martes, 28 de diciembre de 2010

Niños y testigos de Cristo

¿Por qué tienes miedo, Herodes, de escuchar que ha nacido un rey? no ha venido para destronarte, sino para vencer al demonio. Pero tú no lo comprendes, te atemorizas y montas en cólera. Para hacer perecer al único niño que buscas, te conviertes en cruel ase-sino de muchos. Ni las lágrimas de amor de las madres, ni el dolor de los padres llorando a sus hijos, ni los gritos y gemidos de los niños te detienen. El que es la fuente de la gracia, a la vez pequeño y grande, acostado en un pesebre, hace temblar tu trono. Realiza su designio a través de ti pero a tus espaldas. Estos pequeños mueren por cristo sin saberlo; sus padres lloran la muerte de estos mártires. Cuando todavía no sabían hablar, Cristo los hace capaces de ser sus testigos: no articulan palabra todavía y ya confiesan a cristo; sus cuerpos son todavía incapaces de combatir y ya se llevan las palmas de la victoria. así veis cómo reina este rey. Ya entonces libera y da la salvación. Pero tú, Herodes, ignoras todo esto; tú tienes miedo y montas en cólera. Y cuando te enfadas contra un niño pequeño, sin saberlo, te pones ya a su servicio. (San Quodvultdeus. Discípulo de San Agustín)

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La muerte indiscriminada de inocentes por ordenes del rey Herodes, parece un anticipo de los terribles tiempos que vivimos. Miles de niños no nacidos son arrancados de los vientres de sus madres sólo por no ser "deseados" por sus progenitores o la sociedad en la que deberían haber vivido. ¿Puede no ser deseado un hijo?

Parece que esta matanza cotidiana, al grito de la libertad y la modernidad, sólo beneficia a quienes desean pervertir los cimientos de nuestra naturaleza humana. Una madre no mataría a su hijo nunca. Es carne de su carne y vida de su vida.

Nuestra sociedad está enferma y el enemigo está detrás de tanto sufrimiento. Nos susurra al oido ¿Quieres ser como Dios o al menos tal grande como Herodes? Solo cabe una respuesta: NO. 

"Vete, Satanás, porque está escrito: al Señor, tu Dios, rendirás homenaje y a El sólo prestarás servicio" (Mt 4,10)

Pero estos niños, no nacidos, son testigos de Cristo. Testigos de Dios que ha nacido para llenarnos de esperanza. ¡Gloria in excelsis Deo!

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Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado 
en los pechos de mi madre;
desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, 
que el peligro está cerca
y nadie me socorre.
Amén
(frag. Salmo 21)

viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz y Santa Navidad


Mas todo esto fue hecho para que se cumpliese lo que habló
 el Señor por el Profeta, que dice: 
He aquí la Virgen concebirá, y parirá hijo: 
y llamarán su nombre Emmanuel, que quiere decir 
"Dios con nosotros". 
(Mt 1, 22-23)

O que el ángel contempló la profundidad de la misericordia divina, traspasadas las leyes de la naturaleza, y contempló a Aquel que era superior a todos, haber descendido hasta el hombre, que era inferior a todos. Y muestra este prodigio en una sola expresión: "Mas todo esto fue hecho", como si dijera: "No creas que todo esto es del agrado de Dios ahora solamente", hace tiempo que está de antemano ordenado. Y con mucha razón, el ángel aduce la profecía no a la Virgen y sí a José, como a hombre que meditaba en los profetas, y versado en su lectura. Porque es de notar que primero había llamado cónyuge a la Virgen, mientras que ahora la llama Virgen con el profeta, para que oyesen esto mismo del profeta, porque hacía mucho tiempo que estaba pensado. Por eso, en prueba de lo que estaba diciendo, aduce las palabras de Isaías o más bien de Dios: porque no dice: "Para que se cumpliese lo que habló Isaías", sino "lo que habló el Señor por Isaías". (San Juan Crisóstomo. Homilias sobre San Mateo, Nº 5)

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Pero el profeta no fue el que dijo nada por si mismo, sino que fue Dios el que hablo por boca de su siervo. Todo ha sido hecho por y para la gloria de Dios. Oremos a Dios para que en nuestros corazones se cumpla la profecía que Dios hizo a través de su profeta y así nazca en nosotros, la Palabra de Dios.

FELIZ NAVIDAD

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Ensalcemos juntos su nombre

Que en todos resida el alma de María para glorificar al Señor; que en todos esté el espíritu de María para alegrarse en Dios. Porque si corporalmente no hay más que una madre de Cristo, en cambio, por la fe, Cristo es el fruto de todos; pues toda alma recibe la Palabra de Dios, a condición de que, sin mancha y preservada de los vicios, guarde la castidad con una pureza intachable.

Toda alma, pues, que llega a tal estado proclama la grandeza del Señor, igual que el alma de María la ha proclamado, y su espíritu se ha alegrado en Dios Salvador.

El Señor, en efecto, es engrandecido, según puede leerse en otro lugar: Proclamad conmigo la grandeza del Señor. No porque con la palabra humana pueda añadirse algo a Dios, sino porque él queda engrandecido en nosotros. Pues Cristo es la imagen de Dios y, por esto, el alma que obra justa y religiosamente engrandece esa imagen de Dios, a cuya semejanza ha sido creada, y, al engrandecerla, también la misma alma queda engrandecida por una mayor participación de la grandeza divina. (San Ambrosio de Milán, tratado sobre Evangelio de San Lucas)

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Proclama mi alma la grandeza del Señor
Se alegra mi espíritu
en Dios mi salvador
Porque ha mirado la humillación
de su esclava
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones
Porque el Poderoso
ha hecho obras grandes por mí
Su nombre es santo
Y su misericordia llega a sus fieles
De generación en generación
Amén

jueves, 9 de diciembre de 2010

Iluminación

Hemos dicho religiosamente que nuestra jerarquía tiene como objeto hacer que logremos la mayor semejanza y unión con Dios, Pero la Sagrada Escritura nos enseña que lo conseguiremos sólo mediante la fiel observancia de los mandamientos divinos y las prácticas piadosas.

“Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él en él haremos morada”(Jn 14,23) ¿Cual es, pues, el punto de partida para la práctica devota de los mandamientos divinos? Es este: Preparar nuestras almas para oír la palabra sagrada, acogiéndola con la mejor disposición posible; estar abierto a la actuación de Dios; desear el camino que nos lleva hasta la herencia que nos aguarda en el Cielo y recibir nuestra divinísima regeneración sagrada.

Como ha dicho nuestro ilustre maestro, en plano intelectual es ante todo el amor de Dios lo que nos mueve hacia lo divino. Realmente, el primer impulso de este amor es poner en práctica los mandamientos divinos manifiesta de manera inefable nuestra existencia divina. Divinizarse es nacer Dios en nosotros. Nadie podría entender y menos practicar las virtudes recibidas de Dios si no hubiese ya comenzado a estar en Dios. En el plano humano, ¿no necesitamos existir antes que actúen las potencias? Lo que no existe, ni se mueve ni siquiera comienza a existir. Sólo lo que de alguna manera tiene existencia produce o recibe la acción conforme a su modo de ser. Me parece que esto es evidente. (Pseudo Dionisio Areopagita. La Jerarquía Eclesiástica. Cap II)

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Quizás lo que sorprenda de este texto sea la referencia a la jerarquía y su objetivo de unirnos a Dios. Sobre todo en estos tiempos en que todo lo que nos suene a obediencia se relaciona con esclavitud. Pero la jerarquía no busca esclavos sino crear cristianos libres que decidan unirse a Dios por propia voluntad. Además, jerarquía nos une entre nosotros y nos cohesiona. No es ninguna referencia inoportuna, ni mucho menos. La labor de la jerarquía es imbricar, conducir y potenciar lo que por nosotros mismos sería imposible.

Estamos en tiempo de Adviento y esto nos predispone a prepararnos a recibir a Cristo de manera personal y colectiva. Dionisio nos habla del nacimiento de Dios en nosotros y de lo que necesitamos para ello: Observancia de los mandamientos y práctica piadosa.

¿Por dónde empezamos? Pues por preparar nuestra alma para oír la palabra sagrada, estar abiertos a la voluntad de Dios y desear andar el camino hacia nuestra Navidad del Corazón. Para avanzar en el plano intelectual, necesitamos de amor a Dios, ya que sin este amor, no tendremos motivación alguna para profundizar en el entendimiento de las Sagradas Escrituras y la Liturgia.

Leer este texto en Adviento nos llena de esperanza, ya que afirma que si buscamos entender y practicar las virtudes de Dios,... Dios ya está presente en nosotros. La semilla ha comenzado a germinar. Gracias Señor. Marana-thá

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Señor, líbranos de todo mal en el camino hasta la Navidad
Deseamos recibir a Cristo en nosotros
y poder compartirlo con todos lo que lo necesiten
Gracias por la semilla que germina en nuestro corazón.
Corazón que centralidad de nuestro ser en Ti.
Amén

jueves, 2 de diciembre de 2010

¿Necesitamos torres para llegar a Dios?

Todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras. Al desplazarse la humanidad desde oriente, hallaron una vega en el país de Senaar y allí se establecieron. Entonces se dijeron el uno al otro: «Ea, vamos a fabricar ladrillos y a cocerlos al fuego.» Así el ladrillo les servía de piedra y el betún de argamasa. Después dijeron: «Ea, vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos, y hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por toda la haz de la tierra.» Bajó Yahveh a ver la ciudad y la torre que habían edificado los humanos, y dijo Yahveh: «He aquí que todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y este es el comienzo de su obra. Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible. Ea, pues, bajemos, y una vez allí confundamos su lenguaje, de modo que no entienda cada cual el de su prójimo.» Y desde aquel punto los desperdigó Yahveh por toda la faz de la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por eso se la llamó Babel; porque allí embrolló Yahveh el lenguaje de todo el mundo, y desde allí los desperdigó Yahveh por toda la faz de la tierra. (Gn 11, 1-9)

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Una torre para llegar a la cúspide de los cielos y hacernos famosos. Vaya. ¿Cuántas torres estamos construyendo para llegar a los cielos por nuestros medios? Quizás demasiadas. Cada torre tiene su arquitecto y su cuadrilla de operarios especializados. Cada torre busca nuevos operarios para hacerse más poderosa y así atraer a los que trabajan en otras torres. Los constructores incluso intentan destruir las torres que le hacen sombra a la suya. Vaya panorama.

Pero ¿Realmente necesitamos torres para llegar a Dios? No. Dios está con nosotros y eso hace innecesario recurrir a los servicios de los renombrados constructores de torres. 

Además, todas las torres terminan igual. Nunca se terminan. Nunca llegan a su destino. Siempre aparecen nuevas lenguas que hacen imposible el trabajo en común. Lenguas que parten de la soberbia y orgullo. Lenguas que nos separan y nos alejan unos de otros. La separación es un síntoma que nos debería hacer reflexionar y conducirnos a un remedio eficaz.

Dios nos ofrece su Espíritu Santo y el don de hablar y ser entendido en las lenguas dispersas. Esto sucedió en el discurso Kerigmático de San Pedro. Todos los que lo oían entendían perfectamente lo que decía. Su lenguaje era la lenguaje de la unidad. El Don de Dios es la unidad… nunca la dispersión.

¿Pedimos suficientemente a Dios que nos ilumine con el don de entendernos? Necesitamos recibir más que nunca el Espíritu Santo. Desgraciadamente nos sobran constructores de torres.

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Señor Jesucristo que dijiste a los apóstoles la paz os dejo mi paz os doy, no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia y conforme a tu palabra concédenos la paz y la unidad.
Amén.
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