domingo, 2 de enero de 2011

Discernir entre Roca y la Arena

¿Es una cosa sorprendente que el Señor haya cambiado el nombre de Simón por el de Pedro? (Jn 1,42). «Pedro» quiere decir «roca»; el nombre de Pedro es, pues, símbolo de la Iglesia. ¿Quién está seguro sino el que construye sobre roca? Y ¿qué es lo que dice el mismo Señor? «Todo el que escucha las palabras que yo digo y las pone en práctica es comparable a un hombre sensato que construye su casa sobre roca. Cae la lluvia, bajan los torrentes, los vientos soplan contra esta casa, pero ella no se ha hundido, porque estaba cimentada sobre la roca... »

¿De qué le sirve entrar en la Iglesia al que quiere construir sobre arena? Escucha la palabra de Dios pero no la pone en práctica; así es que construye sobre arena. Si no escuchara no construiría, escucha pues, y edifica. Pero ¿sobre qué fundamento? Si escucha la palabra de Dios y la pone en práctica, es sobre roca; si la escucha y no la pone en práctica, es sobre arena. Se puede, pues, construir de dos maneras distintas... Si te contentas con escuchar sin poner por obra lo que has escuchado, construyes una ruina... Si, por el contrario, no escuchas, te quedas a la intemperie, y serás arrastrado por el torrente de las tribulaciones...

Estad seguros, hermanos míos: el que escucha la palabra sin obrar en consecuencia, no edifica sobra roca; no tiene ninguna relación con este gran nombre de Pedro al cual el Señor ha dado tanta importancia. (San Agustín, Sermón sobre San Juan, nº 7)

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La parábola de la construcción sobre roca siempre me ha hecho preguntarme qué es la roca y qué es la arena. A veces lo que interpretamos como roca no es más que arena compactada por nuestras circunstancias personales. Es evidente que Dios es roca y la Iglesia es roca, pero nuestro entendimiento nos juega malas pasadas muy a menudo. Construir sobre arena es mucho más fácil. Somos capaces de patear con fuerza la arena para hacernos creer que es dura roca. Después, incluso, somos capaces de vender a otras personas la "solida roca" que no es más que arena.

¿Cómo diferenciar entonces, roca y arena? Discernir tiene que ver, primeramente, con nuestro ser y nuestra naturaleza, pero también hay más detrás de ello.

Actuar, entender y sentir nos conducen a los tres atributos que nos hacen seres humanos: intelecto, voluntad y emoción. En la medida que la roca se discierna con todo nuestro ser podremos diferenciar mejor si la roca es más roca y menos arena. Si nuestro cristianismo es puramente volitivo, la acción es el fin de lo que hacemos. Si nuestro cristianismo es solo conocimiento, la realidad termina por pasar a un segundo plano. Si nuestro cristianismo es solo sentimiento y emoción, nos encerramos en nosotros, creando una realidad alternativa a medida de lo que necesitamos sentir. Las parcialidades de nuestro ser tienden a engañarnos a menudo. Sobre todo porque nos ofrecen caminos más rápidos y sencillos.

Siguiendo juicios parciales, tarde o temprano evidenciaremos que nuestro cristianismo pierde sentido. También nos podemos ver incapacitados enmendar el camino por nosotros mismos. La libertad es un don peculiar. Cuando se sustancia en la Verdad, se nos devuelve con beneficios. Seremos más libres. Si la sustanciamos en medias verdades o mentiras, perdemos el don invertido. Nos hacemos más esclavos.

Demos un paso más allá. Aunque los discernimientos plenos son más seguros que los discernimientos parciales, no tienen porque ser infalibles ni tienen porqué estar en consonancia con la voluntad de Dios. ¿Por qué? Porque nuestra naturaleza humana no es perfecta al estar herida por el pecado.  Entonces ¿Cómo discernir?

San Agustín nos habla de la necesidad de construir según la Palabra de Dios y dentro de la Iglesia. Entiéndase Iglesia como Una y no como parcialidades inclusivas o revelaciones personales. No es raro encontrar a cristianos que sustituyen la Voz de la Palabra de Dios por el propio entendimiento personal o el carisma de determinado líder. No hablaré de que esto nos lleve a fines malvados, pero si indicaré humildemente que es sumamente peligroso desentendernos de nuestro pleno ser y de la Revelación de Dios.

¿Eso es todo? No. Nos falta el principal escalón en la búsqueda de la roca. "Sin mí, no podéis hacer nada" (Jn 15, 5). Sin Cristo no podemos hacer nada y por lo tanto, la oración debe ser ingrediente imprescindible en todo discernimiento. Sin la Gracia de Dios, nuestra libertad nos puede jugar malas pasadas. Sin la Gracia que enmienda nuestra naturaleza rota, somos como vasijas rotas incapaces de contener nada.

"Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios. Por lo demas, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio." (Romanos 8: 26, 28).

Pero no debemos desentendernos de nosotros mismos y de nuestra responsabilidad.  Pensar que orando y orando no tendremos que esforzarnos para entender y actuar, es demasiado fácil y denota el sutil engaño del enemigo. No se trata de pasar de una postura pelagiana a una quietista. Se trata de utilizar los talentos que nos ha regalado Dios, sin dejar de rogar para que El nos guíe en nuestra labor.

"Entonces, ¿qué hacer? Oraré con el espíritu, pero oraré también con entendimiento. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con entendimiento." (1Corintios 14:15)

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Señor, ayúdanos a discernir
levanta las nieblas de nuestro pecado
para que podamos entender Tu voluntad
y actuar según Tu designio.

Porque sólo Tu eres Santo
Sólo Tu Señor
Sólo Tu altísimo Jesucristo
Con el Espíritu Santo,
en la Gloria de Dios Padre,
Amén


4 comentarios:

El Estudiante dijo...

Aquí has dado bien en el meollo del asunto, amigo Miserere:

"¿Eso es todo? No. Nos falta el principal escalón en la búsqueda de la roca. "Sin mí, no podéis hacer nada" (Jn 15, 5). Sin Cristo no podemos hacer nada y por lo tanto, la oración debe ser ingrediente imprescindible en todo discernimiento. Sin la Gracia de Dios, nuestra libertad nos puede jugar malas pasadas. Sin la Gracia que enmienda nuestra naturaleza rota, somos como vasijas rotas incapaces de contener nada."

La Gracia eclesial es la Roca, y el Sacramento de Gracia es la Iglesia, edificada por Cristo en Cefas.

La fuente de la Gracia es la obediencia sobrenatural a la Iglesia, la comunión por la caridad, la vida en el Cuerpo del Señor, Sacramento de la Verdad:

fuente de bienes, por la Comunión de los Santos.

Sin obediencia a la Iglesia no hay Gracia,y no hablo de obediencia muerta, u obediencia ciega, sino sobrenatural, basada en el derecho divino, en la fe en las promesas de Cristo.

Un abrazo y feliz y santo año nuevo

Miserere mei Domine dijo...

"Sin mi, no podéis nada" es un principio demoledor que nos cuestiona constantemente. Quiera Dios que seamos capaces de entenderlo.

Gracias Alonso. Un abrazo en Cristo

Ricardo Miñana dijo...

Muchas felicidades para este año, dale vida a tus sueños y que la crisis económica
pase de largo.

¡¡Feliz año 2011!!

Un abrazo.

Miserere mei Domine dijo...

Gracias por tus deseos, Ricardo. Daré vida a mis sueños y haré lo posible para soslayar la crisis existencial del ser humano actual. Solo así saldremos de esta crisis económica que parece insalvable.

Feliz y santo 2011 :)

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