domingo, 1 de diciembre de 2013

Arte, vida cotidiana y Adviento.

Para iniciar el Adviento, traigo un breve texto de la obra: Belleza y vida de Fe, del P. Jesús Casás Otero.

Por lo tanto, el equívoco o malentendido, según el cual “la obra de arte sería únicamente obra humana, debe ser eliminado. Dios actúa en el hombre de una forma más de acuerdo con la Verdad que en el terreno de la naturalidad pura y simple” (pseudo Dionisio, Epístola X). Porque en las creaciones del espíritu, lo divino se manifiesta en y a través de la conciencia y al ser la conciencia superior a la naturaleza, será también un medio más adecuado para expresar lo divino en las creaciones artísticas.

[Al hombre] No le satisface ser un individuo separado; parte del carácter fragmentario de su vida individual, para elevarse a una “plenitud” que siente y exige, hacia una plenitud de vida que no puede conoce por las limitaciones de su individualidad, hacia el mundo comprensible y más justo, hacia un mundo con sentido.

Esto nos lleva a la conclusión de que la belleza y el arte, por principio, además de estar perfectamente relacionados, llevan en sí el germen religioso de la estética cristiana. Esta idea coincide con el pensamiento de la patrística que, desde el siglo II, habla de “la semilla del logos inmersa en la naturaleza”. (P. Jesús Casás Otero. El arte y la fe. Capítulo IV)

Pensemos que toda obra del ser humano puede ser una obra de arte o una simple respuesta a una necesidad funcional. Nuestra labor profesional, espiritual o evangelizadora, puede ser realizarse con un sentido que trascienda lo necesario o simplemente ajustarse a las necesidades de cada momento.

Hay que tener mucho cuidado con todo discurso que comienza por “lo mejor”, “lo principal”, “lo que prefiero”, porque nuestra psicología y naturaleza, tienden a quedarse con lo se destaca, olvidando todo lo que desde ese momento parece secundario. Si decimos que lo principal de una casa es que tenga techo, no implica que despreciemos los muros, ventanas, puertas, etc. ¿Qué sentido tiene un techo plantado en la nada? Por ejemplo, ¿Qué sentido tiene evangelizar sin una comunidad que recoja y de sentido a las personas que se acerquen al mensaje de Cristo?

Nos han educado para que aceptemos el funcionalismo minimalista como estándar de nuestra vida, lo que contradice las palabras de Cristo. En la parábola de los talentos, el Señor no se conforma con que se le devuelva lo mismo que nos ha prestado. Espera de nosotros más que el mal menor que preferimos y que está bien visto por la sociedad. Aumentar los talentos supone colaborar con Dios y aceptar que la Gracia actúe en nosotros. Igual que el grano de mostaza, “la semilla del logos inmersa en la naturaleza” necesita cuidados para crecer y dar frutos. ¿Podemos devolver la semilla, tal cual, diciendo que salimos a sembrar con buena voluntad, pero que se nos olvidó el sentido de nuestra evangelización?

Pensemos que “en las creaciones del espíritu, lo divino se manifiesta en y a través de la conciencia”. Quien no tiene conciencia de lo que hace, difícilmente puede ser una herramienta de Dios.


Estamos ya en Adviento. Es el tiempo litúrgico del despertar de lo cotidiano, para empezar a prepararnos para la cercana Navidad. La preparación conlleva hacer examen de conciencia de aquellos talentos que no dan todos los frutos que sería deseable. Como los Magos de Oriente, tenemos que trabajar, observar el cielo y trazar el camino que hemos de seguir detrás de la Estrella. Tenemos que tener confianza en la Estrella y no desesperar en el camino. Tampoco podemos dejarnos arrastrar por las tendencias o modas que se dan, tanto dentro como fuera de la Iglesia. La Estrella nos guía y nos llevará hasta el Niño Dios, en la noche de Navidad.

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