jueves, 16 de junio de 2016

Culto, cultura y Liturgia

Hablar de Liturgia es hablar de un Misterio al que no es sencillo acercarse. Para una persona normal que se acerca a misa, hay tres esferas o dimensiones que debería considerar dentro de este Misterio:


  • Dios que se manifiesta a los seres humanos a través de los medios que ha dispuesto para ello
  • Los medios que Dios ha dispuesto para hacerse presente en medio de nosotros. Este es el espacio-tiempo de lo sagrado, que une y reúne al ser humano con Dios. De forma muy adecuada podríamos decir que nuestra religión es precisamente esto, la forma en que no re-ligamos con Dios.
  • Nosotros, usted y yo, que en la medida que comprendamos, sintamos y actuemos, podremos acercarnos a Dios a través de estos medios privilegiado.

¿Qué es la Liturgia? Podemos proponer una definición sencilla que nos sirva para introducir el tema, pero que se queda muy corta en todos los aspectos. Ya hemos dicho que es un Misterio, por lo que es imposible de definir plenamente. Liturgia es el conjunto de prácticas y reglas establecidas para la celebración del culto y las ceremonias religiosas. Ahora ¿Qué es el culto?

No crean que es sencillo definir qué es culto, ya que estamos reduciendo a unas pocas palabras una infinidad de dimensiones naturales y sobrenaturales. Culto serían las manifestaciones externas de una religión. El culto es parte importante de cualquier religión, porque es lo que nos permite evidenciar la fe de forma comunitaria. El culto tiene una relación directa con cultura.  Cultura es el conjunto de entendimientos, sentimientos y acciones que dan sentido a un grupo de personas y les permiten comunicarse y vivir, de forma unida, coherente y efectiva. El culto es cosustancial a una cultura que le da sentido.

Como católicos podemos valorar hasta donde todo esto tiene sentido para nosotros o estamos hablando de algo totalmente desconocido. Digo que es desconocido porque actualmente padecemos una serie de enfermedades sociales y espirituales que hacen que todo lo que hemos dicho antes pueda parecer de otro mundo. ¿Qué enfermedades padecemos?


  • Postmodernidad, que relativiza la cultura y nos induce a crear subculturas sin capacidad de comunicación mutua. Preferimos los grupos cerrados, en donde nos sentimos privilegiados y protegidos del “exterior”.
  • Emotivismo, que nos induce a dudar de la razón y a dale a todo un sentido emotivo en contradicción con el entendimiento y la voluntad.
  • Agnosticismo. Incluso dentro de la propia Iglesia. Creemos que Dios está tan lejos y le importamos tan poco, que le da igual todo lo que hagamos. La santidad deja de ser un objetivo y la posición social toma su lugar.


Estas enfermedades inciden en la cultura, en el culto y en la Liturgia. Hoy en día la “cultura común” se interpreta como una amenaza que nos impide ser nosotros mismos. El culto se ha degradado hasta conformar acciones socio-culturales en donde se reafirma la comunidad como una realidad en oposición a “los demás” y autoreferencial. El culto llega a ser una excusa para entablar y desarrollar relaciones sociales. La Liturgia termina por ser un espacio-tiempo creativo, que cada comunidad conforma a su imagen y semejanza. La sacralidad pierde sentido en este esquema antropocéntrico donde lo social es la dimensión relevante. De hecho el sentido de lo sagrado no existe en muchos católicos actuales.

En este momento eclesial la diversidad de culto llega a distorsionar completamente la unidad de la Iglesia. Para muchos la unidad no es más que una realidad “sentimental” que no tiene razón de partir de cultura, culto y Liturgia común. Tenemos Liturgias Tradicionales que conviven con neo liturgias muy diferentes. Tenemos ritos como el mozárabe o el Vetus Ordo que son capaces de atraer grupos más o menos limitados de personas. Tenemos el Novus Ordo, que teóricamente es el que celebramos de forma normal, pero que se celebra con integridad y coherencia pocas veces. En los ritos tradicionales prima el sentido de belleza y sacralidad. En los ritos modernos, lo importante es la componente socio-cultural que da sentido a la comunidad.

Aparte de la evidencia del culto y la Liturgia, dentro de la cultura tenemos una gran cantidad de divergencias doctrinales y de fe, que hacen que dos personas, que se dicen católicos, sean como el agua y el aceite en muchos aspectos eclesiales. Si somos muy estrictos con la definición de religión, podríamos decir que dentro de la Iglesia Católica existen muchas religiones diferentes que no siempre conviven cómodamente. Lo cierto es que la gran diversidad en el culto evidencia que no tenemos la misma cultura y esto conlleva graves problemas de comunión. A veces se dice que esto es “inculturación”, pero lo que realmente estamos haciendo es creando culturas intra-eclesiales diferentes que se cierran en sí mismas.

A todo esto ¿Dónde queda la dimensión sagrada del culto y la Liturgia? Tristemente está prácticamente olvidada. Los grupos que defienden las Liturgias Tradicionales, que guardan la sacralidad con cierta vitalidad, son vistos como peligrosos por los grupos que defienden el carácter socio-cultural de la fe y la religión. La unidad no es un camino sencillo aunque todo sea posible para el poder de Dios. Decía Benedicto XVI, en la Carta Apostólica Summorum Pontificum, “…las dos Formas del uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente” y no dudo que este fue el deseo del nuestro querido Papa Emérito. Ahora, si los católicos tenemos fe y cultura diferentes, el culto y la Liturgia nunca podrán ser comunes. Dicho esto ¿Quién se atreve a reclamar una misma cultura católica sin que le tachen de dictador y de cosas más feas aún?
En la segunda década del siglo XXI, la unidad eclesial es imposible de conseguir mediante las fuerzas humanas. La unidad ya es una obra que sólo Dios puede llevar a cabo. ¿Qué podemos hacer entonces?

Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen! (Salmo 126)

Podemos sufrir las consecuencias de la diversidad cultural y ofrecer este sufrimiento por la unidad que tanto ansiamos unos pocos. Podemos asistir a una Liturgia que no nos resulta cómoda y ofrecer este sacrificio por el bien de nuestra amada Iglesia. Podemos hablar de este problema con otras personas, para que sean conscientes de todo lo que nos separa y que no se trata de mala voluntad mutua. Se trata de un fino y eficaz trabajo diabólico. Podemos intentar dialogar dentro de la Iglesia, para que al menos, se comprenda que no todas las personas nos sentimos alineadas con una religiosidad aparente y socio-cultural, basada en hacer de los sacramentos unos entretenidos shows.

En este momento, poco más podemos hacer. Intentar que algo de la misericordia, de la que tanto se habla,  pueda llegar a quienes estamos en una lejana y mal vista periferia existencial.

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