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jueves, 6 de mayo de 2010

Sobre las herejías IV… el quietismo.

Hace dos semanas repasábamos la actitud pelagiana y los problemas que conlleva. Partiendo de esta actitud, podríamos pensar en que lo conveniente es posicionarse en el otro extremo. Me temo que no arreglaríamos demasiado, ya que no encontramos con el quietismo.

La Enciclopedia católica habla del quietismo en estos términos:

El quietismo (Lat. quies, quietus, inactivo, en reposo) en el sentido más amplio, es la doctrina que afirma que la más alta perfección del hombre consiste en una especie de autoaniquilación psíquica y la consiguiente absorción del alma en la Divina Esencia, aun durante la vida presente. En el estado de "quietud", la mente es completamente inactiva; ya no piensa ni desea por su propia cuenta, sino que permanece pasiva mientras que Dios obra en ella. El quietismo es entonces, en términos generales, una especie de misticismo (q. v.) falso o exagerado que. bajo la apariencia de la más elevada espiritualidad, contiene nociones erróneas que si son seguidas consistentemente resultarían fatales para la moralidad. Esta corriente recibe su apoyo del panteísmo y de teorías similares, y envuelve nociones peculiares en relación con la cooperación divina en los actos humanos.” (ENCICLOPEDIA CATÓLICA

Al igual que el pelagianismo, el quietismo no es algo superado que ha quedado en el pasado. En la actualidad las actitudes quietistas son frecuentes. Los contactos con espiritualidades orientales, como el hinduismo y el budismo, hay hecho renacer dentro del cristianismo, cierta tendencia a la no acción, el no ser, el vacío y la nada.

El quietismo entiende que la acción sobre el mundo es innecesaria y que su labor es únicamente o principalmente interna. Comparte con el pelagianismo una sobrevaloración de la voluntad, que deja en segundo plano la acción de Espíritu de Dios.

Por ejemplo, para el quietismo, el relato de Pentecostés es complicado de explicar. Por una parte el Espíritu Santo se derrama sobre los Apóstoles sin que estos hayan realizado un itinerario volitivo de desaparición de su ego. Por otra parte, el Espíritu de Dios les hace salir a predicar y actuar sobre el mundo. No se quedan en éxtasis inmóvil y desafectado… como les podría sugerir su modelo de espiritualidad.

Suelen aparecer, como modelos, a santos místicos como Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, de los que sesgan su vida y los toman únicamente sus experiencias sobrenaturales como referencia. Cuando se hace ver toda la labor de evangelización, acompañamiento y fundación que realizaron estos santos… las posturas quietistas quedan claramente en entredicho.

Otra característica del quietismo es la prevalencia absoluta o casi absoluta de la mística emotiva, sobre la mística del conocimiento y la acción. Se critica la mística cognitiva confundiéndola con el racionalismo y se critica la mística de la acción, por considerarla contrapuesta a la espiritualidad. Esta actitud provoca que las personas que siguen el quietismo, carezcan de referencias con las que guiarse en el camino espiritual. Están poco o nada predispuestas a tener apoyo espiritual o a ser críticos con sus propias experiencias. Esta actitud les hace proclives a recrear la revelación a su medida y a considerar que sus experiencias son la única referencia válida. 

Como es evidente, para el quietismo, los evangelios se reinterpretan descartando todo lo que implique acción sobre el mundo o conocimiento intelectual. La Tradición Apostólica resulta innecesaria dentro del quietismo, ya que la revelación personal que cada cual recibe, les resulta suficiente. 

Pensemos qué tipo de comunidad viva, activa sobre el mundo y dadora de testimonio se podría realizar en base al quietismo. La acción caritativa y evangelizadora quedaría desactivada de inmediato.

--oOo--

Señor, gracias por tus dones y entre ellos, por la capacidad que nos das de actuar en el mundo. 
Guíanos para hacer tu voluntad, tal como es en el Cielo y en la tierra. 
Solo tu eres eres sentido y nos das la capacidad de hacerlo realidad en torno nuestra.

Amén

jueves, 22 de abril de 2010

Sobre las Herejias III

Podemos comenzar la tercera parte de la reflexión sobre la herejías con este texto de nuestro actual Papa;

Quien estudie en los tratados de teología la historia del dogma trinitario, verá un cementerio de tumbas de herejías en las que la teología muestra los trofeos de las victorias ganadas. Tal visión no presenta las cosas como son, ya que todos esos intentos que se han ido excluyendo a lo largo de la historia, como aporías o herejías, no son simples monumentos sepulcrales de la vana búsqueda humana; no son tumbas a las que en visión retrospectiva con cierta curiosidad, inútil, al fin; cada herejía es más bien la clave de una verdad que permanece y que nosotros podemos ahora juntarle a otras expresiones también válidas; en cambio, si las separamos, nos formamos una idea falsa. Con otras palabras: esas expresiones no son monumentos sepulcrales, sino piedras de catedral; serán útiles sino permanecen sueltas, si alguien las integra en el edificio; lo mismo pasa con las formulas positivas: sólo son válidas sin son conscientes de su insuficiencia. El jansenista, Saint-Cyran, pronunció una vez estas hermosas palabras: “La fe esta constituida por una serie de contrarios unidos por la Gracia” (Joseph Ratzinger. Introducción al Cristianismo).

Joseph Ratzinger… actual Benedicto XVI… es una persona capaz de sorprender por su sutileza en los temas teológicos. Las herejías aparecen en esta breve reflexión, no como caminos cerrados, sino como opciones que nos han ayudado a consolidar la Verdad contenida en la Revelación y en la Tradición. 

Podríamos pensar, utilizando nuestra moderna sensibilidad tolerante, que no tenemos razones para rechazar opciones de Fe que aparecen ante nosotros son similares o equivalentes. Entonces, ¿Por qué se consideran dañinas las herejías?

Para responder esta pregunta tendríamos que empezar por convenir que los cristianos tenemos el mandato de ayudar a Cristo a construir el Reino de Dios en la tierra. Este mandato se puede encontrar en el mismo Génesis, cuando Dios indica a Adán y Eva qué deben de hacer: 

Y los bendijo Dios,  y les dijo Dios: "Sean fecundos y multiplíquense y llenen la tierra y sométanla; manden en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra". Dijo Dios: "Vean que les he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para ustedes será de alimento.  Y a todo animal terrestre, y a toda ave de los cielos y a toda sierpe de sobre la tierra, animada de vida, toda la hierba verde les doy de alimento." Y así fue. Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. Y atardeció y amaneció: día sexto. (Génesis 1,28-31)

Este mandato al ser humano, se debe entender como sometido a la propia ley de Dios, que poco a poco iría conociendo a través de los tiempos. El plan de Dios incluía que fuésemos comprendiendo las razones que hay detrás de todo y que lo hiciéramos a su lado. Pero el mandato de Dios no pudo ser cumplido dentro de la misma ley, ya que se encontró que era puesto en cuestión, por el propio ser humano. Tras ser tentados Adán y Eva, el ser humano decidió que el también podía ser referencia de la ley. ¿Por qué no? Podemos “ser como Dios” con solo querer serlo. La comunión con Dios quedó rota y nuestra capacidad de ver con claridad a Dios en todo lo que existe, se escondió tras el velo de nuestro egoísmo.

Lo cierto es que Cristo renovó y dio plenitud a la formulación de este mandato. Tenemos el mandato de dar forma al Reino de Dios y lo tenemos que hacer por medio de la inteligencia, comprensión, voluntad, capacidad de actuar… iluminadas por el sentido de la propia creación. 

Una vez que tenemos claro el mandato, aparece el problema… ¿Cómo realizamos esta construcción?... Tras la ruptura del vínculo directo con Dios solo tenemos la sacralidad como canal de comunicación con Dios. Aún así el velo es suficientemente tupido como para que nos preguntemos ¿Qué modelo utilizamos para la construcción? 

Además, cada uno de nosotros,  solos y aislados, no podremos ir muy lejos. Necesitamos de los demás para acometer el mandato. 

¿Qué sucede si nos reunimos una serie de personas con modelos muy parecidos o idénticos? Si esto es así, podremos construir el Reino de forma coherente. Podremos dar noticia de Dios y actuar sobre el mundo conjuntamente. Hablaremos con una sola voz y actuaremos de forma síncrona. Si los modelos, además de ser comunes, se ajustan a la Verdad… aparecerán sinergias que harán que 1+1 sean más de 2. Con lo cual nuestro testimonio vital podrá evidenciar que la Verdad nos contiene.

 “Cuando dos o más se reúnan en mi nombre, yo estaré en medio de ellos”

Pero, ¿Qué sucede si las personas reunidas tienen modelos diferentes o contrarios? No tendremos plan coherente para hablar ni actuar. Nuestros testimonios serán personales y muchas veces contradictorios. Si construyésemos una casa… difícilmente podremos llegar a levantar alguna pared. Actuaremos asíncronamente, con fases y amplitudes heterogéneas y con el peligro constante de que aparezcan dianergias que nos separen y hagan que 1+1 sean menos que 2.

¿Qué tiene que ver todo esto con las herejías? Mucho. Pequeños matices en el entendimiento de la Revelación, pueden dar lugar a modelos tremendamente distantes y hasta contrarios. Cuando esto ocurre, es que el trabajo del gran disgregador está dando resultados.

Pongo un ejemplo real: El Pelagianismo.

Podéis consultar los pormenores de la doctrina de Pelagio, monje británico que vivió entre el siglo IV y V, en este enlace (PULSA)  Resumiendo la doctrina de Pelagio, podemos indicar que defendía que se puede pedir a Dios toda clase de bienes, menos la virtud. La virtud es una construcción de cada uno. Una vez recibido el don del libre albedrío, es asunto del hombre usar de él rectamente. 

¿Suena esto mal? Yo creo que no. Seguro que muchos hemos pensado de esta manera multitud de veces sin saber que con ello estábamos introduciéndonos en terreno pantanoso. 

El problema de este tipo de entendimiento pelagiano es que nos conduce a creernos capaces de ordenar el universo según nuestro libre albedrío. Nos induce a pensar que nosotros somos quienes nos salvamos por medio de nuestros méritos personales y que, al mismo tiempo, somos responsables de que el Reino de Dios se construya en este mundo. Así, se nos ofrece la opción de tomar el papel de dadores de sentido y de ponermos a trabajar según nuestros propios planes…. Sigue sin sonar mal.

Pero si esto lo hacemos 300 cristianos al mismo tiempo. ¿Cuántos sentidos y planes encontraremos? 300 planes diferente. Nuestra vanagloria y soberbia nos arrastra al abismo de actuar por nuestra cuenta. La comunidad deja de tener sentido y la Iglesia es una mera fachada de las actitudes individuales.

¿Cuál es la postura correcta entonces? Esperar de Dios la gracia y el plan. Si este plan nos une y nos da sentido, es que proviene de Dios. Nos encontramos con una comunidad unida con sentido, planes y objetivos únicos y compartidos. Tampoco querer dar nosotros sentido a la Revelación… sino humildemente aceptar el sentido que Dios ha dejado en ella. No se trata de recrear los sentidos para que se ajusten a nuestro gusto y a la actualidad. El sentido que Dios da a todo lo creado es eterno y no puede estar en continua adaptación y cambio. Lo que si debe estar en continuo cambio es nuestra integración con la Verdad.

¿Dudamos que la gracia nos asista? ¿Desdeñamos la esperanza, como espera con un sentido? ¿No podemos esperar a actuar?... entonces el pelagianismo nos ronda

Hoy en día el Pelagianismo y el semipelagianismo son tan comunes como antaño. Cuando  nuestras construcciones y afanes se caen destrozados delante de nosotros… sabemos donde está el problema. 

Porque si esta idea o esta obra es de los hombres, se destruirá; pero si es de Dios, no conseguiréis destruirles. (Hch 5, 38-39)

Dejad que golpeen la obra, dejad que la desdeñen y la ridiculicen. Si es obra de Dios, no caerá... es eterna.

--oOo--

Señor, ilumínanos el camino para saber donde hemos de pisar
Danos de esa agua de vida eterna que sacia y da sentido a nuestra vida.
Envía el Espíritu para que tu voluntad sea la única brújula en nuestro camino.
Danos el Don de ser y sentirnos comunidad que te sigue 
sin más condición que tu sagrada voluntad.
Amén.

sábado, 17 de abril de 2010

Sobre las Herejias II

Volviendo a las herejías, es interesante entrelazar este asunto con las edades espirituales del ser humano. 

Hace unos días escuché al Padre Jose María Iraburu, en el programa Tiempo de Espiritualidad (Radio María), tratar de estas edades  espirituales que, a su vez, traté en este humilde blog hace unos meses: (La vid y los sarmientos)

En cada edad se interpretan y cumplen las leyes de la Iglesia de forma diferente. El niño cristiano necesita reglas claras y costumbres cíclicas para ir aprendiendo a llevar a la práctica su Fe,… aunque no comprenda realmente las razones para ello. El cristiano joven, va conociendo algunas razones cercanas o evidentes de la ley… pero continua cumpliendo otras leyes sin tener claridad total de sus razones. El cristiano adulto cumple si obligación, porque conoce las razones las ha integrado en su propia vida.

Pero el asunto de la edades espirituales da para mucho más, por lo cual es interesante leer este fragmento de San Gregorio de Niza:

«La gnosis religiosa es al comienzo luz, cuando empieza a aparecer. Pero cuanto más llega a comprender el espíritu en su caminar hacia adelante, por una aplicación cada vez más grande y perfecta, qué cosa sea el conocimiento de las realidades, y cuanto más se acerca a la contemplación, tanto más comprende que la naturaleza divina es invisible. Habiendo dejado todas las apariencias, no sólo lo que perciben los sentidos, sino lo que la inteligencia cree ver, se dirige cada vez más hacia el interior, hasta que por el esfuerzo del espíritu penetra hasta el Invisible y el Incognoscible, y allí ve a Dios. En efecto, el verdadero conocimiento de Aquel a quien está buscando y su verdadera visión consiste en no ver, porque Aquel a quien busca transciende todo conocimiento, rodeado por todas partes por su incomprensibilidad como por una tiniebla» San Gregorio de Niza

San Gregorio nos habla de un proceso de maduración de la Fe que va desde los primeros pasos hasta la plenitud. Pasa de saber sin conocer, a conocer con fundamento y después… y solo después… iniciar el camino de la contemplación que lleva más allá de todo conocimiento. Hay quienes pasan a buscar el conocimiento de lo inefable sin estar sustentados por el conocimiento de la revelación natural y sobrenatural. Esta actitud no es condenable, pero si es peligrosa… ya que si aparecen supuestas revelaciones personales que contradicen la naturaleza y la propia revelación sobrenatural, no se es capaz de discernir y separar el trigo de la paja. Llegan a parecer iluminados que dicen tener revelación directa de Dios y que esta revelación es la verdadera, aunque contradiga las demás revelaciones. 

Para ampliar la excelente clasificación del P José María, creo interesante apoyarme en la clasificación de John Fowles sobre la evolución y maduración de la Fe. Esta clasificación, tal cual la expone el autor, tiene un sesgo marcadamente sincretista y despectivo de la Fe cristiana… pero la secuencia permite determinar aspectos correctos e incorrectos de cada etapa:

> Fe primaria o indiferenciada (de 0 a 2 años aprox.): Se caracteriza por el aprendizaje acerca del bienestar en el entorno inmediato. Se desarrolla por medio de la confianza. Los padres son los principales inductores de la Fe en esta etapa.

> Fe intuitiva proyectiva (de 3 a 7 años aprox.): Padres, comunidad y catequistas entran a ser necesarios para enseñar las normas y referencias actitudinales necesarias. En esta etapa se aprende la normativa básica que nos permite ser comunidad.

> Fe mítica literal (8 a 12 años aprox.): A esta edad se tiende a entender a Dios como un ser similar a nosotros… lo que puede llevar a la disfuncionalidad de entenderlo como un compañero divertido. La opción positiva es que se comienza a entender que Dios no es algo lejano y desafectado, ya que nos acompaña y nos da las principales nociones de lo correcto y lo incorrecto por amor.

> Fe sintética convencional (desde la adolescencia aprox.): En cuanto a las disfunciones, podríamos evidenciar que se tiende a poner por encima la red social de amistades a la Fe en si misma. Se vive un cristianismo ajustado a lo que el grupo piensa y/o practica y en el caso de que el grupo se aparte de la religión o espiritualidad … se sigue al grupo por el miedo a sentirse aislado. Se empieza a ponderar el todo vale ¿Por qué no? Esto se debe a que no se disponen de referencias vivenciales y cognitivas de lo que significa la Fe. La opción correcta sería la deseable integración en un grupo juvenil cristiano que sepa apoyarse entre si para progresar en la Fe. Se empieza a preguntar por las razones de que el cristianismo sea como es y la necesidad de comprenderlo para poderlo vivir. Sería ideal que la red social en la que el joven se integra, sea comprometida y activa, ya que así podría empezar a realizar actividades caritativas y/o de apoyo pastoral-litúrgico.

> Fe individual y reflexiva (desde los 20' aprox.): Se tiene a una Fe crítica, subjetiva y personal, donde se producen pugnas entre lo relativo y lo absoluto, y se toma responsabilidad de las creencias personales. La principal disfunción es la perdida de referencias colectivas. El grupo pierde poder y la comunidad eclesial ha quedado demasiado lejos. Si no se puede vivir como se piensa se piensa como se vive. Se es contestatario y se da igual valor a todas las opciones posibles… eligiendo, como es lógico, la que más se ajusta a las necesidades de la persona. En la opción correcta, se detectan los problemas y las incoherencias entre la Fe personal, la Fe comunitaria y la Fe tradicional. Se empieza a buscar conocimiento para interpretar estas incoherencias y se es crítico con todo lo que se presente como parcialidad. Se hace necesario un proceso de formación para ir comprendiendo poco a poco que significa tener Fe.

> Fe conjuntiva: Se superan paradojas y relativismos, se trascienden los símbolos heredados de la cultura de origen. En este caso, la disfuncionalidad hace que se pierda el sentido simbólico de la Fe y con ello se pongan en cuestión la necesidad de sustentar los signos, ya que se interpretan como meras apariencias culturales. La religiosidad y la espiritualidad se ajustan a las posibilidades y deseos del momento… o desaparecen por completo. La opción correcta conlleva la capacidad de separar cultura de Revelación y entender el núcleo de la Fe. Se es capaz de contrastar las diferencias entre los distintos credos, iglesias y carismas para reconocer que la Fe es única pero claramente delimitada. Se empieza a dar valor a los signos como forma de reconocerse como perteneciente a una comunidad.

> Fe Universal: En este caso Fowler indica el sesgo disfuncional en su descripción: “Trascendente de culturas y credos. Socialmente proactivo y propositivo de ideas que rompen con lo establecido. Iluminados”. En la opción disfuncional, se termina generalizando todo y rompiendo con todo. En este estadio aparecen los “iluminados” que se creen receptores de la revelación divina, que intentan imponer su especial comprensión como la verdad universal. La opción correcta pasaría por la comprensión de los fundamentos de la Fe y la capacidad de defender sus principios ante cualquier tipo de relativismo. Se es líder por si mismo y sin la necesidad de imponerse.  

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Muchos católicos se quedan estancados en una etapa o en la transición de una a otra. Si provienen de creencias alternativas aceptadas en la juventud… intentan integrar sincréticamente estas creencias dentro de una apariencia cristiana que les permite sentirse cómodos.

Las herejías suelen adaptarse al esquema de evolución de la Fe, ya que permiten quedarse estancado en una etapa, rechazando la necesidad de evolucionar y madurar en nuestra Fe.

Se evidencia que necesitamos avanzar en el conocimiento de nuestra Fe durante toda nuestra vida y no quedarnos nunca parados en un lugar cómodo y desafectado. Este es uno de los mayores retos que tiene la Iglesia Católica en la actualidad… ayudar a madurar en la Fe a todos sus hijos y así poder superar las dificultades de la inmadurez de la Fe de tantas personas.

--oOo--

Señor, líbranos de todo mal y permítenos entender tu voz que aparece en todo lo que nos rodea. Ayúdanos a tener la vela siempre encendida y el aceite para la lámpara siempre dispuesto. Sabemos que nos llamarás en cualquier momento y no podemos quedarnos dormidos.

Amén

sábado, 10 de abril de 2010

Sobre las Herejias I

Traigo hoy una breve colección de párrafos de San Ireneo de Lyón, contenidos en su obra “contra las herejías”

San Ireneo de Lyón nació en Asia menor sobre el año 130 y murió en Lyón el 202. Recibió la Tradición Apostólica de San Policarpio de Esmirna, que a su vez la recibió del Apóstol Juan. Estamos a dos pasos del mismo Cristo y gracias a la Divina Providencia, han llegado a nosotros bastantes de sus obras. Fue un heroico defensor de la Iglesia Universal fundamentada en la Tradición que  legaron los Apóstoles. Defendió que la unidad y universalidad de la Iglesia, debería estar basada en la Tradición.

Quizás hoy en día la palabra "herejía" nos suene a otros tiempos y nos resulte complicado utilizarla con normalidad. Herejía es simplemente toda doctrina que contradice la Tradición Apostólica. En nuestra sociedad de la tolerancia desafectada y distante, suena mal llamar a otra persona hereje, ya que nos parece que al hacerlo juzgamos y condenamos injustamente.  Quizás por esto, hoy en día nos hemos acostumbrado a escuchar doctrinas alternativas de lo más variopintas. Bueno, no llamemos hereje a nadie, pero nada nos impide señalar las herejías con educación, respeto, afecto y conocimiento. Subrayo respeto y afecto, porque son primordiales para comunicarnos y enriquecernos unos a otros.

No se trata de juzgar a otra persona, tan solo se trata de indicar objetivamente qué ideas son contrarías a la unidad eclesial y por qué es así. Podemos respetar a quien defiende estas doctrinas y no por ello dejar de indicarle, afectuosa y educadamente, que su postura le pone fuera de la Iglesia Apostólica y universal. Si pertenecemos a una Iglesia que se titula Apostólica… lo normal es que tengamos la Tradición como base para reconocernos dentro de Ella. 

Tampoco se trata de condenar a nadie, solo se trata de intentar reconocernos unos a otros y así poder construir juntos el Reino de Dios con coherencia. De otra forma, las construcciones alternativas relativizantes y subjetivas... se caen o no llegan a dar frutos válidos nunca.

Entremos en el primer párrafo:

Porque al usar las Escrituras para argumentar, la convierten en fiscal de las Escrituras mismas, acusándolas o de no decir las cosas rectamente o de no tener autoridad, y de narrar las cosas de diversos modos: no se puede en ellas descubrir la verdad si no se conoce la Tradición. […] Y cada uno de ellos pretende que esta sabiduría es la que él ha encontrado, es decir una ficción, de modo que la verdad se hallaría dignamente unas veces en Valentín, otras en Marción, otras en Cerinto, finalmente estaría en Basílides o en quien disputa contra él, que nada pudo decir de salvífico. (San Ireneo de Lyon, Contra las Herejías)

San Ireneo señala a aquellos utilizan las escrituras separando una partes de otras. Dicen que unas partes son válidas y otras no según se ajusten a sus ideas o no se ajusten. Interpretan la Palabra de Dios según su subjetividad, rechazando la Tradición como fuente unitaria para entender los escritos revelados. Pero el peligro está en que recrean, en base a sesgar las Escrituras, tanto a la Iglesia como a Cristo mismo.  Entonces aparecen nuevas iglesias y nuevos cristos. Ambos adaptados a lo que cada persona es. La Verdad se cambia en apariencia y en realidad personal.

Cuando nosotros los enfrentamos con la Tradición que la Iglesia custodia a partir de los Apóstoles, por la sucesión de los presbíteros, se ponen contra la Tradición diciendo que tienen, no sólo presbíteros, sino también apóstoles más sabios que han encontrado la verdad sincera: porque los Apóstoles “habrían mezclado lo que pertenece a la Ley con las palabras del Salvador”; y no solamente los Apóstoles, sino “el mismo Señor habría predicado cosas que provenían a veces del Demiurgo, a veces del Intermediario, a veces de la Suma Potencia”; en cambio ellos conocerían “el misterio escondido” (Ef 3,9; Col 1,26), indubitable, incontaminado y sincero: esto no es sino blasfemar contra su Creador. Y terminan por no estar de acuerdo ni con la Tradición ni con las Escrituras. (San Ireneo de Lyon, Contra las Herejías)

Ahora Ireneo nos habla de quienes dicen que los Apóstoles no llegaron a entender a Cristo y ellos si lo han hecho. Dicen ellos han recibido revelaciones particulares contrarias a la Revelación del mismo Cristo y se erigen en intermediarios con Dios. Tal como dice Ireneo, andando ese camino, terminan estando contra la Tradición y las Escrituras. Si se les indica que la tradición indica otra cosa que la que ellos interpretan… se mofan diciendo que ellos no desean ser “perfectos católicos” … lo que es tanto decir (retirando la ironía de la respuesta), que ellos si son perfectos católicos o verdaderos cristianos.

Así pues, la tradición de los apóstoles, que ha sido manifestada en el mundo entero, puede ser percibida en toda la Iglesia por todos aquellos que quieren ver la verdad. Y nosotros podemos enumerar los obispos que fueron establecidos por los apóstoles en las Iglesias y sus sucesores hasta nosotros. Ellos no enseñaron ni conocieron nada que se pareciera a las imaginaciones delirantes de estos hombres. En efecto, si los apóstoles hubieran conocido los misterios secretos y hubieran enseñado a los perfectos separadamente e ignorando los demás, hubieran comunicado también esos mismos misterios sobre todo a los que habían encomendado las Iglesias. (San Ireneo de Lyon, Contra las Herejías)

Nos encontramos en los cristianismos cerrados o esotéricos. San Ireneo lo deja claro: no existen misterios reservados a unos pocos dentro de la Iglesia, ni estos se transmiten a “elegidos” en ceremonias particulares. El Misterio Cristiano está expuesto delante de todos y depende de nosotros hacernos parte de El. Los esoterismos no forman parte de la Iglesia ni pueden formar parte de ella. La Revelación es Cristo mismo ofrecido por nosotros y quien desee beber del agua que da vida eterna… solo tiene que pedirla a Dios y hacerse merecedor de ella.

Entonces, si se halla alguna divergencia aun en alguna cosa mínima, ¿no sería conveniente volver los ojos a las Iglesias más antiguas, en las cuales los Apóstoles vivieron, a fin de tomar de ellas la doctrina para resolver la cuestión, lo que es más claro y seguro? Incluso si los Apóstoles no nos hubiesen dejado sus escritos, ¿no hubiera sido necesario seguir el orden de la Tradición que ellos legaron a aquellos a quienes confiaron las Iglesias? (San Ireneo de Lyon, Contra las Herejías)

Las divergencias son humanas y deben ser resueltas por medio de la Tradición custodiada por las Iglesias más antiguas. Ante las divergencias, solo cabe la unidad. En todo caso, la Tradición es el fiel de la balanza que nos permite deshacer las dudas y llegar a entender la Verdad.

Así pues, la Tradición apostólica está viva en la Iglesia y dura entre nosotros. Ahora volvamos los ojos a las Escrituras, para sacar de ella la prueba de todas aquellas cosas que los Apóstoles dejaron por escrito en los Evangelios. Algunos de ellos escribieron de parte de Dios la Palabra, para mostrar que nuestro Señor Jesucristo “es la Verdad, y en él no hay mentira” (Jn 14,6; 1 Pe 2,22). Es lo que David profetizó, narrando su engendramiento de una Virgen y su resurrección de entre los muertos: “La Verdad ha brotado de la tierra” (Sal 85[84],12). También los Apóstoles, siendo discípulos de la Verdad, están lejos de toda mentira: “ninguna comunión es posible entre la mentira y la verdad” (1 Jn 2,21), así como “no hay comunión entre las tinieblas y la luz” (2 Cor 6,14); sino que la presencia de una excluye la otra. (San Ireneo de Lyon, Contra las Herejías)

Es evidente que la Tradición está viva y es necesario retomarla y revivirla en los tiempos actuales. Dejemos de reclamar la Verdad como propiedad personal y entendamos que somos nosotros quienes somos propiedad Suya.


--oOo--
Señor, líbranos de la tentación de creernos en posesión de la Verdad. Permítenos con humildad ser heraldos de la Revelación y mostrar a los demás la necesidad de ser una Iglesia Unida y Universal, fundamentada en la Tradición Apostólica.

A ti te rogamos, que tienes todo el poder 
y la gloria por los siglos de los siglos

Amén
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