domingo, 17 de junio de 2012

¿Caridad o propaganda? ¿Misión o comisión?


«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres.» ¿Por qué? Para no «ser vistos delante de ellos». Si ellos os ven ¿qué será de vosotros? «No tendréis la recompensa de vuestro Padre celestial.» Hermanos, aquí el Señor no juzga, sino solamente expone. Da luz sobre la astucia de nuestros pensamientos; pone al desnudo las disposiciones secretas de las almas. A los que meditan injustamente sobre la justicia, les indica la medida de una justa retribución. La justicia que se coloca ante la vista de los hombres no puede esperar el salario divino del Padre. Ha querido ser vista, ha sido vista; ha querido complacer a los hombres y ha complacido. Tiene el salario que ha querido; no tendrá la recompensa que no ha querido tener...

«Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas.» «Tocar la trompeta» es la palabra justa, porque una limosna de esta clase es un acto más guerrero que pacífico. Pasa toda entera a través del sonido, nada tiene que ver con la misericordia. Viene del país de la desunión, no ha sido alimentada por la bondad. Es un tráfico para la exhibición, no un comercio casto... «Tú, en cambio, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga.» Habéis oído: la limosna hecha en una asamblea, sobre las plazas públicas, en los cruces de los caminos, no es un gasto hecho para el alivio de los pobres, sino que se hace ante la vista de los hombres para ser estimado por ellos... Huyamos de la hipocresía, hermanos, huyámosla... No alivia al pobre; el gemido del indigente le es un pretexto para buscar con más ahínco una gloria espectacular. Hincha su alabanza con el sufrimiento del pobre. (San Pedro Crisólogo Sermón 9)

Me vino a la memoria este texto de San Pedro Crisólogo al leer un párrafo del tratado sobre la doctrina Cristiana de San Agustín:

El hombre que está firme en la fe, en la esperanza y en la caridad y que las retiene inalterablemente, no necesita de las sagradas Escrituras, si no es para instruir a otros. Así, muchos dirigidos por estas tres virtudes viven en los desiertos sin el auxilio de los Libros santos (San Agustín. La Doctrina Cristiana 1,39,43)

Estas palabras me llevaron a pensar en las ofertas que muchos supermercados están haciendo a partir de las dificultades que están padeciendo muchas familias. Lo que hacen estos establecimientos ¿Es caridad o es más bien, propaganda? ¿Cual es la misión de un Supermercado? 

En nuestro comportamiento diario puede haber también mucho de propaganda, de dar o aparentar para que se nos vea y se nos aprecie. Esto es simple trueque de lo que nos sobra por consideración humana. Dice San Agustín que muchos anacoretas viven las tres virtudes en mitad del desierto y lo hacen sin nada entre las manos. Ni siquiera las Sagradas Escrituras. ¿Por que no necesitan las Sagradas Escrituras para si mismos? Porque ya viven en Evangelio en su plenitud.

Pero, este discernimiento no es tan sencillo como parece. Si ocultamos nuestra justicia, Fe, Esperanza y Caridad ¿Cómo daremos testimonio a los demás?

Nos encontramos con la tensión escatológica del "ya, pero todavía no". La tensión de dar testimonio, pero que nadie vea tus acciones. ¿Cómo hacer que se vea sin que nadie nos vea? Es imposible.

Este problema es planteado con frecuencia por ateos y agnósticos que desean confundirnos y mostrarnos lo aparentemente contradictoria que de nuestra Fe. Hay que estar listo para saltar a un dominio diferente y hacerles ver que no existe tal contradicción.

Evidentemente este problema no tiene solución dentro de “lo externo” a nosotros. En este caso debemos buscar la solución en nuestro interior, en nuestro ser. Allí es donde la contradicción desaparece. Hablamos entonces de la conversión interior que soluciona la aparente contradicción exterior.

Lo que los evangelios nos dicen y los Primeros Padres de la Iglesia recalcan, es que el motor de nuestra Fe, Esperanza y Caridad no puede ser que nos aprecien los demás, sino que aprecien a Cristo que se refleja en nosotros. Cualquier aplauso que nos brinden en nuestra misión, no es para nosotros sino para Cristo que se hizo presente a través nuestra. Si sabemos señalar a Quien es la fuente de la luz que se refleja en nosotros, estaremos dando testimonio y al mismo tiempo viviendo sin buscar trompetas y aplausos para nuestra persona.

La admiración que nos causan los santos, no se corresponde a las condiciones humanas de los mismos, sino a su capacidad de reflejar al Señor en sus actos.

Demos limosna sin tener miedo que se nos vea hacerlo, pero hagámoslo sin atraer la atención hacia nosotros, sino hacia Quien es la Caridad. Propaguemos la Fe, pero sin creer que lo que sale de nuestra boca o escriben nuestros dedos es nuestro. Nada más lejos de la realidad. Vivamos llenos de Esperanza y alegría, pero señalando al Señor como fuente de ello.

Decía el Padre Pío: “Cuando los dones crecen en ti, haz que crezca también la humildad, así puedas considerarlo todo como si fuera un préstamo

Ahí está la diferencia entre la propaganda y Caridad. La diferencia entre la misión del Reino que nos ha sido encomendada y la comisión de vanagloria que recibimos cuando buscamos ser nosotros los protagonistas.

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