Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. (Mc 15,38)
¿Qué significado tiene que el Velo del Templo se rasgue nada más morir el Señor en la Cruz? Se trata del Velo del Templo de Jerusalén y no era algo sencillo de atravesar. El historiador judío Flavio Josefo (S. I) escribió que era imposible de romper este velo. Tenía 20 metros de altura y diez centímetros de espesor. Josefo indicaba que para poderlo enrollar eran necesarios alrededor de setenta hombres. Pero una vez muerto el Señor, el Velo se rompe. Es una referencia que normalmente nos parece algo segundario, pero tiene gran importancia. Tres evangelistas lo indican en sus Evangelios y casi todos los Padres de la Iglesia lo tratan. ¿Qué nos pasa en este siglo XXI para andar tan ciegos y distraídos? Parece que el enemigo ha trabajado un nuevo velo con el que ocultar a Dios y su presencia real junto a nosotros.
Podemos indicar que este rasgado marca un momento crucial en la historia humana y señala el destino de la humanidad. Vemos que hay una sincronía entre dos espacios diferentes: el Gólgota y el Templo. La muerte del Señor genera un profundo cambio en ambos espacios. El Gólgota es el nuevo lugar de plenitud sagrada. Plenitud que se traslada al altar de nuestros templos. El Templo de Jerusalén tenía separado el mundo del "Sancta Sactorum", mediante este velo. Una vez roto el Velo, el Sancta Santurun dejaba de ser el centro del Misterio. Misterio que se traslada hasta el altar.
El rasgado es un signo y como tal, nos debería comunicar un significado. Un significado profundamente trascendente para cada uno de nosotros y para toda la humanidad. En el Gólgota sucede lo extraordinario:
El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: En verdad éste era Hijo de Dios. (Mt 27, 54)
Una vez rasgado el Velo, el "Sancta Sactorum" es accesible a todo el que se acerque y desee entrar.
El objetivo de rasgar el velo es abrir el camino hacia el corazón contemplativo de la tradición cristiana. El camino hacia la contemplación de el Misterio Cristiano. Lo que nos cuentan los evangelios se dirige, en primer lugar y sin vergüenza, a una audiencia católica y, como tal, no es ni una apología ni un argumento. ¿QUé es entonces. Es, más bien, un enfoque en la metafísica de sus joyas teológicas de nuestra tradición que se olvidan o pasan por alto con demasiada facilidad. El primer aspecto a tener en cuenta, desde la perspectiva del Velo, es la rica costura de la simbología de las Escrituras que se despliega a la vista interior. El Velo enfatiza el aspecto contemplativo o interior del cristianismo, la fuente de su vida activa y exterior.
El velo es un símbolo de el cambio del cosmos. Se nos dice que estaba tejido "con bordados de lino azul y fino, también de escarlata y púrpura, trabajados con maravillosa habilidad. Esta mezcla de materiales tampoco carecía de un significado místico: tipificaba el universo que está presente, pero que nosotros no teníamos acceso. Retratado en este tapiz estaba un panorama de "todo el cielo". El rasgado significa un cambio fundamental en el orden universal, o un cambio fundamental en la relación del hombre con lo trascendente.
Este cambio marcó, para los hijos de Abraham, la revelación por parte de un Dios Absoluto y Trascendente. Revelación de su Amor Infinito y Presencia Inmanente en el mundo, y de su relación íntima e Inmanente con su creación más suprema, el hombre. Los términos clave aquí son "en" y "con", Dios no está "en" el mundo como una entidad desconectada y desinteresada, un Creador desapegado de Su creación. Tras el rasgado, Dios está "con" el mundo en el sentido de que se hizo hombre, sufriendo no sólo las limitaciones de una naturaleza humana herida por Adán, sino también la desolación de la condición herida que fue condenada a muerte por la ignorancia y el miedo.
El rasgamiento del velo no sólo marca el triunfo de la luz sobre las tinieblas. Muestra el triunfo de la vida en Dios sobre la disolución del alma, la privación última del ser y una muerte absoluta. Implica que este velo sobrenatural deja de separar al ser humano, de la presencia trascendente de Dios. Este acontecimiento no es una contingencia del orden natural, sino una hecho querido por Dios mismo. La salvación ganada en la cruz no está condicionada por las exigencias del tiempo y el espacio, sino que es accesible para todo el que esté al pié de la Cruz.
Nota: pueden buscar lo que se dice el Velo del Templo en: Mt 27,51; Mc 15,38; Lc 23,45. San Pablo menciona el velo tres veces en su carta a los Hebreos, y el 'velo' cinco veces, en referencia al que llevaba Moisés, en 2Co. En ambos casos la exégesis del velo que hace San Pablo es la expresión más directa y profunda del simbolismo cristiano, y en Hebreos "por el camino nuevo y vivo que él nos ha consagrado a través del velo, es decir, de su carne". (Hb 10,20).