jueves, 27 de abril de 2017

La soledad del creyente fiel. San Agustín

Sobre cada miembro del "resto fiel" pesa la soledad de verse rechazado o ser considerado como sospechoso por sus hermanos de fe. Cuando nuestra vida de fe no está basada en estrategias, ni se confía en las estructuras humanas, nos convertimos en sospechosos. Pero no veamos sólo el dolor que llevamos dentro, miremos en la oportunidad que nos ofrece el Señor. La soledad es una oportunidad de crecer en Esperanza y darse cuenta del maravilloso don que es la Comunión de los Santos. No estamos solos aunque nos obliguen a vivir la fe de forma silenciosa y guardar las distancias para no molestar. ¿Qué debemos temer? Tan sólo el tenemos que temer el miedo y la desesperanza. 

Guíame, Señor, en tu camino, y caminaré en tu Verdad. Cristo es tu camino, tu Verdad y tu Vida. Luego el cuerpo va hacia él, y el cuerpo viene de él. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Guíame, Señor, en tu Camino. ¿En qué Camino? Y caminaré en tu Verdad. Una cosa es guiar hacia el Camino, y otra guiar en el Camino. Ves a un hombre en total pobreza, que necesita urgente ayuda. Los que están fuera del Camino no son cristianos, o todavía no son católicos; que sean conducidos al Camino; pero tan pronto como fueren llevados a él, y se hayan hecho católicos en Cristo, sean guiados por él en ese mismo Camino, para que no caigan. Cierto que ya andan por el Camino. Guíame, Señor, en tu camino: ya estoy realmente en tu camino, guíame en él. Y andaré en tu verdad. Siendo tú quien me conduces, no erraré; si me abandonas, me equivocaré. Ruega, pues, para que no te abandone, sino que te guíe hasta el fin. ¿Cómo guía? Aconsejándote continuamente, dándote siempre la mano. Y el brazo del Señor ¿a quién ha sido revelado? Al darte a su Cristo, te da su mano; y al darte su mano te da a su Cristo. Guía hacia el camino llevando hacia su Cristo. Guía en el camino llevando en su Cristo, y Cristo es la verdad. Luego guíame, Señor, en tu camino, y andaré en tu verdad. En aquel, por cierto, que dice: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Si guías en el Camino y en la Verdad, ¿adónde llevarás, sino a la Vida? Luego en él guías hacia él. Guíame, Señor, en tu Camino, y andaré en tu Verdad. (San Agustín. Comentario al salmo 85, 15)

El desamparo y soledad del creyente fiel hace que nos adentremos en las periferias. Periferias eclesiales donde podremos vivir alejados del ruido que el mundo produce dentro de la Iglesia. Podremos concentrarnos en el silencio, donde se oye la voz de Dios. En el Silencio nos encontramos con Dios. El Silencio es la forma en que nos habla Dios. El Cardenal Sarah nos dice en su reciente libro, La fuerza del Silencio: «El primer lenguaje de Dios es el silencio», «Todo lo demás es una pobre traducción. Para entender este lenguaje, debemos aprender a ser silenciosos y a descansar en Dios». No cabe duda que Dios nos pide silencio y con ello nos somete a la gran prueba de hablar con nuestra vida en vez de con la boca y las acciones socio-culturales. La sabia prudencia anida en el silencio de quien dice todo, sin abrir su boca.

Una iglesia ruidosa evidencia que hay mucho vacío y en el vacío todo resuena y reverbera haciendo imposible comunicarse. El ruido es es utilizado por el maligno utiliza para desorientarnos y entretenernos con lo superficial. No lo decimos nosotros. Tal como dice Pablo VI, “algo preternatural venido al mundo precisamente para perturbar” y a “excavar abismos en vez de colmarlos”. Decía San Agustín que lo importante es que Cristo sea Quien nos conduzca. Si es así, no tenemos nada que temer.

 ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia o persecución o hambre o desnudez o peligro o cuchillo? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo: Somos estimados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, Ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rm 8, 35-39)

Podemos fijarnos en las profecías y mensajes que hemos recibido de la Virgen y del Señor en los últimos siglos. En ellas, curiosamente, se señala el mal del activismo social-cultural y en cambio se pone primacía la piedad y los actos simbólicos. Hoy en día damos muy poco valor al simbolismo de nuestras acciones. ¿La razón? Asimilamos simbólico a falso o aparente, debido a que pensamos que cualquier acto que no sea físico y cuantizable, es falso, un simulacro. Pablo VI habla precisamente de esto y señala el problema del mal que ha inundado la Iglesia: “Ha entrado la duda en nuestras conciencias y ha entrado a través de ventanas que debían estar abiertas a la luz: la ciencia”. Es cierto. La duda, la incertidumbre de lo simbólico ha entrado por medio del empirismo científico. La verdadera ciencia se basa fundamentalmente en modelos simbólicos que explican los fenómenos. Por lo tanto, lo que nos han vendido como ciencia no es tal, sino una pseudo ciencia qué sólo es un empirismo desnudo que nos deshumaniza.

Para colmo, la postmodernidad lo empeora todo, llevándonos a despreciar el entendimiento, la comprensión y la trascendencia. La postmodernidad señala que el entendimiento es falsedad, mientras que se eleva a certeza, la emotividad. Nos dice que somos lo que sentimos ser. Si objetamos con razones evidentes, nos encontramos como respuesta el emotivismo llevado a prueba absoluta del ser. Hoy en día hablar de lo que “yo siento” es dogma de fe personal. Contradecir lo que una persona“siente”, es un terrible pecado social contra la tolerancia. Si damos tanto valor a lo que sentimos, es fácil comprender que el sentimiento de pertenencia a un grupo social sea un objetivo primordial en nuestra vida. Actualmente las comunidades cristianas se cimientan en el emotivismo que genera un sentimiento de exclusividad ligado al segundo salvador de cada grupo. Si se te ocurre nombrar en una reunión a alguien que no sea el fundador del grupo/movimiento/sensibilidad, serás rápidamente llamado al orden. La pertenencia conlleva ajustarse del modelo del segundo salvador y dejar al verdadero Camino, que es Cristo, en segundo plano.

El humo del maligno nos ciega y nos impide ver más allá de la pertenencia social. La luz sólo parece llegar a través del segundo salvador, por lo que cualquiera de señale otro punto de referencia, es reprendido. 


2 comentarios:

mjbo dijo...

¡Qué bien lo explicas!... Pero en mi caso no tengo ni periferias a las que acudir... Así que cada vez más solos...
Te sigo en muchos comentarios a noticias: Siempre de acuerdo...
Saludos cordiales junto con un fuerte abrazo...

Miserere mei Domine dijo...

Bueno, todos somos periferia cuando no se nos considera centrales y somos despreciados. Somos ovejas perdidas a las que los pastores miran con reparo y a las que temen acercarse. Pero miremos esto a través de las mismas palabras del Señor: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros." Mt 5, 11-12

Saludos Mjbo!! :)

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