domingo, 22 de noviembre de 2015

Eucaristía, verdadera Carne verdadera Sangre. Benedicto XVI

Los sacramentos son caminos, vías, medios de comunicación con los que Dios nos hace llegar su Gracia. Alguno de nosotros se puede preguntar si estos medios son realmente necesarios o Dios puede enviarnos su Gracias de forma directa. Para Dios todo es posible, podría hacer su Voluntad como quisiera, pero ha decidido darnos unos signos visibles para hacerse presente entre nosotros. Ahora ¿Qué pasa hoy en día con los sacramentos? ¿Por qué son campo de batalla? Desgraciadamente los hemos reducido a ceremonias sociales. No creemos que Dios se haga presente por estos medios e incluso hemos dejado de creer en la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Pero son muy claras las palabras que Cristo pronunció en esa circunstancia: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros" (Jn 6, 53). Realmente, tenemos necesidad de un Dios cercano.  Ante el murmullo de protesta, Jesús habría  podido conformarse con palabras tranquilizadoras. Habría podido decir: "Amigos, no os preocupéis. He hablado de carne, pero sólo se trata de un símbolo. Lo que quiero decir es que se trata sólo  de una profunda comunión de sentimientos". Pero no, Jesús no recurrió a esa dulcificación. Mantuvo firme su afirmación, todo su realismo, a pesar de la defección de muchos de sus discípulos (cf. Jn 6, 66). Más aún, se mostró dispuesto a aceptar incluso la defección de sus mismos Apóstoles, con tal de no cambiar para nada lo concreto de su discurso: "¿También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6, 67), preguntó. Gracias a Dios, Pedro dio una respuesta que también nosotros, hoy, con plena conciencia, hacemos nuestra: "Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68). (Seguir leyendo)

viernes, 30 de octubre de 2015

Cuando la Iglesia enferma

La Iglesia es un ser vivo en el que las personas somos las células que le dan cohesión. La Iglesia, como todo ser vivo, necesita comunión, porque las células necesitan estar unidas para apoyarse, recibir alimento y desarrollarse.

Pero no todo es idílico en la vida de los seres vivos. A veces las células enferman y generan problemas. Estas células enfermas pueden desarrollarse en cualquier parte del cuerpo, por lo que ninguno de nosotros estamos a salvo de poder enferman espiritualmente y perder los vínculos de unidad que nos hacen sentirnos plenamente integrados en el gran organismo eclesial.

En los momentos en que vivimos, el cuerpo eclesial está enfermo por una gran diversidad de motivos, pero el síntoma más evidente de esta enfermedad es que los católicos cada vez nos alejamos más los unos de los otros. Las sinergias que dan vida al organismo se van perdiendo y el cuerpo se va debilitando poco a poco. Detrás de las enfermedades eclesiales siempre está el diablo, el gran separador, el gran mentiroso, el gran conspirador. El diablo juega con los carismas para enfrentarnos e imposibilitar que trabajemos unidos.

El principal vínculo de unidad, la fe, se ha convertido en algo relativo y maleable. El segundo vínculo de unidad: la relación con Dios, la sacralidad, casi ha desaparecido del mapa. Lo podemos ver en la gran cantidad de Liturgias y paraliturgias que conviven. Lo podemos ver en la construcción de templos multi-funcionales capaces de ser utilizados para fiestas, congresos o actos sociales, pero que cada vez albergan menos actos sagrados, como las misas. Lo podemos ver en la desacralización de los sacramentos y su transformación en signos socio-culturales.

Incluso el signo de unidad que Cristo no donó: el Santo Padre, se ha convertido en elemento de discordia y separación. Cada cual crea su clon de Papa ajustado a su ideología y egoístas deseos. Después grita, ¡Todos con el Papa!, reclamando que se unan a su clon Papal. Si no lo hacemos, nos atizan inmisericordes papazos, hasta que consiguen que nos vayamos lejos. Hablan de una misericordia que esconde dentro complicidad indiferente. Cuando se habla de justicia les duele, porque no aceptan que Dios nos regala la ley como primicia de su Gracia. Dios nos señala el camino y después nos envía la Gracia para que lo consigamos andar.

En el caos de propuesta de iglesitas personales, muchos reclaman una Iglesia plural. Si ahondamos en esta propuesta nos encontramos que lo que se solicita realmente es "otra iglesia" diferente. Una iglesia alternativa que se intenta imponer a los demás con buenas palabras y sonrisas vehementes. En todo caso, si les señalamos el engaño, nos dicen que cada cual se quede con la iglesia que más le guste. Eso sí, lo suficientemente lejos para que no nos tengamos que ver unos con otros.

En esta ambiente tan complejo y disonante, sólo el Espíritu Santo consigue que no nos rompamos en decenas de grupos independientes, cada cual con la iglesia que más le gusta. Hay esperanza por que el Señor habla de la victoria frente al maligno. La Iglesia prevalecerá, pero seguramente mucho más pequeña e irrelevante que en estos momentos, tal como el Card. Ratzinger nos comentó en su juventud. Esto es lo que nos hace seguir adelante día a día, la esperanza que conlleva tener fe en las Palabras de Cristo, que siempre son la Buena Noticia que da fuerzas y ánimo.


miércoles, 23 de septiembre de 2015

¿Quién puede ver a Dios? ¿Dónde encontrar a Dios?

Hoy en día la fe católica se ve amenazada por una gran diversidad de formas relativizantes de entenderla. Podríamos decir que el creyente medio tiene la fe en la existencia de Dios, pero lo entiende como un dios lejano o un ídolo-herramienta personal. Hemos perdido el vínculo de la sacralidad. El Misterio Cristiano es desconocido o ignorando. Lo sagrado ya no nos permite acercarnos a Dios e intentar que Dios viva en nosotros. Arrinconamos lo sagrado en museos y admiramos únicamente la estética de su realización humana. Nos importa su historia y su valor, que la puerta a la trascendencia que lleva consigo. Ya no somos capaces de ver la cerradura que abre nuestra alma para que la Luz de Dios entre en nosotros.

El hombre por sí mismo no puede ver a Dios; pero Dios, si quiere, puede manifestarse a los hombres: a quien quiera, cuando quiera y como quiera. Dios, que todo lo puede, fue visto en otro tiempo por los profetas en el Espíritu, ahora es visto en el Hijo gracias a la adopción filial y será visto en el Reino de los Cielos como Padre. En efecto, el Espíritu prepara al hombre para recibir al Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre en la vida eterna le da la inmortalidad, que es la consecuencia de ver a Dios. Pues del mismo modo que quienes ven la luz están en la luz y perciben su esplendor, así también los que ven a Dios están en Dios y perciben su esplendor. Ahora bien, la claridad divina es vivificante. Por tanto, los que  contemplan a Dios tienen parte en la vida divina. (San Ireneo de Lyon. Contra las Herejías, libro IV, 20, 4- 5)

¿Vemos el esplendor a Dios en nosotros, en quienes nos rodean y en todo lo creado por Él? Más bien no. Hemos reducido a Dios a la imagen que está impresa en nuestro hermano, pero aún así, lo que nos importa es sentirnos útiles y se bien vistos cuando obramos filantrópicamente.

Podemos fijarnos en la próxima misa en las actitudes de quienes estamos allí. ¿Cuántas personas se arrodillan en la Consagración? Pocas, por desgracia. ¿Cuántas personas se arrodillan para recibir la Eucaristía? Nadie, porque rara vez nos permiten hacerlo. Para la mayoría de los sacerdotes, lo importante es terminar la misa rápido.

Somos capaces de ver a Dios en los espacios sagrados? ¿Somos capaces de vivir el tiempo sagrado de la Liturgia, para participar de la vida divinidad? San Ireneo nos invita a vivir el sentido sagrado de nuestra existencia cotidiana, pero ya no somos capaces de entender qué nos quiere decir.

No se trata de desvelar un enigma y ver a Dios como algo escondido: “el Espíritu prepara al hombre para recibir al Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre en la vida eterna”. El Misterio no es un enigma, algo secreto a descubrir con nuestras fuerzas e inteligencia. El esoterismo no es compatible con el cristianismo aunque a veces nos vendan que sí lo es. El Misterio Cristiano parte de nosotros mismos que dejamos a Dios actuar en nosotros. Es el Espíritu quien nos prepara y acondiciona para ver a Dios. Nosotros le dejamos actuar, adecuarnos y santificarnos.


El Espíritu es quien nos permite entrar en la Luz, que es el Logos, Cristo. Dios nos permita dejar que el Espíritu nos lleve hasta Cristo y entonces ver su Luz y dejarnos transformar por Ella.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Secularidad y sacralidad

Las palabra sacro  y «sagrado proceden de la lengua latina, como es evidente. Parten del verbo “sancio”, cuyo significado es acotar un espacio físico que será utilizado de forma diferente a los que les circundan. Las palabras derivadas de “sacer” evidencian un uso trascendente de lo material o físico. Se aplican directamente al culto a través de conceptos derivados como “santo”, que relacionan con el espacio físico donde encontramos realidades no cotidianas y dignas de veneración trascendente. La palabra santo, ha terminado por ser sinónimo de  limpio, puro, inocente, propiedades que se relacionan directamente con la trascendencia de las personas que quieren ser, por sí mismas, ese tipo de espacio diferente respecto de lo que nos rodea. La sacralidad es la propiedad que hace a este “espacio acotado” diferente de lo demás. Lo “sagrado” existe en nuestro entendimiento de lo que nos rodea y de nuestra propia vida.

La etimología de secularidad es también interesante. “secular” procede del sustantivo “siglo” en latín. “siglo” indica un largo tiempo que no es eternidad. Contrasta con el término “eternidad” que tiene una dimensión ilimitada y que sobrepasa al ser humano en todos los aspectos.  Secular ser utiliza para indicar el tiempo en vivimos en el mundo, en la realidad que nos rodea. La secularidad o “secular” también tiene relación con nuestra propia vida.

Se puede considerar “secular” como sinónimo de “profano” o “laico”, pero estas dos palabras definen aspectos diferentes de la realidad. De hecho “laico” tiene como sinónimo “seglar”, que es la persona que no ha recibido una consagración especial a Dios. Profano es una propiedad que se contagia. Se hace profano o profana, cuando tomamos algo sagrado y le damos un trato cotidiano, que no lo liga a Dios. Laico se refiere a una persona que no se ha consagrado de forma religiosa. Una persona religiosa que rompe sus votos, se reduce a estado laical. De todas formas, a veces es posible utilizar estas dos palabras de forma similar a secular.

Como creyentes podríamos reflexionar si vivimos nuestra vida de forma secular o sagrada. Evidentemente, la realidad física en que vivimos será la misma sea cual sea la visión que tengamos de nuestra propia vida. Si cogemos un vaso de agua, este acto será lo que es, le demos un sentido sagrado o secular. Lo que hace que un mismo acto sea sagrado o secular, es el entendimiento que demos al acto y a los elementos que intervienen. Para una persona, determinado vaso puede ser sagrado, mientras que para otra puede ser un vaso normal. Tomar ese vaso puede ser un acto sagrado para unos y para otros un acto totalmente secular.

Hagámonos algunas preguntas ¿Se puede vivir la vida de ambas formas al mismo tiempo o son antitéticas? ¿Podemos dar un sentido sagrado, de unidad plena con Dios, a cualquier acto? Evidentemente no es posible. Sólo los actos que están en sintonía con la Voluntad de Dios pueden considerarse como sagrados. Lo que Dios no desea, no nos puede unir a Él. Lo sagrado se vive en unidad y sintonía con lo que Dios desea de nosotros. Un acto secular no conlleva relación y sintonía con Dios. Por lo tanto no es posible vivir la unidad con Dios y no vivirla, al mismo tiempo.

¿Qué diferencias hay entre una visión y otra? Vivir de forma sagrada, como hemos visto, tiene una relación directa con la santidad. La santidad es, al mismo tiempo, un objetivo y una realidad que se unen en cada momento que vivimos. Ser herramientas dóciles a la Voluntad de Dios hace posible la santidad y un entendimiento sagrado de nuestra existencia.

¿Podemos decidir cómo vivir nuestra propia vida? Sin duda podemos poner nuestra voluntad en ello, pero es evidente que vivir con un entendimiento sagrado o santo, es imposible para nuestra limitada,  escasa e intermitente voluntad. Los santos no lo son por ejercer su voluntad personal, sino por poner su voluntad en manos de Dios, para hace posible que la Gracia les permita acceder a la santidad. Ahora, quien no poner su voluntad en manos de Dios, rechaza la Gracia de Dios, ya que no cree en ella o la cree innecesaria para su vida. Sin duda esto nos permite entender determinadas expresiones de Cristo que parecen imposibles de aceptar por ser contradictorias al entendimiento secular de la vida. Por ejemplo: Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. (Mt 16,24-24).

Los cristianos de hoy en día hemos perdido el sentido de lo sagrado. Pensamos que es algo que no tiene nada que ver con nosotros. Algo imaginario que no nos aporta nada a nuestra vida. Estamos en un gran error y estamos pagando por ello. Lo podemos ver en las constantes contradicciones que existen dentro de la Iglesia y los enfrentamientos entre nosotros mismos. La secularidad es siempre múltiple y relativa a cada uno de nosotros. La sacralidad es coherente y única, ya que sean cuales sean las formas que utilicemos, nos llevan al mismo sitio: a Cristo, la Verdad, el Logos que da sentido a todo y a todos.


domingo, 9 de agosto de 2015

¿Dispuesto a recibir la Gracia de Dios? San Ambrosio de Milán


Confieso que con más de treinta años y tras leer a San Ambrosio de Milán empecé a entender qué son los sacramentos y su importancia dentro de mi vida de fe. Es trágico que las catequesis mistagógicas hayan quedado relegadas a algo accesorio o prescindible.


La fe que se nos ofrece hoy en día es una mezcla de cultura, socialización, emotividad y buenismo concentrado. Despreciamos el conocimiento y sobrevaloramos el activismo y la emotividad por separado, lo que nos lleva a dividirnos internamente y a ser incapaces de entender que hay mucho más allá de los aparente, estético o social.

Lo sacramentos se reconocen por la Iglesia como signos que transmiten la Gracia de Dios. Signos que comunican a Dios mismo, aunque a veces parece que son simples actos conmemorativos de tipos social. De hecho algunas personas comulgan para no sentirse rechazadas por la comunidad. Otras veces, como en el bautismo, parece que la Liturgia sea como un formulario que permite al niño integrarse socialmente. Por eso se le da tanta importancia a aspectos accesorios, como las personas que hacen de padrinos o el festejo posterior. Decía Cristo que si un ojo te hace caer, arráncatelo. Si el problema es que los padrinos no representan lo que debieran y la presión social se impone a obispos y sacerdotes, simplemente olvidemos a los padrinos. No son necesarios.

Los sacramentos son mucho más que formas rituales de integración social. Son medios de comunicación de Dios mismo:

Es admirable que Dios haya hecho llover el maná para nuestros padres y que se hayan saciado cada día con pan del cielo. Es porque se ha dicho: «El hombre ha comido el pan de los ángeles» (Sl 77,25). Sin embargo todos los que comieron de este pan en el desierto murieron. Y por el contrario, este alimento que recibes, este pan vivo bajado del cielo, da el alimento de la vida eterna, y quienquiera que lo coma no morirá jamás. Es el Cuerpo de Cristo... (Seguir leyendo)


domingo, 26 de julio de 2015

Los milagros de Cristo no fueron magia. San Agustín


Hoy en día muchas personas no creen en la divinidad de Cristo ni en ninguna divinidad. Ellos creen que no existe nada más que la realidad física y humana que les rodea cotidianamente. Los milagros, por lo tanto, les parecen cuentos o exageraciones que los Apóstoles compusieron para embaucar a la gente. Si pensamos que todos dejaron todo lo que tenían detrás, para seguir a Cristo. La mayoría murieron martirizados. ¿Qué razón tenían para querer engañar a los demás? Ninguna, por lo sólo queda una hipótesis cuando no queremos aceptar los milagros: sufrieron alucinaciones además de padecer problemas mentales.

Los cristianos creemos firmemente las palabras que los Apóstoles dejaron escritas en los Evangelios, ya que son Palabra de Dios. Creemos que el Espíritu Santo iluminó su mente y sus recuerdos, para conformar la Tradición, que se volcó en los Evangelios parcialmente. Quien no cree en los milagros de Cristo, no cree en su divinidad y por lo tanto, intenta humanizar a Dios para poderlo utilizar a su conveniencia.

Los milagros que ha obrado nuestro Señor Jesucristo son, verdaderamente, obras divinas. Disponen a la inteligencia humana para que conozca a Dios a partir de lo que es visible, puesto que nuestros ojos, en razón de su misma naturaleza, son incapaces de verle. (Seguir Leyendo

domingo, 12 de julio de 2015

Veintiún siglos y todavía no tenemos claro qué es evangelizar



Puede parecer mentira o una exageración, pero según pasa el tiempo me doy cuenta que evangelizar un verbo que no terminamos de tener claro los católicos. Esta intuición la llevo conmigo varios años pero se me ha reavivado con el viaje del Papa Francisco a varios países de América. Si nos damos una vuelta por las redes sociales leeremos que el Papa, al hacer o no hacer determinados actos, estaba evangelizando. Por ejemplo, al hablar de forma poco amable con la labor evangelizadora y civilizadora de la Iglesia en América, resulta que estaba evangelizando. Cuando aceptó con normalidad el crucifijo comunista, también era evangelizar. Cuando pidió perdón por el maltrato a los pueblos indígenas, también evangelizaba.

Muchos de los gestos “políticamente correctos” que el Papa ha realizado no son evangelizadores, sino gestos diplomáticos que buscan distender las siempre complicadas relaciones entre la Iglesia y los gobiernos. No los confundamos, porque podríamos creer que evangelizamos cuando le decimos a un niño que no tire papeles al suelo.

¿Qué es entonces evangelizar? Evangelio significa: la Buena Noticia. Como nota curiosa, para los romanos contemporáneos de Cristo, la “buena noticia” era la Paz Romana impuesta en torno al mar mediterráneo. ¿Cuál es la buena noticia para un cristiano? Que Cristo, el Hijo de Dios, nació como uno de nosotros, para vivir con nosotros y hacer posible la salvación de todo aquel que le acepte. Evangelizar no es una acción secundaria sino una labor prioritaria:

Si a alguno disgusta el oír que será juzgado porque no enseñó a otros, recuerde aquello del Apóstol: “¡Ay de mí si no evangelizare!” (1Cor 9,16). (Orígenes, homilia 33 in Matthaeum)     (SEGUIR LEYENDO...)

domingo, 5 de julio de 2015

Líderes Prêt-à-porter para el siglo XXI. Simeón nuevo teólogo



Igual que ver a una persona sufrir es triste, ver como la Iglesia sufre es triste. Pero cuidado, estar triste no quiere decir que se haya perdido la esperanza y se viva con la alegría que da el evangelio. Señalar lo problemas y sentir el gran daño que el diablo está haciendo es tan necesario como no dejarse llevar por la resignación y la desesperanza. La Iglesia actual sufre por una fuerte falta de unidad interna, vivimos una época de separación, distancia, sospechas mutuas, simplezas y complicaciones extremas, apariencias sin fondo y misterios que ya no sabemos comunicar. 
Ante todo esto, cabría preguntarse por qué hacer y qué postura tomar. ¿Qué sería de nosotros si hubiéramos vivido en el tiempo de los Apóstoles? ¿Habríamos vivido una época con menos problemas y desastres? ¿Nos hacen falta líderes que nos lleven de la mano? ¿Qué líder hace falta para un rebaño que los repudia? 

Son muchos los que no cesan de decir: «Si hubiéramos vivido en tiempo de los Apóstoles, y si hubiéramos sido juzgados dignos de ver a Cristo como ellos, también como ellos seríamos santos». Con eso ignoran que entonces como ahora que es Él el mismo que habla, tanto ahora como entonces, en todo el universo... La situación actual no es seguramente la misma que la de entonces, pero es la situación de hoy, de ahora, que es mucho más dichosa. Con más facilidad nos conduce a una fe y una convicción más profundas que el hecho de haberlo visto y escuchado entonces corporalmente… (Seguir leyendo)

domingo, 28 de junio de 2015

Dios se acerca primero y nos espera. Pseudo Crisóstomo

El evangelio de hoy domingo 28 de junio es muy bonito. Muestra dos curaciones y las circunstancias en las que se produjeron. La hemorroisa y la hija del jefe de la Sinagoga son personas que necesitan de Cristo y no se quedan es su casa esperando. La primera de ellas toma la iniciativa y toca el manto del Señor. En el segundo caso, es el padre de la niña, el que va a implorar la misericordia de Cristo. Aunque Cristo es siempre el que da el primer paso para estar cerca de nosotros, también es evidente que espera pacientemente a que seamos capaces acercarnos a Él. 

Aquellos, pues, que tocan por la fe a Cristo, reciben de El sus virtudes con la buena voluntad que viene de El. "Al mismo tiempo Jesús, conociendo la virtud que había salido de sí, vuelto a los circundantes decía: ¿Quién ha tocado mi vestido?". Las virtudes del Salvador no salen de Él materialmente, como si lo abandonaran de algún modo, porque, siendo incorpóreas, cuando salen para comunicarse a otros no abandonan a aquél de quien han salido, como las ciencias que se dan por el maestro a los discípulos. Dice pues: "Conociendo la virtud que había salido de sí", para darnos a entender que la mujer recibió la salud, no sin que El lo conociera, sino sabiéndolo. No obstante, preguntaba: "¿Quién ha tocado mi vestido?", para que se manifieste aquella mujer, se divulgue su fe, y no se pierda en el olvido el beneficio de aquel milagro. (Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum)

En el pasaje de la hemorroisa, siempre me ha parecido curioso que Cristo aparentara desconocer quien le había tocado. (seguir leyendo ->)

domingo, 21 de junio de 2015

¿Por qué tenemos miedo? ¿No tenemos confianza en Dios?




El ser humano teme lo que desconoce y cuando ve presentarse lo desconocido, actúa con violencia para apartarlo de su lado. Cuando nos fijamos en la maravillosa sociedad tecnológica y postmoderna que hemos creado, parece increíble que la ignorancia y los prejuicios sean uno de sus fundamentos. Como decía en mi anterior post, es interesante fijarnos en las reacciones que se han dado y se dan, ante la última Encíclica del Papa: “Laudato Si”. Esta Encíclica profundiza una de las preocupaciones más difundidas hoy en días: la sostenibilidad del desarrollo humano y se sitúa de forma clara ante algunos de los desafíos más importantes de nuestra sociedad: el aborto, la eutanasia y el control de natalidad

Ante la Encíclica se ven comportamientos reverenciales que a veces llegan a ser ridículos, atribuyendo al Papa indicaciones que llevan décadas dando vueltas por el mundo. Como curiosidad, he leído a una persona que decía que a partir de ahora, toda parroquia tendría que crear una política medioambiental y normas de estricto cumplimiento para los fieles. Es decir, normas estrictas para el comportamiento social que contrastan con una indiferente laxitud en el campo Litúrgico. ¡Cuanta desorientación! Otros, por el contrario, se afanan en encontrar todo resquicio de duda y mala interpretación, con el objeto de desacreditar al Santo Padre. Si somos sinceros, es necesario reconocer que la inmensa mayoría de los católicos nunca leerá la Encíclica ni tendrá más noticias que los titulares de los grandes medios de comunicación. El “revuelo” mediático terminará en un dos o tres de semanas y volveremos a la aparente aburrida “realidad” de nuestra vida cotidiana de fe. Esa vida que necesita del Señor como pilar fundamental para que el miedo y la ignorancia, desaparezcan. (Seguir leyendo)

domingo, 14 de junio de 2015

¿Qué es el Sagrado Corazón de Jesús hoy en día?


El pasado viernes 12 celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Es una fecha de importancia que suele pasar sin pena ni gloria dentro de los tiempos litúrgicos. Para mi generación, hablar del Sagrado Corazón es hablar de una lejana devoción de nuestros abuelos. Tengo que confesar que lo que recogí del culto al Sagrado Corazón, de pequeño y joven, fue un barullo devocional sin pies ni cabeza. De joven me preguntaba qué razón hay para celebrar una parte de Cristo si ya celebramos su resurrección todos los domingos. Como es lógico, nunca recibí contestación alguna a mis dudas por parte de mi entorno eclesial y familiar.  Pero, con el tiempo encontré una lectura que me hizo reconsiderar mi opinión y mi desinformación sobre el tema. Aquí les traigo algunos fragmentos:

La historia del culto al Sagrado Corazón presenta un desarrollo de lo más paradójico. Por una parte, es una devoción que hunde sus raíces en el origen mismo de la dogmática cristiana, que gozó de la estima de numerosos santos, que fue objeto de una extraordinaria intervención celestial en Paray-le-Monial en el siglo XVII, y que siempre ha sido autentificada y favorecida por el magisterio supremo de la Iglesia; pero, en contrapartida, parece haberle estado reservado un extraño destino que la condenaba a cierta incomprensión por parte del pueblo cristiano y, en la actualidad, a decir verdad, a un verdadero desafecto.

Las causas de este desafecto actual son evidentes; fueron muy bien analizadas en una encuesta realizada en la década de los 50 pero cuyos resultados siguen siendo válidos todavía. De ella se desprendía que lo que aleja de esta devoción es el estrecho pietismo y el sentimentalismo en el que pronto se sumió y cuyo origen debe buscarse en un desconocimiento de la mística de tipo afectivo de los santos que han tenido revelaciones al respecto; mística que en realidad ocultaba una doctrina y una experiencia de orden totalmente teologal e intelectual en el verdadero sentido de la palabra. La deformación de esta mística y su «estereotipado», por decirlo así, originó manifestaciones devocionales privadas, de naturaleza totalmente superficial, libros piadosos que se aplicaban ante todo, o únicamente, a aspectos secundarios del culto en cuestión, además de una confusión fundamental que hacía que no se viese en el «corazón» otra cosa que un símbolo afectivo; y por último, y tal vez sobre todo, originó toda aquella masa de cantos amanerados, dulzarrones o ñoños, aquella proliferación de imágenes y estatuas pintarrajeadas del peor gusto, y la representación del Corazón Divino en la forma extremadamente realista de víscera sanguinolenta, cosa que únicamente podía provocar repulsión y desacreditar indirectamente a un culto que naturalmente no tiene nada que ver con ese pietismo repulsivo.(Jean Hanni, Mitos, Ritos y Símbolos, Vías Espirituales, Culto al Sagrado Corazón)

Hoy en día la Liturgia se ha convertido en una escusa para que la comunidad cristiana y la familia cercana, se reúna en ocasiones especiales: bodas, bautizos, comuniones, funerales, etc. En el mejor caso, nos esforzamos por reunirnos semanalmente poniendo de escusa que tenemos que “ir a misa” como obligación. Pocas personas ven en los sacramentos algo más que excusas para verse y celebrar la comunidad, por encima de todo. (seguir leyendo...)

domingo, 7 de junio de 2015

Corpus Christi: hacer presente a Cristo en el mundo



Hace un par de días escuchaba una estupenda reflexión del mi Obispo, D. Rafael Zornoza, en la que señalaba que en la Fiesta del Corpus paseamos a Jesús Sacramento por las calles y esto es bueno y bello. Nada que objetar ni que criticar, porque la presencia de Cristo Sacramento en las calles es un testimonio de su presencia entre nosotros. Decía D. Rafael, que aparte de todas las procesiones y actos de tan señalado día, no nos vendría mal pensar en que nosotros mismos podemos ser custodia de Cristo. Una custodia que haga presente a Cristo en las calles todos y cada uno de los días del año. 

Seguro que alguna persona tuvo que pensar que esto sería llevar las cosas muy lejos. Seguro que para estas personas un día de fiesta socio-cultural al año es más que suficiente. Pero el Mensaje y el Misterio son mucho más que actos sociales e institucionales. ¿No somos templos del Espíritu Santo? ¿A qué esperamos para intentar llevar a Cristo todos los días en nosotros? 

Sin duda cualquiera de las custodias que empleamos para transportar a Jesús Sacramento es digna e incluso muchas de ellas son joyas y obras de arte. Sin duda la Sagrada Forma es presencia real de Dios entre nosotros. Pero tenemos que se conscientes que para Dios, cualquiera de nosotros somos más valiosos que la más maravillosa custodia. Cuando nosotros llevamos en nosotros la presencia de Cristo, podemos mostrar que es una verdad viva que respira y siente. (Seguir leyendo)

domingo, 31 de mayo de 2015

Ser dulce fruto de la voluntad de Dios. Juan Taulero #Marref





¿Quién, hoy en día, quiere ser fruto de la Voluntad de Dios? Pocos en estos momentos, ya que pensamos que debemos ser frutos de nosotros mismos. Queremos que los demás crean que somos consecuencia de lo que queremos ser y de nuestra voluntad. Nos encanta dar la apariencia de ser personas que se han construido a sí mismas, pero tenemos un miedo terrible a que se profundice en lo que realmente somos. Por desgracia, la postmodernidad nos está llevando a ser productos de marketing, todo apariencia y campaña de publicidad, pero vacíos por dentro. Seres incapaces de juzgar, discernir, pero con gran capacidad de aparentar.

Esto se puede generalizar y darnos cuenta que toda la sociedad se mueve por apariencias, por simulacros que aceptamos, aunque sabemos que son falsos. La política es una de esas apariencias que todos sabemos que está vacía, pero nos aferramos a ella como si fuera la salvación personal y colectiva. Nos aferramos al activismo que busca aparentar y crear opinión, pero olvidamos que en la guerra de apariencias el cristianismo tiene todas la de perder. 

Nuestra vida debe ser fruto de la Voluntad de Dios y no apariencias que vender a los demás. Todos conocemos esas manzanas rojas, espléndidas,  apetitosas, que cuando se muerden están amargas y secas por dentro. Dios no quiere que quedemos en simples apariencias, quiere que nuestro ser sea un fruto dulce y lleno de beneficios para los demás. 
Los pies de la vid se ligan, se escalonan, se doblan los sarmientos de arriba abajo, se les ata a algo sólido para sostenerlos. Por ahí se puede comprender la dulce y santa vida y la pasión de Nuestro Señor Jesucristo que, en todo, debe ser el sostén del hombre de bien. El hombre debe ser curvado, lo que en él hay de más alto debe ser abajado, y debe abismarse en una verdadera y humilde sumisión, desde lo profundo de su alma. Todas nuestras facultades, interiores y exteriores, tanto las de la sensibilidad y de la avidez como nuestras facultades racionales, deben ser ligadas, cada una en su lugar, en una verdadera sumisión a la voluntad de Dios. (seguir leyendo)

domingo, 24 de mayo de 2015

Espíritu Santo, sálvanos como Iglesia y sociedad.J Ratzinger S. Juan Crisóstomo


¿Qué fue Pentecostés? Al igual que la resurrección de Cristo venció la caída de Adán y Eva, Pentecostés fue la superación de la Torre de Babel. Las construcciones humanas no pueden nunca llegar a Dios, ni a la Verdad. Cuando creemos en nuestra autonomía de Dios, perdemos el contacto con Él y pasamos sufrir las consecuencias.


Hoy en día vivimos la construcción de muchas Torres de Babel. Algunas dentro de la Iglesia, pero la mayoría son construcciones ideológicas de la sociedad con el objeto de dominarnos y hacernos sufrir. El lenguaje es el campo de batalla. Ya no podemos comunicarnos de forma clara, porque las palabras han ido cambiando de significado, lenta e inexorablemente. Hablar de matrimonio es hablar de un contrato civil con capacidad de revocarse en cualquier momento. Esto hace que cada vez menos personas deseen casarse, ya que el matrimonio se ha convertido en un simulacro oficial, que esconde una relación temporal. Para eso mejor convivir y que el estado no te tenga vigilado. Tampoco hay una relación directa entre matrimonio y familia. Tampoco los niños tienen razón de tener un padre y una madre. Como me decía hace unas horas una chica en Twitter, todo depende de “cómo definamos padre y madre”.

Dialogar no compromete a quienes lo hacen al respeto mutuo, sino al respeto de lo que estima es “políticamente correcto” y está bien visto por los grupos de presión progresistas. Es posible invocar los derechos humanos para denigrarte mientras se les llena la boca de legalidad y derechos de unos sobre otros. Por desgracia, todo derecho no natural, termina siendo un privilegio de un grupo de personas sobre otro. Hoy en día ya sabemos quienes ganan derechos en contra de nosotros.

Pentecostés: viento  y  fuego  del  Espíritu  Santo  fundan  la  Iglesia.  Esta  no  nace  de  una  decisión autónoma, ni es producto de una voluntad humana, sino creación del Espíritu Santo. Este  Espíritu  es  la  superación  del  espíritu  babilónico  del  mundo.  La  voluntad humana de poder como se expresa en Babilonia tiende a la uniformidad, pues se trata de dominar y de someter, y por eso precisamente suscita odio y división. En cambio, el Espíritu de Dios es Amor, y por ello suscita reconocimiento y crea unidad, en la aceptación  de  la  diversidad  y  la  multiplicidad  de  lenguas  se  comprenden recíprocamente. (J. Ratzinger. La Iglesia, 3)

Hoy en día se entiende que la diversidad es un valor. Por desgracia esto ocurre hasta dentro de la Iglesia. Un aparente valor que se utiliza para separarnos y discriminar. La diversidad es una realidad que debe ser iluminada por el Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo no une en fraternidad a la diversidad, los dones del Espíritu no pueden fructificar. Los carismas son regalos de Dios para que los utilicemos en beneficio de la comunidad.

Oye cómo habla  Pablo  y  cómo  pone  la  virtud  por  encima  de  los  milagros: Emulad —dice— los carismas del espíritu. Y aún os quiero mostrar un camino de todo punto excelente (1 Cor 12,31). Y cuando viene a describirnos ese camino, no nos habla ni de resurrección de muertos, ni de curación de leprosos, ni de cosa semejante. En lugar de todo eso, pone el Apóstol la caridad. (San Juan Crisóstomo. Homilía 32 sobre el Evangelio de San Mateo)

domingo, 17 de mayo de 2015

Los frutos de la oración. San Bernardo


 En nuestra sociedad actual, la oración resulta algo incomprensible. Pararse a realizar monólogo parece una perdida de tiempo colosal. En todo caso, lo que se nos dice es que tenemos que ser activistas que tomen las calles o llenen las redes de hashtags. Hoy domingo se celebra la Jornada Mundial para las Comunicaciones Sociales, en las que la Iglesia tiene mucho que aportar. 

La comunicación social está íntimamente relacionada con la evangelización y también con la oración. La oración es más fuerte que la mejor campaña de marketing eclesial que podamos planear y financiar. La oración nos acerca a la Voluntad de Dios, de manera que nuestras acciones estén en línea con lo que Él quiere de nosotros.
 
Cada vez que hablo de la oración, me parece escuchar dentro de vuestro corazón ciertas reflexiones humanas que he escuchado a menudo, incluso en mi propio corazón. Siendo así que nunca cesamos de orar ¿cómo es que tan raramente nos parece experimentar el fruto de la oración? Tenemos la impresión de que salimos de la oración igual que hemos entrado, nadie nos responde una palabra, ni nos da lo que sea, tenemos la sensación de haber trabajado en vano. (seguir leyendo)

domingo, 10 de mayo de 2015

Política, Verdad y ser humano. Benedicto XVI


La sociedad es como un jarrón al que una pelota de golf hizo estallar en pedazos (trozos, partidos). Cada trozo lucha por ser el que mande y reconstituya la sociedad a su imagen. Sin gana el trozo del cuello del jarrón, nos quedamos sin fondo. Si gana un asa, todo lo demás parece sobrar. Lo cierto es que el jarrón sólo es útil cuando está completo y no se excluye ninguna parte. La naturaleza herida por el pecado (la pelota) del ser humano sólo puede ser restaurada por la Gracia de Dios. 

Nuestro mundo tiene gran necesidad de justicia (unidad, coherencia, sentido), las ideologías ofrecen reducir o hacer desaparecer, el sufrimiento obligando a que la sociedad se ajuste a sus ideales y al ser humano, a que se ajuste al modelo que propugnan. Pero la necesidad de justicia nunca se llega a abordar de verdad. En los países con mayor riqueza no hay problemas de alimentación, pero la depresión, la violencia y el desprecio a los semejantes, evidencian que el ser humano no encuentra la felicidad desde la riqueza. Cuanto más avanzada y rica es una sociedad, las familias son menos estables y las personas padecen más la soledad. Dejamos de necesitarnos unos a otros y eso nos hace ser menos humanos. Donde hay riqueza, el amor, la caridad, se sustituye por servicios sociales, derechos vacíos y capacidad de compra. No hay amor sin verdad. 

La caridad en la Verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La gratuidad está en su vida de muchas maneras, aunque frecuentemente pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone ante todo, la productividad y la utilidad. El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente. A veces, el hombre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Es una presunción fruto de la cerrazón egoísta en sí mismo, que procede —por decirlo con una expresión creyente— del pecado de los orígenes(Seguir leyendo...)

domingo, 3 de mayo de 2015

¿Libertad o liberalismo? ¿Cumplir o amar? San Agustín

Los católicos del siglo XXI tenemos una visión un tanto simplicista y procedimental del pecado. Entendemos el pecado como una acción u omisión de determinadas reglas escritas que no terminamos de entender. Algunas de las normas, a lo sumo, se comprenden desde el “ojo por ojo” mosaico.Nadie quiere que le maten ni que le roben. Si nos mienten por “nuestro bien” nos parece aceptable. Todo lo demás nos parece estratosférico y normalmente lo ignoramos. Pero el pecado no es sólo cumplimiento de determinadas normas. 



Por mucho que leamos o escuchemos su Palabra (Cristo) no llegamos a entender nada. San Gregorio de Nisa entendía el pecado como una rebeldía contra nuestra propia libertad. Cuando la libertad se torna en opcionalidad, optatividad, pierde el sentido de sí misma: la selección consciente del bien. Si no somos capaces de entender a Dios que habla a través de nosotros mismos ¿Cómo lo vamos a entender cuando habla fuera de nosotros? 


San Basilio entendía el pecado como una “abulia”, es decir como un desentendimiento consciente de la propia voluntad, un embrutecimiento que nos impide escuchar y entender a Dios  (Seguir leyendo...)

domingo, 26 de abril de 2015

Los tiempos han cambiado, la fe es la misma. San Agustín

¿Creemos todos lo mismo? Cuantas veces nos damos cuenta que, aunque vayamos a la misma misa y digamos las mismas oraciones, creemos de forma diferente. La pregunta más interesante es ¿Podemos trabajar unidos creyendo de forma diferente? La respuesta es evidente, no es posible. 

Más allá de nuestras mezquindades, exclusivismos y relativismos, Cristo se nos ofrece como símbolo de unidad. Él es la Puerta que permite que nos unamos en una única dirección. Si queremos entrar por la Puerta, nuestras visiones personales quedan relegadas a estéticas secundarias. Pasar por la Puerta implica negarnos a nosotros mismos y aceptar caminar juntos. 


«En verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.» Jesús acaba de abrir la puerta que antes estaba cerrada. Él mismo es esta puerta. Reconozcámosle, entremos, y alegrémonos de haber entrado. 

«Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos»...; hay que comprender: «Esos que han venido aparte de mí.» Los profetas llegaron antes de su venida; ¿eran acaso ladrones y bandidos? De ninguna manera, pues ellos no vinieron aparte de Cristo; estaban con él. Él mismo les había enviado como mensajeros, guardando en sus manos el corazón de sus enviados... «Yo soy el camino, la verdad y la vida» dice Jesús (Jn 14, 6). Si “Él es la verdad”, esos que estaban en la verdad, estaban con Él. Por el contrario, esos que vinieron aparte de él son unos ladrones y unos bandidos, porque no vinieron más que para saquear y hacer morir. «A esos tales, las ovejas no los han escuchado» dice Jesús... (Seguir leyendo)

domingo, 19 de abril de 2015

¿Ver para creer o entender para ver? San Ireneo de Lyon


La modernidad nos llevó a aceptar como prioritaria la exigencia de Tomás, el Apóstol: “si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré” (Jn 20, 25), es decir: “si no veo no creo”. Esto llevó a muchas personas al ateísmo o al agnosticismo fuerte. Es decir, no aceptaban que la existencia de Dios o no confesaban que no hay pruebas definitorias de su existencia. 



La modernidad trajo a la Iglesia una serie de corrientes pelagianas de fuerte influencia marxista, en las que se daba primacía a crear un reino de Dios de tipo político o social y se interpretaban los Evangelios desde un punto de vista social. Se intentaba que el Reino de Dios fuese de este mundo, aunque Cristo mismo hubiera indicado que no lo era. La Iglesia sufrió y sufre todavía estas corrientes, pero la modernidad ha sido sólo un paso previo para encontrarnos con la postmodernidad.

Hoy en día la Iglesia ya no se enfrenta a una increencia o una creencia centrada en la acción social, ya que vamos comprobando que ambas posturas no tienen demasiado recorrido. Hoy en día nos enfrentamos a millones de utopías personales, que no son más que un ramillete de distopías convenientemente disfrazadas de panaceas. Dicho de otra forma, el ser humano nunca podrá ser lo que no es, aunque nos obliguemos a ser lo que no somos. (seguir leyendo)

domingo, 12 de abril de 2015

Amor y Verdad. Dos caras de la misma moneda.


No creo que nadie pueda pensar en que los seres humanos podamos entender a Dios. Sólo tenemos entendimiento parcial de lo que El nos ha revelado y aún así, rara vez podemos llegar a un acuerdo entre nosotros. La Verdad, que es Cristo, nunca puede se propiedad de nadie, aunque nos empeñemos en querer limitar a Dios según nuestras propias limitaciones. Podríamos decir que tendemos a pensar en Dios como hecho a imagen y semejanza de nosotros. 

El conocimiento esencial de la Verdad, es decir, la participación en la propia Verdad, significa entrar en las entrañas de la Divinidad una y trina, y no simplemente alcanzar idealmente su forma exterior. Por eso, el verdadero conocimiento es conocimiento de la Verdad y sólo es posible a través de la transubstanciación del hombre, de su divinización, de la adquisición del amor como sustancia divina (seguir leyendo)

domingo, 5 de abril de 2015

¡Feliz Pascua 2015!


Todos los años llega la Pascua y nos encontramos con que nuestra fe se contrapone a nuestra realidad personal. Creemos que Cristo resucitó, pero todavía no lo ha hecho en nosotros. La verdadera alegría de la Pascua proviene  de Cristo, que resucita en nuestro corazón y vive en el Templo del Espíritu Santo, que somos cada uno de nosotros. Pero para que el Señor resucite en nosotros nos hace falta creer y vivir la fe de la resurrección. Esto hoy en día no es sencillo, porque dos mil años nos parece tanto tiempo, que todo lo que nos cuentan los evangelios parecen mitos: 
«Necio, dices que creerías si resucitara tu padre; ha resucitado el Señor, ¿y no crees?¿Por qué quiso morir y resucitar sino para que todos creyéramos a uno solo y no fuéramos engañados por una muchedumbre? ¿Y qué iba a hacer tu padre, en el caso de que resucitara y te hablara, volviendo de nuevo a la muerte? Considera con cuánto poder resucitó Cristo, pues ya no muere y la muerte ya no tiene dominio sobre él. Se mostró a sus discípulos y a los que le habían permanecido fieles; tocaron la solidez de su cuerpo, puesto que a algunos les pareció poco el ver lo que recordaban si no tocaban también lo que estaban viendo. Fue confirmada la fe no sólo en los corazones, sino también en los ojos de los hombres.Quien nos mostró todo esto subió al cielo, envió el Espíritu Santo sobre sus discípulos y se predicó el Evangelio. Si miento diciendo esto, interroga al orbe de la tierra. Muchas promesas se han cumplido; muchas cosas esperadas son ya realidad; el orbe entero florece en la fe de Cristo. (San Agustín. Sermón 361, 8) 

En pleno siglo XXI, aceptar y comprender la resurrección de Cristo es casi imposible. Sólo es posible por la Gracia de Dios, que nos lleva lejos de la “muchedumbre” de la que habla San Agustín. (seguir leyendo)

domingo, 29 de marzo de 2015

Dio a la Cruz el nombre de Gloria. Proclo de Constantinopla


Empieza la Semana Santa y convendría pensar si realmente queremos ver a Cristo. ¿Cómo lo hacemos? ¿Lo hacemos como Zaqueo subidos a un sicomoro? ¿Lo hacemos como los griegos que pidieron a los Apóstoles, ver a Jesús? ¿Lo hacemos como el pueblo que prefirió a Barrabás? 

La Semana Santa es el camino a la Pascua, a la resurrección, a la gloria de Dios hecha realidad sobre la Tierra. ¿Nos conformamos con vivirla a nivel socio-cultural? Dicho sea que no es que sea malo hacerlos así, pero nos quedamos en la capa más superficial del conocimiento de la Verdad: 

Por eso, aquel día, algunos griegos, empujados por esta magnífica aclamación que honra a Dios con fervor, se acercaron a un apóstol llamado Felipe y le dijeron: "Queremos ver a Jesús". Mira: es toda la muchedumbre quien ocupa el lugar del Heraldo e incita a estos griegos a que se conviertan. En seguida, éstos se dirigen a los discípulos de Cristo: "Queremos ver a Jesús". (Seguir Leyendo)

domingo, 22 de marzo de 2015

Ser grano de trigo y entregarse. Card. J. Ratzinger


Vivimos en una sociedad que valora al individuo por encima de otras estructuras sociales y espirituales. El individuo, aislado, es como una rueda que nunca ha sido utilizada en un carro o un cincel que nunca ha sido utilizado para esculpir. ¿Qué somos por nosotros mismos, alejados de los demás? A veces el enemigo nos invita a vivir lejos de todo y todos. Nos invita a buscar esa zona de confort donde nada nos necesita y nada necesitamos de los demás. Una vida replegada sobre sí misma no tiene sentido. 
Ser cristiano significa, en primer lugar, separarse del egoísmo que no vive más que para sí mismo, para entrar en una orientación profunda de la vida hacia los demás. En el fondo, todas las grandes imágenes de la Escritura traducen esta realidad. La imagen de Pascua (...), la imagen del Éxodo (....), que empieza con Abrahán y que permanece como ley fundamental a lo largo de la historia sagrada. Todo ello es expresión de este mismo movimiento fundamental que consiste en desprenderse de una existencia replegada sobre sí misma. (Seguir leyendo)

domingo, 15 de marzo de 2015

…el que no cree, ya ha sido juzgado. San Gregorio Magno


Necesitamos convertirnos. Todavía nos falta mucho camino, pero lo importante es no despreciar e ignorar la Luz. Pueden parecen duras las palabras de Cristo que podemos leer en el pasaje evangélico de este domingo. Lo curioso es que de todo lo que se dice en el Evangelio, nos solemos queda con una frase: “Porque no envió Dios su Hijo al mundo para juzgarle, sino para que el mundo se salve por El” (Jn 3, 17). Curiosamente nos acogemos a esta frase para pensar que ya tenemos todo ganado y podemos hacer lo que nos plazca. ¿No creemos en Cristo? Pues ya está. Como somos buena gente, da igual si defendemos el aborto, promocionamos una vida intrascendente o nos pasamos todo el día buscando nuestro propio provecho. Es conveniente leer todo el Evangelio y no sólo los trocitos que nos tratan bien. Vemos lo que nos dice San Gregorio sobre este pasaje evangélico:


En el último juicio algunos no serán juzgados y perecerán. De éstos se dice aquí: "El que no cree ya está juzgado", pues entonces no será discutida su causa, porque ya se presentarán delante del severo juez con la condenación de su infidelidad. Y los que conservan su profesión de fe, pero carecen de obras, serán mandados a padecer. Mas los que no conservaron los misterios de la fe no oirán la increpación del juez en su último examen, porque prejuzgados ya en las tinieblas de su infidelidad, no merecerán oír la reconvención de Aquél a quien despreciaron. Y sucede también que un rey de la tierra, o el que rige una república, castiga de diferente modo al ciudadano que delinque en el interior que al enemigo que se rebela en el exterior. (San Gregorio, Moralium 26, 24)

Sin duda Cristo no vino a juzgar al mundo, ya que no necesitamos juicio alguno. Dios puede ver directamente dentro de nosotros ¿Qué juicio necesita cuando El puede ver lo que albergamos en nuestro interior? (seguir leyendo)

domingo, 8 de marzo de 2015

La Iglesia se reforma continuamente. Orígenes de Alejandría


Estoy empezando a leer el libro del P. Nicola Bux: “Cómo ir a misa y no perder la fe”. Me está resultado muy interesante, no tanto por descubrir nuevos aspectos que no conociera, sino por una serie pistas espirituales que son realmente interesantes. Una de ellas nos habla de la reforma que la Iglesia siempre está llevando a cabo: 
Por aquí empieza la reforma. El propio Messori recuerda que la más potente arma cristiana es la reforma continua, aquella que cada uno empieza desde sí mismo, desde el deseo y la búsqueda de la santidad personal. Frente a la tendencia extendida de la “autodeterminación” de la cultura laicista y la “sumisión” predicada por los musulmanes, la fe católica nos muestra, con su Liturgia perenne, el camino de la participación en la obediencia. Si queremos contribuir debemos preguntarnos si estamos disponibles. (P. Nicola Bux, Cómo ir a misa y no perder la fe) 

El vienes me hablaba con un amigo laico, que está encargado de una de las pastorales del archiprestazgo al que pertenezco. Me comentaba que llevaba intentado mover y darle vida a esa pastoral hace años, pero las “estructuras” no se mueven lo más mínimo... (Seguir leyendo)
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...