miércoles, 1 de mayo de 2024

La Verdad parece escondida, pero no es así


¿Dónde está la Verdad? Es lo mismo que preguntar ¿Dónde está Cristo en estos momentos en que vivimos? Es evidente que encontrarse con el Señor nunca ha sido sencillo. El Joven Rico lo atestigua. Encontrarlo no es suficiente, sino que Él mismo nos llame por nuestro nombre y además, nosotros aceptemos el llamado. Hace unos días me encontré en las redes con esta frase:


En la tiempo pasados, muchas personas hubieran dado toda su fortuna por tener accesible la obra de San Agustín, como lo tenemos ahora en el portal de los Agustinos. de igual forma, tenemos en la red una gran cantidad de obras de los Padres de la Iglesia. Lo triste es que pocas personas nos dedicamos a leer este tesoro y darnos cuenta de la inmensa gracia de Dios que conlleva disponer de estas obras a un toque de ratón. Tenemos miles de videos de gran calidad de Youtube. Videos que hablan de la Verdad que habita entre nosotros y que no nos deja solos. Tenemos miles de blogs de personas que escriben para compartir la Verdad de forma totalmente gratuita. ¿Qué nos pasa? Nos quedamos con los comics emotivistas que tanto éxito tienen, pero que muestran a Cristo como una marioneta se que ajusta a nuestros gustos y estéticas. Lo preferimos porque no nos señala la Puerta Estrecha ni el Camino de negarnos a nosotros mismos.

Uno de los problemas con los que nos encontramos es que la Verdad está dispersa y rodeada de falsedades bien calculadas. Falsedades que son como ruido. Ruido que impide escuchar la Palabra que nos llena de sentido. A veces me pregunto ¿Qué es lo que el Señor busca con esta situación? Entonces me acuerdo de la Puerta Estrecha y la necesidad de ser dóciles como Palomas, pero astutos como serpientes. Creo que el Señor permite esto para indicarnos que tenemos que ser capaces de separar el trigo de paja. Pero con cuidado, porque hay que esperar al momento en que el grano esté maduro. Si intentamos separar la cizaña antes del momento, podemos cortar también la planta del trigo. Esto es lo que nos pasa actualmente. Creemos cualquier cosa o nos convertimos en descreídos. Dios nos pide madurez espiritual y esfuerzo de discernimiento.

Pero respondiendo Él, les dijo: Al caer la tarde decís: "Hará buen tiempo, porque el cielo está rojizo". Y por la mañana: "Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojizo y amenazador". ¿Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no podéis discernir las señales de los tiempos? Una generación perversa y adúltera busca señal, y no se le dará señal, sino la señal de Jonás. Y dejándolos, se fue. (Mt 16, 2-4)

Él nos da la señal, el signo de Jonás. El signo de los tiempos. ¿Los signos de los tiempos? ¿Qué es eso? ¿Somos capaces de ver más allá de lo superficial, aparente y emotivista? ¿Vemos más allá de las apariencias y formas? Porque el ruido de falsedades aturde e impide ver la Verdad, a no ser que Dios nos regale la inmunidad al ruido de falsedades que nos rodea.

Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es Él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello (Jn 6, 26-27).

Esperemos ser marcados con el sello que es signo de Cristo en nosotros. Porque el signo de Cristo nos marca para toda la vida y nos transforma radicalmente. Nos permite ver más allá del ruido de falsedades y medias mentiras.

Y vi a otro ángel que subía de donde sale el sol y que tenía el sello del Dios vivo; y gritó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes se les había concedido hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño, ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente a los siervos de nuestro Dios. (Ap 7, 2,3)

La Verdad transforma y esto duele a nuestro ego. Cuando Cristo llama a nuestra puerta, espera que le abramos. Espera que le permitamos habitar en nosotros. No perdamos la Esperanza, porque sin ella, estamos realmente perdidos!!! La Verdad no está escondida, son nuestros ojos los que temen abrir los párpados y ver más allá del ruido mediático que nos presentan. Quizás, el silencio sea la mejor medicina que podamos tomar para orar.

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