viernes, 14 de junio de 2019

La Salette. Días de oscuridad y de esperanza.



Recordemos que la aparición la Stma. Virgen en La Salette es aceptada por la Iglesia. Se apareció a dos niños el 19 de Septiembre de 1846, les comunicó un secreto. Fue publicado con Imprimatur del Obispo de Lecce. En 1922 fue dado a conocer en su totalidad por el Vaticano.

“Dios va a castigar al mundo de una manera jamás vista… Nadie podrá escapar. … Las Iglesias serán cerradas y profanadas; los sacerdotes y religiosas serán perseguidos… Los libros malos abundarán. (…) Muchos sacerdotes se alejarán de la fe verdadera, y hasta obispos. El demonio tendrá sus iglesias que le darán culto. Reinará el materialismo, el ateismo y toda clase de vicios. … Parecerá que Dios se haya olvidado de la humanidad. Todo parecerá perdido. … Entonces Jesucristo, en un acto de su justicia y su gran misericordia para los buenos, dará orden a sus ángeles que todos los enemigos sean exterminados. Caerá fuego del cielo. El sol se obscurecerá.” (…) Los perseguidores de la Iglesia, las personas dadas al pecado, perecerán y la tierra parecerá un desierto”…)

Posiblemente esta profecía suene muy actual y no cabe duda que se cumple de forma especialmente evidente según pasan los años. Viendo esto, lo fácil es agarrarnos a la profecía para que nuestra esperanza esté centrada en el final de mundo. Pero el final del mundo nadie sabe cuando ocurrierá. No lo digo yo, sino Cristo mismo:

 "Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre" (Mateo 24:36)

La clave de las profecías está en entender que la Voluntad de Dios no es que la Iglesia permanezca sumida en el caos. El caos sirve para limpiar la Iglesia y como todo acto de limpieza, el sufrimiento afecta a todo y a todos. La suciedad se disuelve y desaparece cuando se refriega con fuerza. No debemos de desesperar aunque Cristo parezca dormido e indiferente a nosotros. Cristo despertará y hará que la tormenta amaine. ¿Cuándo? Cuando Dios estime que la suciedad ha desaparecido.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Confiemos plenamente en Su Amor infinito, frecuentémosle en la oración, cultivando aquella Presencia que nos conforta.
Gracias por su testimonio cristiano. Dios le guarde

Miserere mei Domine dijo...

Gracias por su comentario Felicitas. Tiene toda la razón. Sólo la confianza en el Amor infinito de Dios nos permite superar el pesado caminar por este valle de lágrimas. Como a las doncellas juiciosas, tenemos que guardar la esperanza para no perderla antes de que el Novillo llegue.

María C. dijo...

No! desesperar, nunca! Perder la esperanza es lo que menos debe pierde un Cristiano. Ciertamente el caos y el sufrimiento purifica al Iglesia, por consiguiente nunca debemos olvidar de que cada miembro es y somos la Iglesia. Todos tenemos responsabilidad de sostenerle y cada uno puede hacer mucho con su oración y penitencia. Y así, como la suciedad del otro y las malas acciones nos afectan a todos, del mismo modo la oración del justo unida a Cristo fortalece y nos lleva juntos a ser participes de la salvación eterna.

Encantada de visitarle. Un abrazo fraterno.

Miserere mei Domine dijo...

Gracias por comentar Eugenie. Tiene toda la razón. La desesperación indica que hay algo que no funciona en nuestra fe. Cuando parece que todo se hunde, es precizamente el momento de recogerse y orar con más fuerza. Las doncellas prudentes supieron guardar el aceite necesario para que su vela no se apagara. Ese aceite es la esperanza que da sentido a nuestra espera y hace posible encontrarnos con Cristo. Un abrazo en Cristo y María 🙏

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