Cada uno de nosotros posee la energía manifiesta del Espíritu en proporción a la fe que está en él (cf.Rom 12,6). De este modo, cada uno es el intendente de su propia gracia. Nunca quien esté bien dispuesto podrá desear algo de quien es honorado por la gracia, en cuanto que sobre él mismo reposa la disposición para recibir los bienes de Dios. Lo que hace que los bienes de Dios permanezcan en nosotros, es la medida de la fe de cada uno. Ya que es en la medida que creemos que nos es dado el fervor en la acción. El que actúa, revela la medida de su fe en proporción a la acción: recibe la medida de la gracia según cuanto ha creído.
San Máximo el Confesor. Centuria sobre la teología V, 34-35, 42, 45,
Reflexión: Fe, esperanza y caridad. Tres colores que componen la Luz de Dios en nosotros. Sin fe, nada tiene sentido. Sin esperanza, morimos interiormente. Sin caridad, los dones que Dios nos ha dado nos pesan porque no somos capaces de donarlos a los demás. Si nos encerramos en nosotros mismos, morimos asfixiados por nuestras propias limitaciones. Si no aceptamos los dones de nuestros prójimos, marchitaremos lo que somos. En la medida que nos ofrecemos y aceptamos a los demás, empezamos a vivir en la Gracia de Dios.
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Each of us possesses the manifest energy of the Spirit in proportion to the faith that is in him (cf. Rom 12.6). In this way, each one is the intendant of his grace. Anyone who is well disposed can never wish for something from those who are honored by grace since the disposition to receive the goods of God rests upon him. What makes the goods of God remain in us is the measure of each one's faith. Since it is to the extent that we believe that we are given enthusiasm in action. He who acts reveals the measure of his faith in proportion to the work: he receives the measure of grace according to what he has believed.
Saint Maximus the Confessor. Centuria on theology V, 34-35, 42, 45.
Reflection: Faith, hope, and charity. Three colors that make up the Light of God in us. Without faith, nothing makes sense. Without hope, we die inwardly. Without charity, the gifts God has given us weigh on us because we are not able to donate them to others. If we lock ourselves in, we die asphyxiated by our limitations. If we do not accept the gifts of our neighbors, we will wither what we are. As we offer ourselves and receive others, we begin to live in the Grace of God.
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