lunes, 19 de enero de 2009

¿Misterio?… ¿De qué misterio me hablas?



Hay tres peguntas que el hombre se plantea e intenta responderse a si mismo, en la medida que desea dar coherencia a su vida: ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? y ¿Hacia dónde vas? Se puede vivir sin responderlas e incluso desdeñando la utilidad de planteárselas, pero entonces la vida se vuelve algo contingente, inmediato y consumible. Nos encontramos con el modelo de ser humano que se "vende" por los medios de comunicación. Un ser humano sin sentido, en un universo sin hostil o indiferente a su existencia. Un modelo de persona que sólo puede ahogar su vacuidad en el placer, el consumismo y el poder temporal.

Plantearse estas preguntas no significa llegar a una solución única y válida para todos nosotros. Cada cual llega a sus propias respuestas que representan su camino vital. Después se puede ser coherente o incoherente con esta esencia, pero eso es otro tema. Lo cierto es que si nos detenemos con humildad ante estas preguntas nos encontramos con el misterio. Al dar respuestas estamos creando un puente entre nuestra ignorancia y lo que nos rodea. Algunos creemos necesaria una respuesta colectiva que nos une entre nosotros y nos inserta en el orden supremo que rige el universo. Estamos hablando de la religión. Religión, que es sólo un código socio-cultural de actos y creencias.

Ante los misterios del destino del hombre y del universo, el cristianismo propone respuestas que son un primer paso para satisfacer nuestra necesidad de conocer, sentir y actuar. Estas respuestas invocan a Dios, la Trinidad, el plan de Dios y a Cristo como Dios hecho carne y revelador de los misterios.

Dios se revela al hombre y se muestra por medio del cosmos, sus leyes, como una presencia constante. Dios se revela también por medio de su presencia constante. Comprender el plan de Dios es complicado, pero Cristo acerca esta revelación a todos quienes quieran escuchar sus palabras. Sus palabras son palabras de vida eterna. él se nos presenta como el Camino, la Verdad y la Vida. san Juan dice que es Sentido universal: Logos y Amor incondicional: Caritas. Quedarnos en lo puramente intelectual es importante, pero nos detenemos en el primer escalón de acceso al Sancta Sanctorun. Desde este escalón no rasga más que el primer velo del templo. El segundo velo del Sancta Sanctorum queda intacto. El misterio sigue en pié delante nuestra, ya que las respuestas solo nos permiten intuir el plan de Dios de manera general.

¿Qué pasa si queremos dar otro paso hacia delante? ¿Qué podemos esperar encontrar? Debemos ser conscientes que no podemos más que entrever lo que se oculta dentro del Sancta Santorum gracias al carácter traslúcido del velo interno. Si pudiéramos ver claramente, nuestra naturaleza sería divina y además, el pecado no anidaría en nosotros. Pero somos humanos y tenemos que aceptar lo que somos.

En las catequesis es frecuente que se nos diga que ante el Misterio, la mejor opción es tomarlo como tal (olvidarlo) y no perder el tiempo en intentar comprender lo incomprensible. Actualmente se suele decir que lo importante es sentir y que entender no vale para nada. Vale, entonces podríamos preguntarnos ¿Por qué al morir Cristo se rasgó el primer velo? ¿Por qué olvidar lo revelado y vivir como si todo tuviera únicamente un sentido emotivista? Alejarnos del Templo pudo ser la única opción en otros tiempos en donde no se cuestionaba ningún aspecto de la religión y su conocimiento profundo quedaba reservado a unos pocos. Hoy en día todos los bautizados hemos sido llamados a dar un paso adelante de forma consciente y plena. 

En los primeros siglos los cristianos entendían el acceso al misterio como una gracia conferida por medio de los sacramentos. Las catequesis mistagógicas se impartían para  dar razones y entendimiento según el Espíritu de Dios se hacía presente en nosotros. San Ambrosio de Milán explica claramente sentido y objetivo del Misterio, en sus tratados sobre los Sacramentos y los Misterios. Orígenes y San Clemente de Alejandría dejan claro que es posible acercarse a comprender el Misterio. Las catequesis de los primeros siglos del cristianismo, se adentraban en aspectos que hoy en día yacen olvidados y, por lo tanto, accesibles solo a quienes no se conforman con la cáscara postmoderna de una creencia socio-cultural. Un simulacro que llamamos fe, pero que es tan sólo una excusa.

Decir que los misterios son totalmente inaccesibles equivale a aceptar que solo podemos volcarnos sobre los aspectos externos de la Fe. Pero el agnosticismo cristiano tiene las patas muy cortas. Tarde o temprano nos enfrentaremos a la necesidad de explicar las razones que sostienen “lo externo” y no sabremos dar ninguna. Decir que todo es por sentimiento es aceptar que actuamos por simple emotivismo. Sin razones, todo parece que se derrumba en un sinsentido de antigüedades obsoletas para el ser humano contemporáneo. Podemos optar por seguir sin preguntarnos nada y encogernos de hombros cuando otros nos pregunten. Podemos optar por decidir que todo es un entramado falso que no se sostiene y alejarnos de la Iglesia. ¿Qué hacer? No es fácil intentar acercarnos a la parte interna de nuestra Fe, ya que no se habla de ella y si nos han dicho algo, nos han dejado claro que es un camino tapiado.

Este es uno de los problemas fundamentales que presenta la Iglesia en la actualidad: el olvido de lo interno a la Fe y la focalización extrema en los aspectos externos y tangibles. Frente al misterio se opta por simplificar y hacerlo invisible, por lo que Dios también se vuelve invisible a los ojos inmanentes del hombre moderno. Aunque es cierto que la Fe sin obras es una Fe vacía, no lo es menos que las acciones sin Fe terminan por ser algo puramente rutinario. Nos desvincularmos del sentido trascendente del plan de Dios. ¿Plan de Dios? Casi nos hemos olvidado de qué significa y nuestra corresponsabilidad en él.

Uno de los pocos lugares donde el misterio permanece a duras pena visible es en la Liturgia. La Liturgia nos recuerda el Misterio de Cristo cada vez que celebramos una misa. Dice Odo Casel (3):

El Misterio de Cristo, que en Nuestro Señor se llevó a cabo en toda su realidad histórica y física, se realiza en nosotros simbólicamente, bajo formas representativas y figurativas. Sin embargo, éstas no son simples apariencias, signos puramente externos y vacíos, sino que contienen para nosotros y nos comunican la plena realidad de la vida nueva que nos ofrece Cristo, nuestro mediador.

Esta participación, de características absolutamente especiales, en la vida de Cristo, que por una parte se presenta bajo expresiones simbólicas y, por otra, se realiza realmente, fue llamada por los primeros cristianos con la denominación de participación mística


La mística era y es, la participación viva en el Misterio Cristiano. Es obvio que la Liturgia se constituye espacio y tiempo privilegiado para adentrarnos en el Misterio. Liturgia que es camino y resumen perfecto del Misterio Cristiano. Pero el Misterio va más allá de la liturgia. El Misterio se extiende a toda nuestra vida y a nuestras acciones. La liturgia da acceso al Misterio, pero el Misterio se nos presenta a cada minuto de nuestra existencia en forma de vivencias cotidianas que debemos comprender y encaminar. recordemos que en la misa tradicional se despide a los fieles con una frase muy clarificadora: "Ite missa est", que se traduce como: "esta es la misión". ¿Qué misión? La de llevar la Buena Noticia todos los pueblos. La Buena Noticia que hemos vivido en la Liturgia.

Llegado a este punto en necesario dejar claro que el Misterio Cristiano es una hermenéutica de vida que no debe ser propiedad de un grupo selecto de elegidos o una revelación encerrada. Tampoco puede ser herramienta exclusiva sino una realidad inclusiva. Es un libro abierto para quien desee leerlo, un camino para quien desee transitarlo junto a sus hermanos de Fe. No es aceptable plantear lugares cerrados para vivirlo. No es aceptable pensar en caminos alternativos a la total unión con la Iglesia, a la que pertenecemos desde nuestro bautismo. Tal como indica sabiamente Julio Peradejordi (2), de esta manera es como hay que entender que no existe salvación fuera de al Iglesia.


(1) "Esoterismo Güenodiano y Misterios Cristiano". (2005). Jean Borella . Sophia Perennis
(2) "Esoterismo cristiano y Cristianismo esotérico". (1990). Julio Peradejordi. Obelisco.
http://www.lapuertaonline.es/ar146.html
(3) “El misterio del culto en el cristianismo” (2002). Odo Casel. Centro de Pastoral Litúrgica.

1 comentario:

yanya dijo...

Sabes mi querido misere, me encanto tu escrito. La verdad muy completo. Sabes, para mi el misterio es parte de Dios. Para mi hay dos razones del misterio: 1ro. Que no entendariamos muchas cosas que se nos revelen y 2do sin misterio realmente no habria necesidad de Fe....cual es el merito en creer en algo que ya esta comprobado? La Fe es un requisito para agradar a Dios, es sumamente importante, sin Fe, no habria nada que hacer realmente....

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