domingo, 10 de enero de 2010

El Hijo predilecto de Dios

¡Qué gran misterio encierra el bautismo de nuestro Señor y Salvador! El Padre se deja oír desde lo alto del cielo, el Hijo es visto en la tierra, el Espíritu Santo se muestra bajo la forma de una paloma. Porque no hay verdadero bautismo ni verdadera remisión de los pecados allí donde no hay la verdadera Trinidad... El bautismo que da la Iglesia es único y verdadero, sólo se da una vez y, siendo sumergidos una sola vez, somos purificados y renovados. Purificados porque se deja la suciedad del pecado; renovados, porque se resucita para una vida nueva después de haberse despojado de la vetustez del pecado.

En el bautismo del Señor, pues, los cielos se abren a fin de que, por el baño del nuevo nacimiento, descubramos que el Reino de los cielos se abre a los creyentes, tal como lo dice la palabra del Señor: “El que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3,5). Entra en él, pues, el que renace y no descuida perseverar en su bautismo.

Puesto que nuestro Señor vino a darnos el nuevo bautismo para la salvación del género humano y la remisión de todos los pecados, ha querido él mismo ser bautizado primero, no para ser despojado del pecado pues no lo había cometido, sino para santificar las aguas del bautismo y así destruir los pecados de todos los creyentes renacidos por las aguas del bautismo.

(Cromacio de Aquilea [? †407]. Sermones sobre la Epifanía, 34)

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Decía mi amiga Maricruz inspiradamente en su blog, que el bautismo es puente, camino, puerta, arco iris y señal. Los sacramentos son los puentes que nos unen a Dios por encima de nuestra naturaleza caída. Son camino que lo lleva a Dios y nos comunica con El. Son puerta que permite salir de nuestro estado de desesperación y entrar la plenitud de la esperanza. Son arco iris que señala la promesa de Cristo. Y son sobre todo esperanza. Esperanza como espera con un sentido… el sentido de ser hijos de Dios y de se parte de su obra.

Cuando Cristo se bautizó los cielos se abrieron y la Trinidad se manifestó por primera vez a los hombres. Estamos por lo tanto festejando la nueva epifanía que nos permite renacer del agua y del espíritu.

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Señor. Gracias por donarte a nosotros por medio de
tu palabra sagrada.

Te rogamos para que derrames tu gracia sobre nosotros
y por medio de ella podamos llegar a
comprender todo el profundo significado
del bautismo de la Palabra hecha carne,
Cristo Señor nuestro.
Amén

4 comentarios:

Maricruz dijo...

Jesús se introduce en el agua y la santifica, para que nos sirviera de signo posterioremente. Introducido en el agua hace presencia el Santo Espíritu de Dios que le señala como Hijo predilecto, igual sucede con nosotros, en el Bautismo, el Espíritu se hace presente y nos hace hijos en el Hijo.
Amados por el Padre con el mismo amor con que ama al Hijo.
Quedo postrada de solo pensarlo.
Cómo es posible que me ame como a Jesús? Es el culmen del amor gratuito, absoluto e incondicional.

Miserere mei Domine dijo...

¿Cómo es posible que nos ame Dios de la manera que nos ama?

Solo caben dos respuestas... porque somos obra suya y porque su amor infinito trasciende nuestro amor finito e interesado.

Saludos :)

Anónimo dijo...

Bien...el verdadero Bautismo es para mi la Conversión consciente en la madurez...cuando uno escoge ser SU DISCIPULO y despierta A SER EL HIJO DEL PADRE.

JESÚS fue bautizado en el Agua...y ÉL nos bautiza en el fuego del Espíritu en nuestro despertar a SU PRESENCIA RESUCITADA EN NUESTRA VIDA, CONCIENCIA Y CORAZÓN, hermano.

Vivir ese bautizo..más que recordar lo que implica... es tarea de todo cristiano genuino. Vivirlo desde una práctica verdadera...más que como algo mental. Vivir LA FE... esa conversión que nos transforma dia a dia... en nuestra disponibilidad a ser llenados del ESPIRITU de DIOS.

Graciasssss.... :)))))!

Un Abrazo, hermano...

Carmen.

Miserere mei Domine dijo...

Un abrazo Carmen :)

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