martes, 10 de noviembre de 2020

La seducción se ha convertido en el motor del mundo

 


Hace tiempo que no escribo algo sustancial en este blog. Tengo que confesar que todo lo que nos rodea se ha ido convirtiendo en intrascendente a marchas forzadas. Cuando todo es intrascendente, la transcendencia, que palpita en nuestro ser, tiende a enquistarse para sobrevivir a tantas noticias fake y acontecimientos sin sentido alguno. En resumen, escribir un blog que se centra el Misterio Cristiano como centro de la transcendencia, llega a parecer inadecuado frente al silencio místico que todo lo contiene.

¿Qué me ha hecho empezar a escribir una nueva entrada? Un artículo que no tiene nada de trascendente, pero que dibuja perfectamente la intrascendencia tanto de la sociedad, como de las comunidades cristianas actuales: "La seducción se ha convertido en el motor del mundo". Este artículo habla del libro ‘Gustar y emocionar’, que ha publicado el sociólogo francés ,Gilles Lipovetsky. Gilles es uno de los grandes analistas del presente hipermoderno y como tal describe claramente los aspectos que vacían a nuestra sociedad y a nuestro comportamientos postmodernos. Comparto una de las respuestas a la entrevista que le han realizado al autor:

La individualización ha roto los encuadramientos colectivos. Uno antes pertenecía a un colectivo de trabajo, de barrio, de religión, lo que sostenía a individuos que vivían en condiciones difíciles, tenían una suerte de seguridad interior. Hoy tenemos libertad, podemos cambiar de oficio, mujer, religión, la vida privada es libre, pero los individuos han devenido extremadamente frágiles, lo vemos con los intentos de suicidio, el estrés, las depresiones, las adicciones. Hay una fragilización de la vida individual que hace que lo que vivimos se convierta en problemático. Los padres no están seguros de cómo educar a los niños, se informan, leen libros, se preguntan si son buenos. La alimentación igual, es bueno para la salud, no... La sociedad de seducción ha permitido más libertades, pero esa autonomía individual tiene un precio fuerte, que es la fragilidad psíquica. No hay que condenarla, sino de nuevo enriquecerla.

Antes teníamos y valorábamos el sentido de la pertenencia. Pertenecer significaba solidez y apoyo mutuo. Ya esto no es así. Las pertenencias son flexibles, maleables o incluso, meramente ilusorias. Fijémonos, por ejemplo, cuántas formas existen de ser "católico" y lo complicado que es convivir en fraternidad con otros "católicos". Les pongo otro ejemplo. La historia nos habla de cismas religiosos como rupturas de la homogeneidad de pertenencia y obediencia. Los cismas ocurrían cuando los gobernantes rompían la homogeneidad religiosa, apoderándose de todos los fieles que estaban bajo su mandato. Hoy en día no puede haber cismas como los antiguos, ya que los gobernantes no tienen potestad religiosa sobre sus gobernados. Aunque haya decenas o centenas de grupo católicos contrapuestos y enfrentados unos a otros, no habrá cisma en el sentido antiguo. Cada uno de nosotros podemos vivir una religión totalmente personal sin que haya problemas sociales en ello. Las comunidades católicas se vacían y a veces hasta hay quienes lo agradecen porque esto genera menos tensiones internas y problemas externos. Si una persona se aleja, hay quienes se sienten aliviados antes que preocupados.

Como dice Gilles, vivimos en una sociedad de seducción. Una sociedad en la que las apariencias y los simulacros tienen valor en cuanto son capaces de arrastrar a más personas durante cierto tiempo. Esto ha llegado hasta a la evangelización por medio de líderes evangelizadores en las redes sociales. Líderes que intentan seducir con las apariencias que se estilan en cada momento. Según las apariencias valoradas cambian, unos evangelizadores crecen en seguidores y otros menguan en los mismo. Qué hubiera sido de Cristo si se hubiera preocupado por el número de seguidores y de likes que tuvo en cada momento.

Gilles señala que la seducción continua no nos llevará lejos y plantea emplear al seducción (marketing y venta de apariencias) como forma de devolver algo de sustancialidad a la sociedad:

Tenemos como ideal viajar, comprar marcas, distraernos... No es espantoso, pero no está a la altura de una sociedad humanista que debe darse también otros ideales que no sean gustar por la apariencia y ser seducido por las mercancías. En la escuela se deben ofrecer otros modelos, que no sean de pura seducción. Ahí están la cultura, el pensamiento crítico, el arte, para que los niños busquen en la vida otras cosas que técnicas de seducción. Dar de nuevo el sentido del esfuerzo, el trabajo y la innovación, la formación de la inteligencia. No se puede esperar todo de la seducción. Mostrar que por el trabajo y el esfuerzo las personas pueden realizar cosas que les pueden satisfacer. No todo puede ser divertido todo el rato. Es un mito. Hay que repensar la educación, el sentido de la cultura, de la empresa y la vida económica. Utilizar la seducción para hacer evolucionar nuestra relación con ella. Hoy no funciona de forma satisfactoria. Debemos proponer a las generaciones futuras objetivos dignos ecológicos, sociales, culturales, artísticos, morales.

Es evidente que podemos usar los caramelos para que se nos llenen de caries los dientes o como motivador para hacer algo productivo. ¿El fin justifica los medios? ¿Nos contentamos con un bien menor porque al menos es un pequeño bien y cuesta menos que un gran bien? En la Iglesia nos sucede justamente lo mismo. Justificamos los medios porque buscamos fines buenos. Nos contentamos con que una parroquia no se cierre, antes que conformar una verdadera comunidad cristiana. En una sociedad e iglesia llena de grupúsculos inestables y enfrentados, quien intenta mantenerse sobre la Roca resulta despreciable. Quien intenta generar una comunidad sobre la Roca, es un peligro para el sistema.

¿Qué pasará con todo esto con la crisis pandémica del COVID? Gilles nos dice:

¿La Covid-19 nos cambiará? No. Acelerará lo que ya estaba en marcha. Teletrabajo, compras online, teleeducación, telemedicina.. En cuanto al apetito de distracción, consumo, divertimento, no. Este verano cuando las medidas de confinamiento se suprimieron todo volvió a ser como antes. Se comprará más con el smartphone y habrá más teletrabajo pero no pondrá fin a la sociedad de hiperconsumo.

La Iglesia tiene un gran desafío delante. La virtualización de las relaciones humanas va a incrementar el valor de todo lo que nos haga distraernos de la terrible soledad que ya sufrimos. La religión ya está siendo adecuada a estas circunstancias, incrementando lo que nos separa a unos de otros. Cada cual ve la misa que le gusta y escucha el sermón que le motiva. Compartimos en las redes intentando que llegar a más y más personas. Puedo indicar que desde que se inicio la crisis COVID, los perfiles/grupos Católicos de FB están sometidos a un tipo de SPAM católico que hace años sería sorprendente. Hace 40 años, cada cual vivía la Liturgia de su entorno inmediato. Ahora, asistimos a la representación litúrgica que más nos gusta. Podríamos incluso llegar a vivirla en un entorno 3D casi real, por medio de las herramientas que ya existen. ¿Y la comunidad? Alguno ya se pregunta ¿Para qué una comunidad cuando cada uno de nosotros se sirve el plato religioso que mejor la va?

¿Podemos luchar contra los vientos sociales de la época en que vivimos? Sin duda no es posible ir más allá del un aislamiento que cada cual elija. Pero Dios sacar bien hasta el peor de los males. Nos lo demostró en la redención. ¿Qué nos queda ahora por hacer? Reflexionar y ponernos en manos de Dios. Él sabrá guiarnos hacia donde Él quiere que nos movamos. Ya consumimos religión. En el futuro esto irá a más.


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