domingo, 28 de abril de 2013

Cristo es la Luz que ha creado esta luz que vemos


Las palabras del Señor: «Yo soy la luz del mundo» son, a mi parecer, claras para los que tienen ojos capaces de participar de esta luz; pero los que no tienen más ojos que los del cuerpo se sorprenden al oír que nuestro Señor Jesucristo dice: «Yo soy la luz del mundo». E incluso es posible que haya quien diga: ¿Cristo, no será este sol que a través de su amanecer y su ocaso determina el día?.... No, Cristo no es eso. El Señor no es ese sol creado sino aquél por quien el sol fue creado. «Por medio de él se hizo todo y sin él no se hizo nada de lo que se ha hecho» (Jn 1,3). Él es, pues, la luz que ha creado esta luz que vemos. Amemos esta luz, comprendámosla, deseémosla para poder un día, conducidos por ella, llegar hasta ella y vivir en ella de manera que ya no podamos morir...

Veis, hermanos, veis, si es que tenéis unos ojos que ven las cosas del alma, cual es esta luz de la que el Señor habla: «El que me sigue no camina en las tinieblas.» Sigue este sol y veremos como tú ya no andarás en las tinieblas. Hele aquí que se levanta y viene hacia ti; el otro sol, siguiendo su curso, se dirige a occidente; pero tú debes andar hacia el sol naciente que es Cristo. (San Agustín Sermones sobre el evangelio del san Juan, nº 34)

Esta semana ha estado llena de noticias diversas que nos hacen reflexionar sobre nuestro papel en el mundo y los problemas que nuestra presencia genera. Entiéndase mundo con el mismo sentido que Cristo lo utiliza en el pasaje evangélico de Jn 15,19Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo”. El mundo es la sociedad que vive de espaldas a Dios y entiende que Cristo es una competidor en la carrera por el poder.

Los laicistas no comprenden qué tiene Cristo para que le sigamos y por ello tejen suposiciones que hacen indeseable ser cristiano. Pero quien conocer la Luz de Cristo, no tiene dudas. En él se abre un nuevo sentido que le permite entender todo lo que rodea como parte del plan de Dios. Es capaz de diferenciar los pecados e infidelidades de quienes componemos la Iglesia, del Espíritu Santo, que la vivifica constantemente. Entiende que la verdadera jerarquía es la del servicio, a la que se llega únicamente por la santidad. Santidad que es al mismo tiempo un deseo grabado en nuestra naturaleza y un don de Dios.

¿Qué temen los laicistas? Algo debemos de tener para que nuestra presencia les resulta insoportable. Un ejemplo. Esta semana la revista italiana “Tempi” ha indicado que hoy domingo día 28, el presidente francés, Francois Hollande, hubiera inaugurado una exposición en el museo Nacional de las Bellas Artes, pero se encontró con un “problema” inesperado. El problema es un cuadro religioso que hubiera aparecido a sus espaldas en la inauguración. Como no era fácil quitar el cuadro o cubrirlo, simplemente decidió no inaugurar la exposición.

La presencia del mensaje cristiano es incómoda para el laicista, ya que le sitúa en el verdadero contexto histórico y no en el contexto anticristiano que nos quieren vender diariamente.

¿Qué podemos hacer? San Agustín nos dice: “Amemos esta luz, comprendámosla, deseémosla para poder un día, conducidos por ella, llegar hasta ella y vivir en ella de manera que ya no podamos morir

Amemos, comprendamos, deseemos la Luz. Sólo así podremos dejarnos conducir por la misma Luz y cumplir la voluntad de Dios.

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