sacramentos. I, IV, 17)

La resurrección de Cristo nos muestra que la muerte no es el último destino del ser humano. La vida no es el único tiempo que debemos de considerar, ya que después de morir encontraremos la Mano de Dios, tendida. Si no rechazamos esta Mano, podremos vivir en la Gloria. Aunque tengamos que pasar un tiempo de purificación en el Purgatorio. Pero, si la rechazamos, entonces viviremos una vida de eterna lejanía de Dios.

Feliz Pascua 

martes, 20 de marzo de 2018

La valentía de preguntar

Comencé este blog el nueve de enero del año 2009. Ya han pasado casi diez años. Cuando abrí este blog, lo hice con la certeza de que sería acogido y valorado, en lo poco que pudiera aportar. En aquellos momentos vivimos un momento de gracia en la red. Un momento en el que muchos confluimos en la blogosfera para aportar un granito de arena de testimonio de nuestra fe. Una fe que se sentía acogida por la Iglesia y un esfuerzo que sentíamos que era valorado por la Iglesia en su totalidad. La red se presentaba ante los católicos como un continente lleno de oportunidades de evangelización. Un continente lleno de posibilidades y peligros. Hoy, mirando este blog, he podido comprobar la gran cantidad de blogs que han quedado mudos. 

Blogs que eran como pequeñas velas en la inmensidad de la red. Velas que querían guiar a aquellas personas que buscaban el camino hacia una fe trascendente y profunda. 

¿Qué ha pasado con todos estos blogs? Lamentablemente ha desaparecido la cálida acogida eclesial de hace diez años. Antes nos sentíamos una oportunidad eclesial. Ahora sentimos que se sospecha de nosotros y que siempre hay alguien dispuesto a maltratarnos porque no nos ajustamos al canon eclesial del momento. En el mejor caso, nos ignoran con desprecio. De sentirnos colaboradores, hemos pasado a sentirnos fugitivos. Lo fácil es echar la culpa a tal o cual persona, prelado o tendencia eclesial, pero la culpa no es directamente de estas personas o sensibilidades eclesiales. La culpa es de nosotros mismos, los católicos. Todos tenemos parte de la culpa. 

Nos hemos ido volviendo obtusos, histéricos y melindrosos. Desconfiamos de todos los que nos rodean, porque los sentimos como potenciales maltratadores. Nosotros mismos, tendemos a filtrar el mosquito mientras nos tragamos el camello con satisfacción. 

No podemos decir que la aparente “iglesia de puertas abiertas” nos acoja, pero nosotros tampoco andamos con demasiadas ganas de acoger a nadie. Así, cerrados en nosotros mismos, escalamos peldaños en la postmodernidad que nos oprime. Hay un malsano regocijo en el resentimiento y la desconfianza. Un regocijo de sentirse víctima que mira la yermo que tiene delante. ¿Qué hacer ante le yermo en que la Iglesia se ha convertido? Si echamos la vista atrás, encontramos este tema en el mito de Parsifal. 

Parsifal estaba destinado a sanar la herida del rey pescador. Herida que lo incapacitaba para devolver a la tierra su fecundidad. Parsifal vivió mil aventuras simbólicas en su viaje. Aventuras que debían de prepararlo para el momento crucial. El momento en que vería una enigmática procesión en el castillo del rey pescador. ¿Qué tenía que hacer Parsifal? 

No se trataba de destreza militar o de audacia con las armas o temple ante el peligro. Era todo mucho más sencillo. Únicamente tenía que preguntar qué significaba la procesión y lo que se veneraba el ella.

La primera vez que Parsifal se encontró en esa situación, no fue capaz de preguntar. Su silencio alargó la agonía del mundo. Tuvo que vagar largos años hasta encontrarse ante  la misma ocasión de nuevo. Entonces no dejo pasar la ocasión. Preguntó y su pregunta liberó al rey pescador de la herida que le afligía. El mundo cambió, volviendo los días de esplendor y fecundidad.

Tal vez debamos dejar de mirar las heridas que llevamos encima y atrevernos a preguntar con valentía. 

¿Qué significa la situación eclesial que vivimos? ¿Qué son los signos que se presentan ante nuestros ojos? ¿Qué sentido tiene la fe cristiana hoy en día? ¿Por qué el Reino sigue yermo y nuestros esfuerzos son incapaces de cambiar lo que sucede? No se trata de hacer-hacer-hacer, sino de entender, arrodillarnos con humildad y dejarnos transformar por la Gracia de Dios. Quedan pocos blogs y los que quedan, a duras penas ocultan el desánimo que anida dentro de nosotros. 

Quizás sea el momento propicio para dejarnos transformar por el Señor. La Pascua está delante, muy cerca. El tiempo es propicio.

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