miércoles, 22 de diciembre de 2010

Ensalcemos juntos su nombre

Que en todos resida el alma de María para glorificar al Señor; que en todos esté el espíritu de María para alegrarse en Dios. Porque si corporalmente no hay más que una madre de Cristo, en cambio, por la fe, Cristo es el fruto de todos; pues toda alma recibe la Palabra de Dios, a condición de que, sin mancha y preservada de los vicios, guarde la castidad con una pureza intachable.

Toda alma, pues, que llega a tal estado proclama la grandeza del Señor, igual que el alma de María la ha proclamado, y su espíritu se ha alegrado en Dios Salvador.

El Señor, en efecto, es engrandecido, según puede leerse en otro lugar: Proclamad conmigo la grandeza del Señor. No porque con la palabra humana pueda añadirse algo a Dios, sino porque él queda engrandecido en nosotros. Pues Cristo es la imagen de Dios y, por esto, el alma que obra justa y religiosamente engrandece esa imagen de Dios, a cuya semejanza ha sido creada, y, al engrandecerla, también la misma alma queda engrandecida por una mayor participación de la grandeza divina. (San Ambrosio de Milán, tratado sobre Evangelio de San Lucas)

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Proclama mi alma la grandeza del Señor
Se alegra mi espíritu
en Dios mi salvador
Porque ha mirado la humillación
de su esclava
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones
Porque el Poderoso
ha hecho obras grandes por mí
Su nombre es santo
Y su misericordia llega a sus fieles
De generación en generación
Amén

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