miércoles, 13 de abril de 2011

La Paciencia

La virtud del alma llamada paciencia es un don de Dios tan grande que El mismo, al dárnosla, pone de relieve la suya esperando que se corrijan los perversos. Aunque Dios nada puede padecer —y el termino paciencia se deriva de padecer (paciencia vero a patiendo)— no solo creemos con firmeza que Dios es paciente, sino que además así lo confesamos para nuestra salvación. Pero ¿hay quien pueda explicar con palabras la calidad y la grandeza de la paciencia de Dios, que no padece, v sin embargo no permanece impasible, e incluso afirmamos que es pacientisimo? No puede explicarse su paciencia, como tampoco su celo, su ira y otras cosas semejantes. Pero su paciencia, pensando estas cosas a nuestra manera, con toda seguridad no se da en El del mismo modo. Nosotros no sentimos ninguna de estas cosas sin sufrir molestias, y no podemos ni sospechar que Dios, cuya naturaleza es impasible, sufra tribulación alguna. Así, tiene celos sin envidia, ira sin perturbación, se compadece sin sufrir, se arrepiente sin que le sea necesario corregir una maldad propia. De este modo, es paciente sin pasión. Pero ahora voy a exponer, si el Señor me lo concede y la brevedad del presente discurso lo consiente, la naturaleza de la paciencia humana de modo que podamos entenderla y , así, nos mas sea fácil tenerla. (San Agustín, Tratado sobre la paciencia, Cap.I)

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Recordé hace un par de días el breve tratado de San Agustín sobre la Paciencia. Aquí les traigo el capítulo I que sirve de introducción a este breve texto. Les recomiendo que lean todo el tratado. Es un texto breve, pero lleno de sabiduría práctica. 

Se pregunta San Agustín cómo es la paciencia de Dios Evidentemente, su paciencia es de naturaleza diferente a la nuestra. Nuestra paciencia conlleva sufrimiento, la de Dios no. Suelo pensar que la paciencia es la virtud que mejor nos hace sentir el significado del sacrificio. ¿Por qué? Porque el sufrimiento que conlleva no es dolor físico ni ofuscación mental, pero duele en la médula de nuestro ser. Aceptar este dolor y entenderlo como la voluntad de Dios, es un sacrificio maravilloso. Nos acerca a la naturaleza atemporal y eterna de Dios mismo.

El impaciente no soporta esperar que el plan de Dios se desarrolle. Desea dar un salto y superar el tiempo y el espacio que le separan de lo deseado - esperado - necesitado. Al menos para mi, se hace evidente que el enemigo actúa a sus anchas en este terreno.

Me vienen a la memoria dos pasajes bíblicos. El primero es la tentación de la serpiente a Adán y Eva. ¿Por qué este pasaje? Porque Dios creó el árbol del que no debían comer y lo puso delante suya para algo. Quizás para probar la paciencia asociada a la naturaleza humana de nuestros primeros padres. El tentador les dijo que si comían de la fruta serían como Dios... y no fueron capaces de esperar a que Dios les dijera la razón de que no pudieran comer. Fueron impacientes y eso les hizo desobedecer a Dios. 

El segundo pasaje está en Padre Nuestro: "Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo" ¿Somos capaces de esperar a que la voluntad de Dios dé sus frutos? Difícil ¿verdad?¿Los queremos ya mismo? ¿Qué es lo que  realmente queremos? Saciar nuestros deseos antes que la voluntad de Dios se cumpla.

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Señor, danos la capacidad de negarnos a nosotros mismos para seguirte.
Danos la capacidad de tomar la Cruz de nuestra naturaleza caída 
y soportar el peso de la espera que conlleva.
Cura nuestra naturaleza para que
sepamos dejar que el tiempo se mueva
según tu voluntad.
Amén.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Amén, una virtud imprescindible para la vida sana en la que procuro comprender que no es aguantar sino padecer y si se hace bien resulta fructífera la prueba.Me emociona cuando veo que me tienen tanta paciencia a mi alrededor y puedo casi oír cómo el amor crece.Un abrazo.

Miserere mei Domine dijo...

En la paciencia la amistad enraíza y se extiende. Sin la paciencia falta, nos volvemos cascarrabias y "tiquismiquis" hasta con nosotros mismos. Gracias por pasarte por esta esquinita virtual. Que Dios nos donde esta virtud en abundancia. Un abrazo en Cristo :)

Mitte dijo...

Gracias por esta estupenda entrada, querido Miserere. Leyéndola, y sintiendo mi propia impaciencia, iba dándole vueltas a cómo la impaciencia y la desconfianza, así como la paciencia y la confianza, van estrechamente unidas. Una y otra vez, el miedo está en la raíz de tantas cosas...

Un abrazo.

Miserere mei Domine dijo...

¿Cuanta impaciencia cargamos sobre nuestros hombros? A veces me siento tan sobrecargado que no se por donde salir. Parece que todo deba ser instantáneo, rápido y evidente... pero Dios no suele actuar así. Deja que la semilla germine en primavera, ya que en invierno moriría sin remedio.

Gracias por pasarte por este rinconcito Mitte. Un abrazo :)

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