domingo, 29 de enero de 2012

Autoridad y libertad.

"El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió." Es esta la manera de expresar su dolor: retorcerlo. El demonio, puesto que no había podido alterar el alma del hombre, ejerció su violencia sobre su cuerpo. Estas manifestaciones físicas eran, por otra parte, el único medio que tenía para dar a entender que iba a salir de aquel hombre. Al manifestar su presencia el espíritu puro, el impuro no puede hacer más que retirarse... «Todos se preguntaron estupefactos: '¿Qué es esto?'».

Fijémonos en los Hechos de los Apóstoles y en los signos que dieron los primeros profetas. ¿Qué dicen los magos del Faraón al ver los prodigios que hacía Moisés? "Es el dedo de Dios" (Ex 8,15). A pesar de ser Moisés quien los lleva a cabo, reconocen que hay un poder mayor. Más tarde los apóstoles obraron otros prodigios: "¡En el nombre de Jesús, levántate y camina!" (Hch 3,6); "Y Pablo, en el nombre de Jesucristo, ordenó al espíritu salir de aquella mujer" (Hch 16,18). Siempre se recurre al nombre de Jesús. Pero aquí ¿qué es lo que él mismo dice? "Sal de él" sin precisar más. Es en su propio Nombre que ordena al espíritu de salir. «Todos preguntaron estupefactos: '¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo». La expulsión del demonio no era en sí mismo nada nuevo: los exorcistas de los hebreos lo hacían corrientemente. Pero ¿qué dice Jesús? ¿Cuál es esta enseñanza nueva? ¿Dónde está la novedad? La novedad reside en que Jesús manda a los espíritus impuros con autoridad propia. No cita a nadie: él mismo da la orden; no habla en nombre de otro sino en nombre de su propia autoridad.(San Jerónimo Comentario al evangelio de Marcos, 2)

Autoridad. Esta palabra ha desaparecido de nuestro vocabulario desde hace unas cuantas décadas. Está proscrita porque implica que hay un orden que  nos demanda que nos ajustemos a el. El concepto de libertad parece quedar en entredicho, ya que nos dicen que la autoridad nos impide ser libres.

Les pongo un ejemplo. Un niño quiere meter su mano en el fuego y el padre le dice: si lo haces te dolerá. El niño no sabe que es lo que le dice y decide meter la mano. Siente un fuerte dolor y llora amargamente. Llora de dolor, pero también llora su ignorancia. Ha metido la mano porque ignoraba lo que le podía suceder ¿Era libre? Decididamente no. La libertad se fundamenta en el conocimiento y quien ignora es esclavo del azar en sus acciones.

Pero en este episodio el padre del niño ha ganado autoridad. La próxima vez que le diga al niño que se cuide de hacer algo, el niño sabrá que lo hace por su bien y se interesará por conocer la razón de que su acto le traiga consecuencias negativas. La autoridad del padre dona libertad a su hijo, no se la recorta.

En el evangelio de este domingo y en este comentario de San Jerónimo, se evidencia la autoridad de Cristo. ¿Por qué los demonios obedecen a Cristo? Porque ellos saben quien es El y saben que su palabra no puede ser desobedecida sin que les traiga un mal. Hasta los demonios le hacen caso. Asombroso: «Todos preguntaron estupefactos: '¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo». No estamos acostumbrados a aprender desde la autoridad, ya que no reconocemos dicha autoridad. Así nos va como sociedad y los resultados son evidentes en todas las esquinas.

¿Aún dudamos de la autoridad de Cristo? Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6) Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Juan 8,32)

La verdadera autoridad nos hace libres. Nos libera como sucedió con en endemoniado del Evangelio. ¿Seremos capaces de entender esto? Me temo que la sociedad no está dispuesta oír hablar de autoridad. Incluso dentro de la Iglesia, cada vez tenemos menos consciencia de la necesidad de aceptar la autoridad para ser más libres.

La autoridad, como la Verdad, no proviene de una persona, sino del conocimiento que nos transmite Dios por medio de las personas y la revelación. Aprovechemos este conocimiento, esta Verdad. No asociemos la autoridad y libertad como elementos antagónicos sino como colaboradores uno del otro para nuestro bien.

Pero ¿Qué sucede cuando la autoridad humana obra de manera contraria a la Verdad?

Cuando la autoridad [humana] favorece a la verdad y castiga, alaba al que se enmienda. Cuando esa autoridad [humana] es enemiga de la verdad y castiga, alaba al que es coronado por haberla despreciado (San Agustín. Carta 93,6)

La autoridad se pierde cuando se disocia de la Verdad. Si el padre del ejemplo anterior, engaña a su hijo, este deja de considerar sus consejos y si lo obedece lo hace por el temor al castigo. La autoridad humana puede ayudarnos a vivir en libertad o esclavizarnos. Entonces deja de ser autoridad y se convierte en simple poder. Este poder merece ser despreciado y evidenciar su falacia.

Quiera el Señor que nuestras palabras estén siempre llenas de Verdad, ya que entonces se reconocerá la autoridad de Dios en toda su plenitud.

lunes, 23 de enero de 2012

¿Qué unidad es la que hemos pedido al Padre?

Terminamos la semana de oración por unidad de los cristianos, pero qué unión es la que pedimos realmente. Al hablar de unión seguramente se nos vaya la mente a los hermanos separados y a nuestro deseo verlos integrarse en una sola Iglesia. Pero si escudriñamos un poco en nuestra Iglesia, la que está mas cercana a nosotros, seguramente nos demos cuenta que también necesitamos la unidad.

Reflexionaba sobre la unidad es comunidad y no colectivo y miraba lo que nos cuesta conformar comunidades vivas entre quienes tenemos todas las posibilidades de estar en comunión entre nosotros. Nuestra naturaleza herida, resquebrajada, inestable nos hacer buscar a nuestros hermanos y al mismo tiempo hacer complicada nuestra convivencia con ellos.

Convivir. Si nos cuesta convivir dentro de las familias ¿Cómo queremos convivir con otras personas? La comunión es un misterio. ¿Cómo vivirla sin dejar lo que cada uno es? Es imposible vivir en comunión sin la negación de nosotros mismos. De nuestros derechos, nuestras vanaglorias, nuestras preeminencias o egoísmos diversos.

El monacato nació como una formula reglada que propiciara la vida comunitaria y seguramente tendríamos que aprender de los fundadores de las diferentes reglas mucho del sentido que tiene saber estar en nuestro lugar. Por desgracia el orden “geométrico” sustituye al orden de la caridad. El primero es un orden estático que muchas veces nos ayuda y otras veces nos atenaza. Pero la disciplina y la obediencia son un camino de transformación que termina en el otro orden, la caridad. Pero el orden geométrico es cada vez más complicado de aplicar en nuestra sociedad. Una sociedad en donde todo cambia de un mes a otro. El flujo de información y de necesidades impiden que el orden estático sea práctico para la vida cotidiana de muchos de nosotros. Vida en que nos sabemos de antemano ni la hora en que comeremos o volveremos a casa.

En el mundo de hoy se hace cada vez más necesario el orden en la caridad, que es el que Cristo nos propone como ideal y meta.

El Creador, si es verdaderamente amado, es decir, si es amado El, no otra cosa en su lugar, no puede ser amado mal. El amor, que hace que se ame bien lo que debe amarse, debe ser amado también con orden, y así existirá en nosotros la virtud, que trae consigo el vivir bien. Por eso me parece que la definición más breve y acertada de virtud es ésta: la virtud es el orden del amor. A este tenor, la esposa de Cristo, la Ciudad de Dios, canta en el Cantar de los Cantares: Ordenad en mí la caridad. Turbado, pues, el orden de esta caridad, es decir, de la dilección y del amor, los hijos de Dios se olvidaron de Dios y amaron las hijas de los hombres. (San Agustín. La Ciudad de Dios, XV 22)

Nuestro amor humano siempre está teñido de componendas, intereses, expectativas y egoísmos. ¿Cómo podemos buscar la unidad sin tener una verdadera caridad? Seguramente nuestras pequeñas comunidades sean un escenario donde se evidencia que nuestra naturaleza nos inclina a la ruptura. ¿Cuántas buenas intenciones no se proponen viciadas por nuestros egoísmos que provocan los egoísmos de quienes nos rodean. Cuantas veces queremos ser el centro de la fiesta o que nadie se fije en nosotros. Cristo nos dijo «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9, 35) Mirémonos en la parábola del publicano y el fariseo. Tampoco podemos ser tibios e indiferentes, porque el Ángel de la Iglesia nos vomitará (Apocalipsis 3:16) Hemos de tener caridad con quienes nos indican nuestros errores e incluso si al hacerlo, nos hacen sentirnos mal con nosotros mismos. La caridad no es silencio y complicidad, sino fuego que quema y transforma nuestra naturaleza. He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! (Lc 12,49)

Cuando nuestros hermanos separados nos vean que vivimos como verdaderos hermanos, estaremos empezando a dar testimonio de unidad. Dice el viejo refrán que la caridad, bien entendida, empieza por nuestra casa. Cuanta razón.

lunes, 9 de enero de 2012

En su mano tiene la herramienta para aventar

El bautismo con que Jesús bautiza es por “el Espíritu y el fuego”. Si eres santo, serás bautizado con Espíritu Santo; si eres pecador, serás echado al fuego. El mismo bautismo se hará condena de fuego para los pecadores indignos. Pero los santos, aquellos que se convierten al Señor con una fe perfecta, recibirán la gracia del Espíritu Santo y la salvación.

Así, pues, aquel que bautiza con Espíritu Santo y fuego “tiene en su mano la herramienta para aventar la paja y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará en un fuego que no se apaga.” (Lc 3,16-17) Quisiera revelar porqué el Señor tiene en su mano la herramienta de aventar y de qué soplo se trata al aventar la paja, mientras que el trigo, de más peso, se acumula en un solo lugar, porque, si no sopla el viento no se puede separar la parva del trigo.

Creo que el viento son las tentaciones, que en el conjunto de los fieles revela lo que es paja y lo que es trigo. Porque, cuando vuestra alma ha sido dominada por la tentación, no es que la tentación haya cambiado vuestra alma de trigo en paja, sino porque ya erais paja, es decir, personas livianas y sin fe. La tentación no ha hecho más que desvelar vuestra naturaleza escondida. En cambio, si afrontáis la tentación con ánimo fuerte, no es ella la que os hace constantes y fieles. La tentación únicamente revela las virtudes de la constancia y del esfuerzo que estaban en vosotros, pero de forma escondida... “Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre... para que reconozcas en tu corazón que el Señor tu Dios te corrige como un padre corrige a su hijo.”
(Orígenes. Homilías sobre San Lucas, 26,3-5)

Orígenes habla con un lenguaje que es extraño al ser humano del siglo XXI. Hablar de condenas puede sonar extraño a muchas personas que sólo entienden el amor como un camino unidireccional. La sociedad de la abundancia nos ha acostumbrado a que siempre tengamos lo que se nos reconoce como derecho.

El viento son las tentaciones, que en el conjunto de los fieles revela lo que es paja y lo que es trigo. ¿Qué parte de nosotros es trigo y qué parte es paja? ¿Que parte vuela de un lado a otro a la voluntad del viento que sople en cada momento? ¿Qué parte de nosotros pesa y cae como simiente rápidamente?

Hablar de tentación es también extraño en nuestra sociedad. Las tentaciones se consideran hoy en día como oportunidades que debemos aprovechar. “Se vive dos días” dicen en cada esquina, pero nunca sabremos el momento en que nos llamará el Padre a su presencia.

Orígenes no da una pista estupenda. Las tentaciones revelan nuestra naturaleza escondida. ¿Por qué? Porque somos tentados cuando hay algo en nosotros que es receptivo a lo que nos tienta. Ese algo son las grietas de nuestra naturaleza. Si no tuviéramos la naturaleza agrietada, no existirían tentaciones. La tentación también revela algo más: revela las virtudes de la constancia y del esfuerzo que estaban en vosotros. Sin las tentaciones, no haría falta disponer de las virtudes que se enfrentan a ellas. La constancia y el esfuerzo necesitan de la Esperanza, a que toda espera sin sentido, termina por desesperar. La Esperanza nos viene de Dios y no podemos dejar de solicitarla en nuestras oraciones. Sin Esperanza, no somos nada.


“Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre... para que reconozcas en tu corazón que el Señor tu Dios te corrige como un padre corrige a su hijo.” 

Las tentaciones conllevan también el amor de Dios. Dios no intenta dañarnos al permitir que seamos tentados. Las tentaciones nos muestran que sólo la Gracia de Dios es capaz de sellar las grietas de nuestra naturaleza e impedir que el mal anide en nosotros. ¿Cómo corrige Dios? Corrige con la Gracia que nos ofrece y que nosotros hemos de aceptar con Esperanza. Sin Esperanza la Gracia no penetra en nosotros para transformarnos.


Quiera Dios concedernos Esperanza suficiente para afrontar los retos que tenemos por delante en este 2012.

jueves, 5 de enero de 2012

Epifanía. La manifestación de Lo Alto.

Los judíos [pastores y gente sencilla] fueron conducidos a él por el anuncio del ángel; los magos [gentiles], por la indicación de una estrella. Estrella esta que confunde los vanos cálculos y las adivinanzas de los astrólogos, puesto que mostró a los adoradores de los astros que quien debía ser adorado era el creador del cielo y de la tierra. En efecto, quien al morir oscureció el sol antiguo, él mismo al nacer manifestó la nueva estrella. Aquella luz dio comienzo a la fe de los gentiles, aquellas tinieblas fueron una acusación contra la perfidia de los judíos. ¿Qué estrella era aquella que jamás había aparecido antes entre los astros ni permaneció después para que pudiéramos verla? ¿Qué otra cosa era sino la extraordinaria lengua del cielo aparecida para narrar la gloría de Dios y proclamar con su inusitado fulgor el inusitado parto de una virgen, a la que había de suceder, una vez desaparecida ella, el Evangelio por todo el orbe de la tierra? Finalmente, ¿qué dijeron los magos al llegar? ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? ¿Qué significa esto? ¿Acaso no habían nacido antes numerosos reyes de los judíos? ¿Por qué tanto empeño en conocer y adorar al rey de un pueblo extraño? Hemos visto, dijeron, su estrella en el oriente, y hemos venido a adorarlo. ¿Acaso le buscarían con tanta devoción, le desearían con afecto tan piadoso, si no hubiesen reconocido en el rey de los judíos al que es también rey de los siglos? (San Agustín, fragmento sermón 201,1)

San Agustín se plantea una serie de preguntas interesantes sobre la narración de la Epifanía. ¿Qué estrella había llevado a los Magos? ¿Qué dijeron los Magos al llegar?

Tal como indica San Agustín, los pastores eran judíos sencillos, mientras que los Magos eran gentiles instruidos. Dios se manifestó a ellos por medio de dos signos muy interesantes: un Ángel fue quien llevó la buena noticia a los pastores, mientras, una estrella fue quien dio la misma noticia a los Magos. Los Magos llegaron sabiendo qué buscaban: al Rey de Israel, el pueblo elegido. Es evidente, como indica San Agustín, que eran conscientes que el Rey de Israel era también Rey del mundo y Rey suyo. La estrella les informó tanto del dónde, como del cuándo y el Quién.

Dios nos habla de forma personal a cada uno de nosotros. Algunos reciben la noticia de un Ángel. A otros, es la ciencia la que le indica el camino. Pero en ambos casos hay un elemento común: la humildad y la limpieza de corazón.

Los corazones cerrados y las mentes llenas de soberbia, no son capaces de oír la “extraordinaria lengua del cielo aparecida para narrar la gloría de Dios”. La misma estrella que guía a los Magos, “confunde los vanos cálculos y las adivinanzas de los astrólogos” que se creen sabios y entendidos. Esto sabios de corazón cerrado y mentes llenas de soberbia, son incapaces de entender que la Palabra que nace en nuestros corazones y acampa en las mentes.

Ojalá podamos decir nosotros, “Hemos visto su estrella en el oriente, y hemos venido a adorarlo”, ya que significará que estamos dispuestos a adorar y aceptar al Señor.

El texto de San Agustín no dice nada de la vuelta de lo Magos. Avisados en sueños, deciden volver por otro camino, a fin de evitar encontrarse con quienes desean la muerte del Salvador. Todavía no era el tiempo de dar testimonio ante los gentiles que no son capaces de oír el mensaje. Habrá que esperar al Bautismo de Cristo para que Juan el Bautista proclame al mundo abiertamente: 

«He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.» (Jn 1,29-31)

A partir de ese momento, la Palabra se manifestará de manera completa a todos los pueblos.

lunes, 2 de enero de 2012

Feliz 2012. El que persevere hasta el final se salvará

Todas las aflicciones y tribulaciones que nos sobrevienen pueden servirnos de advertencia y corrección a la vez. Pues nuestras mismas sagradas Escrituras no nos garantizan la paz, la seguridad y el descanso. Al contrario, el Evangelio nos habla de tribulaciones, apuros y escándalos; pero el que persevere hasta el final se salvará. Pues, ¿qué bienes ha tenido esta nuestra vida, ya desde el primer hombre, que nos mereció la muerte y la maldición, de la que sólo Cristo, nuestro Señor, pudo librarnos?

No protestéis, pues, queridos hermanos, como protestaron algunos de ellos -son palabras del Apóstol-, y perecieron victimas de las serpientes. ¿0 es que ahora tenemos que sufrir desgracias tan extraordinarias que no las han sufrido, ni parecidas, nuestros antepasados? ¿O no nos damos cuenta, al sufrirlas, de que se diferencian muy poco de las suyas? Es verdad que encuentras hombres que protestan de los tiempos actuales y dicen que fueron mejores los de nuestros antepasados; pero esos mismos, si se les pudiera situar en los tiempos que añoran, también entonces protestarían. En realidad juzgas que esos tiempos pasados son buenos, porque no son los tuyos.

Una vez que has sido rescatado de la maldición, y has creído en Cristo, y estás empapado en las sagradas Escrituras, o por lo menos tienes algún conocimiento de ellas, creo que no tienes motivo para decir que fueron buenos los tiempos de Adán. También tus padres tuvieron que sufrir las consecuencias de Adán. Porque Adán es aquel a quien se dijo: Con sudor de tu frente comerás el pan, y labrarás la tierra, de donde te sacaron; brotará para ti cardos y espinas. Éste es el merecido castigo que el justo juicio de Dios le fulminó. ¿Por qué, pues, has de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor que los actuales? Desde el primer Adán hasta el Adán de hoy, ésta es la perspectiva humana: trabajo y sudor, espinas y cardos. ¿Se ha desencadenado sobre nosotros algún diluvio? ¿Hemos tenido aquellos difíciles tiempos de hambre y de guerras? Precisamente nos los refiere la historia para que nos abstengamos de protestar contra Dios en los tiempos actuales.

¡Qué tiempos tan terribles fueron aquéllos! ¿No nos hace temblar el solo hecho de escucharlos o leerlos? Así es que tenemos más motivos para alegrarnos de vivir en este tiempo que para quejarnos de él. (San Agustín, Sermón Caillau- Saint-Yves 2, 92: PLS 2, 441-552)

Iniciamos un nuevo año ¿Qué nos traerán estos 12 meses que tenemos por delante? La situación de crisis no hará más que aumentar nuestra desazón e incertidumbre.

Quizás tengamos la queja en nuestro ánimo o nos lamentemos de lo que ocurre a nuestro alrededor. ¿Por qué quejarnos? La queja no conduce a nada más que a sentirnos cada vez más vulnerables ante las circunstancias.

Tal como nos dice San Agustín: No protestéis, pues, queridos hermanos, como protestaron algunos de ellos y perecieron victimas de las serpientes. Tenemos en nuestras manos la Esperanza más grande la más eficaz. Tenemos la Esperanza que es espera con un sentido. Sentido que nos lleva hacia Dios desde lo que cada uno somos.
No creo que podamos decir que los tiempos pasados fueron mejores que los actuales. Quizás fuesen unos tiempos más sencillos de vivir en lo que la Esperanza se hacía innecesaria. ¿Cómo podíamos vivir sin Esperanza? Todo parecía posible estaba a nuestro alcance. ¿Para qué necesitábamos a Dios?

Pero a los tiempos de vacas gordas, les suceden siempre tiempos de vacas flacas. ¿Qué tenemos para afrontarlos? Una vez que has sido rescatado de la maldición, y has creído en Cristo, y estás empapado en las sagradas Escrituras, o por lo menos tienes algún conocimiento de ellas, creo que no tienes motivo para decir que fueron buenos los tiempos de Adán. Pero ¿Somos concientes del tremendo tesoro que representa nuestro bautismo y nuestra Fe? ¿Conocemos suficientemente las Sagradas Escrituras?

Este es el camino que nos indica San Agustín. A la vista de una año complicado, llenos de recortes e incertidumbres, tenemos la Fe que nos da Esperanza y se evidencia en la Caridad.

Estimado lector, que en el año 2012 el Señor le llene de su Gracia y le vista con la armadura de sus dones. Seguro que revestido de fuerza y consciente de la Fe que nos une, terminaremos el año más conscientes del amor que Dios nos tiene. Así sea.
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